¿Cómo le diría que continuaba queriéndolo?
Seguramente él ya lo sabía, se notaba, desde donde me vieran quedaba más que claro que seguía completamente enamorada de él.
Pero parecía ignorarlo.
O eso creía.
— ¿Por qué quieres alejarte? — Su mirada era tranquila, su voz suave pero sus manos no dejaban de jalar la manta de mi cama.
Eran las dos de la mañana.
— Tú sabes. — Respondí mirando hacia otro lado, tenerlo allí me dolía pero a la vez me hacia sentir tan completa, sentía dependencia y comenzaba a volverse algo enfermo, algo tóxico.
— Quiero que lo digas. — Pidió en voz baja, joder.
Si supieras.
— Es que te quiero. — Le dije de una vez, acercando mi mano a la suya donde le apreté con fuerza aunque a él pareció no incomodarle.
— Yo también te quiero. — Respondió acercándose más a mi, apoyando su frente en mi hombro y yo hice lo mismo.
Dios.
¿Por qué Antonio me hacía esto?
Cerré los ojos y sonreí un poco, aferrándome a su cuerpo como si deseara no separarme jamás. Y así era.
—... — Cantaba, yo estaba en mi cama mientras que él seguía la letra desde el ordenador, llamándome con la mano para que lo acompañara pero lo que Antonio no sabía era que yo conocía la letra a la perfección, la escuché muchísimas veces cuando nos separamos y ahora él la estaba cantando para mi.— Venga ya, acompañame. — Dijo sonriendo. Me hizo feliz ya que sabía cuanto le costaba desenvolverse frente a otra persona, adoraba que conmigo si pudiera ser él. Realmente él.
Su espalda ancha, su cabello desordenado y sus dedos tecleando el nombre de la segunda canción me tenían hipnotizada, también la manera en que empujaba sus lentes cuando estos parecían resbalar por su nariz.
Ahí fue cuando entendí lo que significaba querer a alguien.
Quererlo en serio.
Querer cada parte de su cuerpo por más complicada o defectuosa que fuera.
Y yo lo quería.
Oh, cuanto le quería.
— Esta es triste.— Dijo volteando a verme.
Le sonreí y asentí con mi cabeza.
Lo sabía.
—Pero me gusta. — Dije.
¿Cómo decirle que aún lo quería?