La amable risa de Sophia me guio hacia la parte trasera de la casa, noté los papeles esparcidos por la colorida mesa del comedor de los Caine mientras me dirigía hacia la fuente del sonido, una sonrisa colgando del borde de mis labios al recordar el momento en que pisé por primera vez el lugar, nervioso por formar parte del equipo de investigación de una de las científicas más influyentes y su pareja, un físico y matemático cuyos conocimientos iban a la par de su compañera.
Sophia Kovalenka y Henry Caine podrían ser las personas más brillantes de la habitación y si fueran cualquier otra persona te sentirías inferior, no con ellos; y lo dejaron claro desde el primer momento en que me encontré en ese lugar observando confundido esa mesa de comedor llena de dibujos, que más tarde descubrí fue obra de sus dos hijas, sobre la cual esparcieron el material de trabajo de la investigación.
̶ Esperamos que te sientas cómodo con nosotros, Paul. Creemos que un ambiente de trabajo informal brinda más confianza y estimula la investigación, dando resultados óptimos. ̶ Dijo Sophia Kovalenka cuando notó mi mirada sorprendida abarcando su sala de estar llena de plantas vivas en cada rincón disponible y volviendo a la mesa arcoíris. ̶ Nos gusta pensar que todos somos una familia.
Una familia.
Una familia como la que dejé atrás al enfocarme en cumplir mis sueños y estudiar. Una familia como la que nunca tuve.
̶ Jesús, consigan una habitación. Hey, Paul, estamos aquí. ̶ La voz de Josie Caine me regresa al presente, atravieso la puerta y contemplo la escena frente a mí.
Sophia y Henry se encuentran acurrucados en la tumbona, ambos enfrascados en la mirada más cálida y llena de emoción que dos personas podían compartir, ajenos a sus dos hijas quienes lanzaban comentarios burlones con falsa repugnancia, pero observaban a la pareja con ojos brillosos y sonrientes.
Se amaban. Eran una familia llena de amor y hace un par de meses tuvieron que atravesar una de las pruebas más dolorosas y crueles que alguien podría poner en su camino.
El líder de Triad Corporation, Wyatt Conley, había tramado el secuestro de Henry para obligar a Marguerite a viajar a otras dimensiones y así hacer su trabajo sucio. En el trayecto consiguió involucrarme a mí, dejándome como el principal sospechoso de asesinato debido a que formaba parte de la investigación sobre viajes entre las diferentes dimensiones del multiverso y el hecho de que descubrí lo que tramaba e intenté detenerlo. Eso no impidió que todos creyeran que maté a Henry y escapé a otra dimensión con el Firebird, el dispositivo que permite a la conciencia viajar a otros universos, y el cual permitió que Marguerite me siguiera a través de otros mundos intentando vengar la muerte de su padre.
Mi mirada se dirige hacia ella al mismo tiempo que me percibe por primera vez parado junto a la puerta, un rubor se esparce por su rostro y baja sus ojos, pero no antes de que visualice la emoción brillando en ellos. Casi puedo adivinar en lo que está pensando, o más bien lo que está recordando.
Los viajes a través de los distintos universos nos demostraron que, por alguna razón, Marguerite Caine y yo estábamos destinados a estar juntos.
No era difícil de creer, Marguerite era hermosa, amable, talentosa y me gustaba observarla perdida en sus pinturas, me transmitía paz. Así que podía imaginarme enamorándome de ella, eligiéndola en todas esas dimensiones y, después de su confesión al volver a casa, podía entender que ella tuviera dudas con respecto a nosotros, a nuestra amistad, considerando dar el siguiente paso, como en todos esos mundos donde Marguerite Caine y Paul Markov están enamorados, donde nos elegimos el uno al otro.
Sin embargo, aunque quería creer que podía corresponder ese interés, no tenía la ignorancia necesaria para mentirme a mí mismo y fingir que quizás en un futuro cercano ella y yo podríamos avanzar a otro nivel y, como en tantas otras dimensiones, amarnos.
Lo cierto es que el Paul Markov de esta dimensión ya había tomado esa decisión. Yo ya había elegido, casi sin darme cuenta, a otra persona.
̶ Theo, estamos aquí atrás. ̶ Grita Josie, haciendo que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza.
Minutos después un sonriente Theo se une a nosotros, guiñando un ojo a Marguerite y apretando mi hombro amistosamente en forma de saludo.
No, yo no podría amar a Marguerite Caine porque, en este universo, estaba incondicionalmente enamorado de Theo Beck.