A destiempo...

Capítulo 8 NO ERA OTRA COSA MÁS QUE AMOR

Ya en la casa de los Assad, Rocío aprovechó de colarse en el despacho de su “suegro” tratando de averiguar cualquier secreto oscuro que escondiera y pudiera aprovechar para comprar su libertad. Buscó en todos los cajones del escritorio….. y nada. Aparentemente no estaba escondiendo nada.

Fue más osada aún y se fue a registrar la habitación del matrimonio. Nadie en los alrededores era consciente de su presencia ya que "al no estar los gatos, los ratones estaban de fiesta". Así era. La servidumbre estaba en la cocina de la casa jugando naipes y apostando como si de un casino se tratase.

En la recámara, Rocío revisó cada centímetro cuadrado del lugar y nuevamente no encontró nada. Derrotada, se apoyó en el zócalo que estaba sobre la chimenea que había en el lugar y éste se movió desencajándose, dando paso a una gaveta secreta muy ancha pero no muy profunda. Dentro de ésta, había muchos papeles que de buenas a primeras no entendió y que decidió dejar ahí, pero al seguir buscando algo que le sirviera para sus fines, encontró un libro de cuentas. En él, había registrado un sin número de transacciones monetarias con fechas, nombres, montos y detalles de cada uno de los sobornos que había pagado para que sus empresas consiguieran contratos millonarios en tan poco tiempo desde que habían llegado al país. Dichos contratos, posicionaba a la familia Assad como una de las más ricas de la región.

Sin duda ese libro era su pase a la libertad. Sin más demora, cerró el cajón de la misma forma en que lo abrió y salió rápidamente de la habitación. Escondió el libro entre sus ropas y bajó al primer piso.

Justo cuando le iba a pedir al chofer que la llevara a su apartamento, apareció Faruq ante ella.

- Ya estás de vuelta -. Le dijo a Faruq hecha un mar de nervios y tratando de esconder el libro entremedio de sus ropas.

- Sí, me preocupaba cómo estabas -. Sonaba sincero, pero con él todo era cuestión de apariencias.

- No muy bien, la verdad. Por lo mismo, le iba a pedir al chofer que me llevase a mi apartamento. Necesito descansar, y quedarme aquí bien sabes que no es apropiado cuando aún no nos casamos -. Estaba apelando al sentido de moralidad imperante entre los musulmanes para que Faruq la dejara ir.

- Entonces déjame llevarte. El chofer ya se retiró y en tu edificio hoy no hay guardaespaldas. Mientras te encamino, llamaré a algunos para que vayan a “protegerte" -. ¡Maldición! Rocío no contaba con ello.

- No es necesario Faruq, nada me pasará si ellos no van ahora. Déjalos que descansen, ya mañana estarán de vuelta en sus posiciones -. Tenía que disuadirlo.

Faruq tomó la quijada de Rocío apretándola con fuerza y zamarreándola de un lado a otro. -Te dije que nunca contradigas mis órdenes. Sé obediente y guarda silencio. Te llevaré a tu casa y los guardaespaldas te cuidarán el tiempo que yo estime conveniente. Para eso les pago -. Soltó el rostro de Rocío, la agarró del brazo y la arrastró ferozmente hacia el auto. Rocío debió sentir un dolor extremo ante tal demostración de fuerza, pero ni cuenta se dio porque tanto era el miedo de que se le cayera el libro, que cualquier dolor físico lo bloqueó de tal manera que en su mente no había cabida para ningún otro pensamiento.

 

Ese mismo día Agustín había tomado la decisión de ir a buscar a Rocío. No podía más de la ansiedad al no saber de ella en tanto tiempo. Dejó a su hijo con la niñera y decidió esperar hasta que ella volviera, incluso si eso significaba pasar horas o días fuera de su apartamento.

Eran casi las 12 de la noche y Agustín vio acercarse un auto. Era un auto conocido para él. Esperó a que se estacionara mientras él miraba escondido detrás de unos arbustos para ver la escena y evitar que Faruq lo alejara nuevamente de su amiga.

Cuando Rocío salió del auto, Agustín no pudo más que sentir ira y unos deseos enormes de matar al infeliz que tenía a su linda Rossi en ese estado. Estaba sumamente delgada, con su cabeza tapada casi completamente con un dizque pañuelo y en su rostro una expresión de terror que ni siquiera la mejor película de miedo podría haberle producido una similar. ¿Era ella su amiga? Poco quedaba de la audaz, divertida y chispeante Rossi. Tenía unas ganas locas de correr a abrazarla y cuidarla, de alejarla de ese monstruo que tenía por prometido, pero la diferencia física que los separaba era abismal y le impedía dar un paso al frente, eso fue lo que pensaba antes de ver cómo la siguiente escena ocurría ante sus ojos.

- ¡Ya estoy cansada! -. Le gritó Rocío a Faruq con lágrimas en sus ojos dejando por fin el miedo a un lado. - Estoy cansada de ti, de tus maltratos, de tus imposiciones y de querer someterme a todas tus exigencias como si yo fuera un maldito robot programado para obedecer cada una de tus malditas órdenes. ¡Ya no más! Esto se acabó -. Al fin sentía que podía despertar de esa pesadilla, que podía liberarse de ese demonio árabe que la tenía cautiva. Se sentía poderosa por primera vez en mucho tiempo.

- Esto no se acaba hasta que yo lo diga y ni sueñes que eso ocurrirá. Nos casaremos en tres semanas y fin de la discusión, ¿me oíste? -. Faruq no iba a permitir que Rocío se sublevara ni mucho menos que lo abandonara. Si debía aplicar más fuerza, sin duda lo haría.

Agustín previendo en qué resultaría todo, decidió tomar cartas en el asunto. Ya no dejaría que el miedo se apoderara de él. Bastante cobarde se había portado al no defender a su amiga desde la primera vez que vio lo que ese malnacido le hacía, así que sin más, encendió la cámara de su móvil y comenzó a grabar toda la agresión de la cual estaba siendo víctima su querida Rossi. Aunque le dolía no intervenir aún, sabía que si tenía un poco de paciencia tendría prueba suficiente para alejar de una vez por todas a ese imbécil de la vida de Rocío.



#33585 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 04.05.2022

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