A destiempo...

Capítulo 19 PERMÍTEME HACERTE FELIZ

_Un Caramel Macchiato y una tarta de manzana asada por favor_.

_Se lo traigo de inmediato_.

Rocío pidió lo que cada día desde que llegó a Barcelona. Esta vez, se sentó en una mesa al lado del gran ventanal de la cafetería. A esa hora no había mucha gente. Miró a su alrededor y justo en la mesa frente a la suya, se sentó un hombre de rostro muy familiar. Era alto, con un cuerpo bien tonificado, notablemente visible a través de la camisa que vestía. Su cabello era pelirrojo y tenía unos hermosos ojos azules. Y las pecas que adornaban sus mejillas y nariz no hacían más que hacerlo ver adorable, con un aspecto sumamente infantil. Tan insistente fue su mirada, que el hombre levantó sus ojos para encontrarse con los de ella.

Lejos de sentirse avergonzada por verse pillada, siguió mirando con la mente perdida tratando de encontrar ese algo que lo conectara con ese rostro tan conocido……..

_¡¡Tú!! ¡¡Por Dios, eres tú!! ¡¡Eres Manu!!_.

_¡¡Rocío!!...._

Sin mediar previo aviso, Rocío se levantó de la mesa y corrió a abrazar a su amigo perdido en el tiempo y en el espacio. Tomó con sus manos las mejillas de Manuel quedando escasos centímetros de separación entre ellos para analizar más de cerca ese rostro perfecto y verificar si efectivamente era él o solo un sueño. Su corazón estaba emocionado de verlo y sus ojos comenzaron a acumular lágrimas contenidas por años para dejarlas salir a raudales segundos después.

Manu estaba conmocionado sin saber muy bien cómo responder ante la reacción de Rocío. Solo atinó a enjugar sus lágrimas con sus pulgares y luego la abrazó sutilmente como si se fuera a quebrar. En su pecho sintió miles de hormigas recorriéndole y mordiéndole cada centímetro de su ser. Se sentía dichoso de sentirla tan cerca. ¡Dios, cómo había extrañado su aroma, su pelo, sus ojos…..su voz!

Manu y Rocío compartieron mesa y conversaron por horas degustando cuanto pastel había en la vidriera del lugar. Hablaron de su juventud, recordando las miles de travesuras que alguna vez hicieron los 4 mosqueteros. También hablaron del presente, sus trabajos y del por qué ambos estaban en esa ciudad tan lejos de casa.

Pero había algo que Rocío no podía dejar de preguntar. Algo que la tenía desconcertada desde hacía años y necesitaba saber, al menos para saciar su curiosidad.

_Manu…..¿por qué te fuiste sin decir adiós?_.

Manuel se sintió entre la espada y la pared. Quería ser completamente honesto con ella desde el principio si quería ganarse su corazón, pero la honestidad absoluta no le estaba permitida dadas las circunstancias en que se vio envuelto por culpa de Agustín. ¿Cómo podía decirle que estaba ante ella gracias a los planes orquestados por su moribundo amigo? Le había prometido no decir nada de su condición a Rocío. Debía ocultar ese secreto al menos hasta que él ya no estuviera. Por ahora, solo le quedaba ser completamente honesto con sus sentimientos y esperaba transmitírselos a Rocío de la manera más sincera posible.

_Rossi, no es fácil para mi contarte acerca de la razón para irme. No me avergüenza en absoluto. Lo que me avergüenza es la actitud cobarde que tuve en ese entonces. Verás…..desde que te conocí mi corazón latió con fuerza por ti. Mis pensamientos estaban llenos de ti las 24 horas del día. Sin quererlo mis ojos te buscaban y te seguían a donde quiera que ibas. Eras el aire que necesitaba para vivir. No concebía un día de mi vida sin verte. Era una tortura si no podía escuchar tu voz. Por eso fue tan doloroso para mi cuando me enteré de que estabas enamorada de Agustín. Me sentí traicionado aunque sin razón puesto que tu nunca supiste de mis sentimientos y no había relación alguna conmigo aparte de la amistad. Solo quería desparecer y que nunca supieses de mi amor por ti. Aún en el dolor de mi alma desee que tu y Agustín fueran felices. Recién ahora que me acabo de enterar de la verdad (Mintió en esto último sintiendo una punzada en su corazón).

_Manu…..no sé qué decir. Nunca supe lo que sentías por mi. ¿Por qué no me lo dijiste?_.

_Tenía miedo de perderte. Eras mi amiga del alma y sabía que si no me correspondías te alejarías de mí. Preferí callar y seguir amándote en secreto, al menos hasta que supiera si me correspondías o no. Cuando por casualidad me enteré de lo que tu sentías, mi mundo se derrumbó y mis esperanzas se ahogaron en dolor. Yo no era el objeto de tu amor sino mi mejor amigo. Por eso no pude quedarme. El dolor era demasiado intenso. Fue así que tomé mis cosas y me vine a España con mis padres. Y ya ves…..aquí estoy, una década después, contándote aquello que pensé llevaría conmigo hasta la tumba.

_No sabes lo mucho que te entiendo. Tu y yo al parecer hemos vivido lo mismo. Yo me enamoré de Agustín al mismo tiempo que tu de mi y también sufrí cuando me contó que estaba loco por una chica que no era yo. Cometí la misma locura que tú. Me fui lejos huyendo de sentimientos imposibles de olvidar. Creí que la distancia, la ausencia y el tiempo me ayudarían a dejar atrás el profundo afecto que sentí por Agustín y lo conseguí, al menos eso creí. Cuando nos reencontramos ya no era lo mismo. No sabes lo aliviada que me sentí cuando mi corazón ni siquiera se aceleró al verlo. Sentí que había ganado una dura batalla. Es más, fui capaz de volver a enamorarme. Lástima que fue de alguien que no valía la pena. Sufrí también por ese amor, pero de una manera distinta. Ese amor dejó enormes cicatrices emocionales en mí. Fue tóxico y dañino y agradezco a Agustín el haber estado a mi lado para ayudarme a superarlo. En ese entonces me cerré al amor. No quería siquiera mencionar esa palabra. Creía que solo la amistad de Agustín me era suficiente. Luego apareció Martín en mi vida. Aunque no es mi hijo, lo amo como si lo fuera. Él llenó el vacío maternal que no podía llenar por no querer estar con ningún hombre. Ambos se transformaron en mi razón de vivir.



#33614 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 04.05.2022

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