Erase una vez,
la historia de dos chicos que visitaban el mismo lugar,
el mismo día de cada semana.
Aún así
jamás coincidieron al llegar.
Sus miradas no se cruzaron.
No se tomaron de las manos.
Sus labios no se juntaron.
Sus cuerpos jamás chocaron.
Porque para ellos
no hubo un nosotros.
Ni atardeceres juntos a la par de un cigarro.
O tardes admirando un bello campo de Margaritas.
No conocieron nada del otro, sus nombres mucho menos.
Y aquella tarde de enero;
fue el comienzo
de una historia
que jamás existió.