- ¿Cómo has estado estas últimas semanas? - Le preguntó Agustín.
- Mucho más tranquila emocionalmente, pero agotada por la cantidad de trabajos y exámenes atrasados que tuve que realizar para poder graduarme junto a mis compañeros y a ti. Gracias a Dios que pude concluir todo a tiempo y logré terminar la carrera con éxito igual que tú. Estoy ansiosa por que nos graduemos y empecemos una nueva etapa en nuestras vidas. - Rocío estaba contenta y llena de entusiamo a pesar del cansancio.
- Sí….. antes de que eso pase, necesito contarte algo muy importante -. Rocío no pudo evitar sonreír. Recordó una conversación similar que tuvo lugar muchos años atrás, justo antes de graduarse de la escuela. Le daba la impresión de estar viviendo un Deja Vú.
- Cuéntame, mequetrefe, soy toda oídos -. Lo animó.
- Mientras tú estabas enredada en las redes de Faruq, me ocurrió algo que...... cambió para siempre mi vida. - Se interrumpió un momento, buscando quizás, las palabras adecuadas para decir lo que deseaba sin que fuera a malinterpretarse. - Recuerdas a Lucía, ¿cierto?. - Agustín buscó en Rocío la afirmación.
- Cómo olvidarla. - Dijo Ross con un dejo de sarcasmo que solo ella entendió.
- Yo te había contado que de un momento a otro decidió terminar nuestra relación y desapareció de mi vida. Nunca más supe de ella. ¿Recuerdas? - Rocío asintió. - Pasaron los años y ya ni siquiera recordaba nuestra fugaz relación. Si bien fue mi primer amor en serio, no era lo que yo esperaba. Siempre estaba a la defensiva y me enrostraba mi relación de amistad contigo, algo que nunca entendí por qué. El asunto es que de la nada volví a saber de ella y de una manera que ni te lo imaginas. - Agustín estaba seguro que Rossi jamás se esperaría lo que estaba a punto de contarle.
Agustín le explicó la situación que lo estaba afectando. Le contó que había tenido un hijo con Lucía, el cual desconocía y que ella se desentendió del pequeño dejándolo al cuidado de su abuela, quien ahora ya no estaba en condiciones de seguir velando por él. Le contó también acerca de su mutismo y lo difícil que era para él criarlo solo como padre soltero. Rocío no sabía muy bien cómo tomarse aquella revelación. Fue una verdadera sorpresa, pero no le desagradó. Saber que había un mini Agustín la llenó de ternura. Deseaba conocerlo ya.
- ¿Cómo se llama?. - Le preguntó Rocío asombrada aún por la noticia, pero con un aire comprensivo que Agustín agradeció.
- Martín. Tiene 4 años y es una copia de mí. Incluso tiene el mismo lunar que tengo junto a mi boca. Nadie podría alegar que no es mi hijo. - Rió con orgullo. - La verdad es que apenas lo vi me enamoré de él. No sé cómo será mi vida de ahora en adelante, lo único que sí sé es que yo soy todo lo que él necesita y que su vida depende de mí absolutamente. Ese sentido de dependencia me asusta. Me asusta no poder estar siempre a su lado, no poder protegerlo cada vez que me necesite. Me aterra no poder darle lo que se merece. - No sabía por qué había dicho aquello. No era un hombre dado a los miedos ni a las inseguridades, pero cuando se trataba de su hijo, el temor lo invadía.
- ¿Puedo conocerlo? - Preguntó Rocío deseando que Agustín se lo permitiera.
- ¿Lo dices en serio? - Creía que a ella no le interesaría conocer a un niño que nada tenía que ver con ella.
- Claro gallina, por supuesto que hablo en serio. ¿Acaso crees que te dejaré solo cuidando de ese niño? Dios me libre si sobrevive a tus comidas. ¡El pobre se va a morir de hambre! - Agustín no podía creer lo que su amiga le estaba proponiendo. ¿Acaso ella quería ser partícipe de la crianza de su niño? ¿Podía algo tan maravilloso ser realmente cierto? La alegría no se hizo esperar.
- ¡¡No seas traidora, subnormal!! Nunca antes te habías quejado de mis comidas.
- Eso era porque prefería perder mi sentido del gusto antes de perder a mi amigo. - Agustín la miró con una rabia fingida y se abalanzó sobre ella.
- Ya verás pequeña mentirosa, ¡ven aquí!
Rocío corrió por todo su departamento arrancando del monstruo de las cosquillas, sin embargo, en su huida se golpeó la pierna con la mesa de centro y cayó de espaldas sobre el sofá y sobre ella Agustín para hacerle cosquillas. En un instante, él se quedó inmóvil ante la sonrisa perfecta de Rocío. Sintió su cuerpo temblar de los nervios y su corazón aceleró de cero a cien en un segundo. Era ella. Ella, la dueña de sus pensamientos, de sus angustias, de sus preocupaciones, de sus ambiciones, de su codicia. No quería ser solo su amigo, quería más, quería ser el hombre que la hiciera feliz, que le iluminara su día, que envejeciera con ella. Sin embargo sabía que eso era imposible por ahora. Rocío recién estaba saliendo de una relación venenosa que solo le había traído sufrimiento y desconfianza hacia los hombres. Tendría que pasar mucho tiempo antes de que su Rossi pensara en volver a amar y él..... él estaba dispuesto a esperar.
Pasaron los días y la ceremonia de graduación terminó sin inconvenientes. En el ambiente reinaba la alegría por los logros conseguidos y las familias presentes acompañaban a los nuevos egresados en ese paso tan trascendental en sus vidas.
La Familia Müller completa estaba presente, abuelos, tíos y primos también. Por otro lado, Agustín tampoco estaba solo. A la ceremonia vino su “familia”. A lo lejos Rocío divisó a su amigo con un pequeño en brazos y a su lado a una mujer mayor que suponía era la niñera de su hijo. Cuando la vio, fue a su encuentro para presentarle al pequeño.