A las afueras de Ciudad (blog)

A ti, mi Claudette

Muy bien, creo que algunos se mostrarán curiosos acerca de quién es Claudette. Claudette, es prácticamente el amor de mi vida. Aunque, en lo que se refiere a "amor" no me siento un experto. De lo que estoy seguro es que no podría vivir sin ella.

Cuando aún vivía en Ciudad, trabajaba en una pequeña librería en la calle Alumbrado; sí, esa con los grandes faroles a las afueras del barrio Maede. Esa librería se especializaba en la raza de los Huntos: su idioma, modo de vida, reproducción, historia. Nunca comprenderé la razón, son criaturas muy simples. Pero Claudette venía el mismo día cada semana a comprar un libro nuevo. De vez en cuando me saludaba y compraba algún bocadillo, como si quisiera comprarme su secreto.

Cada vez que entraba por aquella puerta y la bañaba la mortecina luz de los focos viejos la librería se convertía en un santuario. Solo nosotros dos. Ver su piel morena, sus perfectos labios, el cabello que le llegaba a la cintura, su menudo cuerpo, era como un oasis en esta pestilente ciudad. Ella siempre aparecía con una sonrisa encantadora.

De un par de miradas la cosa fue transformándose en amenas conversaciones. Claudette tenía un especial interés en las llanuras humeantes, y todo lo que se encontraba después de ellas. Y sí, tenía aún más interés en los malditos huntos. Me hacía preguntas sobre ellos como si yo tuviese todas las respuestas: "Hey, yo solo vendo libros". De algún modo entablamos una especie de amistad, una donde yo apenas hablaba y ella me regalaba su hermosa sonrisa.

Puedo decir con total entereza que lo que yo quería era pasar el resto de mi vida con ella. Planeaba día y noche el momento exacto para declararle mi pasional amor. Mil maneras que podrían salir mal, ¿quién querría salir con un chico casi mudo, delgado y con ojos de pescado?

Pero el día llegó, salí de la librería rumbó a su casa y al pasar por los callejones estrechos de la calle Hil, la vi. La vi en brazos de un asqueroso hunto, retozando como liebres contra los contenedores de basura; jadeando tan alto como una locomotora.

Me duele admitirlo, pero esa escena fue uno de los contribuyentes para mi huida de Ciudad.

Cuando faltaban unos días para mi salida, mi estabilidad física y mental fue decayendo drásticamente. Claudette notaba todo lo que sucedía. Se preocupaba tanto que pasó una semana entera en mi casa-habitación cuidando que no me atacara con un tenedor; en cierto modo era feliz, ella no estaba con él.

A día de hoy, Claudette sigue visitándome. Ella me trae comida y algunos artículos de limpieza, así como trata de convencerme de volver. Debo parecerles patético, pero al menos consigo verla todos los días.

Al final se casó, de una manera ilegal hay que admitir. Y aunque ese sea el caso, yo consigo verla todos los días. Y a veces puedo jurar que somos algo más.

...Claudette, eres solo mía... 




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