-¡Detente por favor detente! – Suplique retorciéndome y frotando todo mi cuerpo al sentir como los insectos se retorcían por debajo de mi piel. Uno a uno insectos de la grosura de un pulgar iban perforando mi cuerpo para salir y comenzar a comerse la piel de su alrededor. Pronto todos mis órganos se llenaron de gusanos, mi boca, labios, nariz, ojos y orejas. El dolor agudo y la desesperación que me provocaban, poco a poco iban consumiendo mis fuerzas sintiendo como aquellos insectos se apoderaban de mi cuerpo sin poder hacer nada. Quería que el sufrimiento terminará, pero parecía que eso sólo había comenzado.
Lentamente sentí como una ráfaga de frio golpeaba mi lado izquierdo. En medio de la obscuridad pude percibir unos ojos brillantes y a pesar de no poder ver nada más. Sabía que “esa cosa” estaba sonriendo plácidamente al verme sufrir. Por undécima vez, sentí su hedor rancio en mi rostro. Permitiendo que me olvidara por un instante de los insectos que me devoraban y el dolor que me provocaban para concentrarme en aquella figura que mis ojos no podían distinguir. Sus grandes ojos, completamente en blanco se acercaron a mí. Todo mi cuerpo se quedo rígido. No supe si debido al frio que “esa cosa” trasmitía o debido a lo que sabía que pasaría.
Una fuerte risotada macabra resonó en mi mente y casi al instante sentí sus garras perforado mi cuello, ahogándome con la sangre que drenaba de mi garganta.
***
Nuevamente me desperté agitado. Mi corazón saltaba en mi pecho a tal punto que me provocaban un fuerte dolor. Lo oprimí con fuerza como si aquello ayudara a amortiguar un poco el malestar que sentía. Después de unos segundos miré el reloj. 3:15. Con una mano limpié el sudor que me escurría de la frente y me dirigí al cuarto de baño. Moje mi rostro con agua fría por varios segundos mientras intentaba despegar mi mente confusa. Pero nada de eso dio resultado. Mi mente se llenaba de más preguntas y confusión a tal punto que pensé que me volvería loco.
Miré mi reflejo en el espejo. Las gotas de agua caían de mis cejas a mis pestañas y rodaban por debajo de mis ojos. Una vez más las palabras de Cristian, pronunciadas varias horas atrás, retumbaron en mis oídos.
“-Bienvenido a mi infierno”-
-¡No, no! no puede ser lo mismo. – Moví la cabeza de un lado para otro al recordar lo que me había dicho esa tarde.
“- Qué quieres decir con eso? – Pregunte frunciendo el Ceño. Él me mostró una sonrisa irónica.” Algo que siempre lo caracterizaba pero que en ese momento me erizo los bellos de la nuca.
“- Tú sabes perfectamente a lo que me refiero. – Se acerco a mí con más confianza de la que realmente teníamos. Lo miré por unos segundos reflexionando en sus palabras. – Vamos Foster. En este momento, lo que menos quieres es hacerte el desentendido.
Sé que quieres respuestas a todas esas absurdas pesadillas que has tenido. ¿No es así? - Sus palabras me sorprendieron. “
“- ¿Cómo mierda sabes que tengo pesadillas? – Dije automáticamente poniéndome a la defensiva. “
“- Tranquilo Foster, yo no soy tu enemigo. Ambos estamos en el mismo barco, y creme si te digo que pronto vas a empeorar…- Hizo una pequeña pausa para mirar detalladamente mi rostro. – Yo también sufro de pesadillas y sé que tú también por la marca que tienes en tu cuello. Esa marca solo la hace “esa cosa” y a partir de que la recibes, tu vida se vuelve una mierda. Te lo digo, porque es justo lo que nos ha pasado a todos. “
“- ¿Todos? - Pregunte confuso. Él miro a su alrededor como asegurándose de que nadie nos viera. “
“- No podemos hablar de esto aquí. Pero ve mañana, después de la clase de cálculo, a las gradas. Te estaré esperando ahí. Y no olvides llevar a tus amigos. Ellos pronto necesitarán de esa información. “
-¿Y si no quiero ir? – Lo increpe.
Él sonrío con confianza. – Te veré ahí, Foster. – se despidió.
**
Nuevamente volví a mojarme el rostro. Esta vez lo hice con mayor brusquedad. Muchas preguntas pasaban por mi cabeza. ¿Era posible que mis pesadillas fueran algo más que simple sueños aterradores? Algo dentro de mí estaba completamente seguro de que mis pesadillas eran reales. Pero mi razonamiento intentaba por todos los medios de buscar una explicación a mis cuentos infantiles. Sólo quería pensar que eran alucinaciones o qué me estaba volviendo loco. Era más creíble la segunda opción, aunque el hecho de sólo pensarlo también era una idea que me provocaba escalofríos.
Volví a recostarme. Esta vez, Elizabeth no había venido a mi habitación. Algo que sólo hacía cuando dormía hasta muy tarde y estaba realmente agotada. Por un lado, prefería que ella durmiera tarde, para que no escuchará mis gritos durante la noche. Porque esa era la única manera de que no viniera a mi habitación. A mis 17 años, ya era demasiado vergonzoso que alguien me tranquilizara mientras sufría de alguna pesadilla.
No tardé mucho en volverme a quedar dormido. Cuando desperté, ya era bien entrada la mañana. Me di un baño rápido. Cuando salí, miré el reloj. 6:45 am. Si me apresuraba aún podría recoger a Gerson en la parada del autobús.
Cogí una manzana para mordisquear durante el camino y así amortiguar un poco el hambre que ya sentía.
Manejé más rápido de lo por sí, ya habitual. Justo llegué cuando vi a mi amigo subir al autobús. Toque el claxon fuertemente para llamar su atención. Cosa que funciono, porque se detuvo en seco y miro mi auto. Rápidamente bajó los pocos escalones que lo separaban del suelo y se aproximó a mi auto abriendo la puerta del copiloto.
-No sabía que hoy tendría chofer particular. – Dijo poniéndose el cinturón de seguridad. Puse el auto en marcha.
-Tampoco sabía que hoy sería chofer. – Respondí. Nos saludamos como hacía más de 9 años lo hacíamos. Nuestros dedos meñiques se enlazaban, mientras cerrábamos el puño y en el otro extremo nuestros dedos pulgares se tocaban para después chocar nuestras manos y terminar con un puño.