Cap 1
“Deep Cove”
Jason Griffin
El pueblo de Deep Cove, además de ser un pequeño puerto ubicado en las costas de Main en el Atlántico Norte, es bastante tranquilo y con cierto “encanto”. Tanto, que bastan solamente ocho calles para cubrir la mayoría de las necesidades de su escasa población. Sin ir más lejos, lo único interesante que posee es el Parque del Fundador, hogar del único monumento de la región: un menhire que se yergue 6 metros por encima del suelo, con toscas y difusas espirales grabadas en la cara que mira hacia la costa. Según las leyendas locales, dicho monolito fue traído en barco desde las tierras celtas por Kirian O’Brady, un noble irlandés exiliado a morir en occidente.
Sea cierto o no, el pueblo disfruta de especular sobre los crímenes que debió cometer dicho personaje para ser acreedor a semejante castigo. Hay quienes creen que un tío le había robado la corona; los más, aseguran que, por el contrario, él era quien había pretendido usurpar el trono.
Si bien el apellido O’Brady se había perdido muchos años atrás, su descendencia continúa habitando aquellas oscuras y húmedas calles. Roger Griffin es un pescador curtido entre el mar bravío y los señalamientos de la gente, su posesión más valiosa es sin dudas su barco: “El Dragón Celta”, lo cual justifica el que pase más tiempo pescando que en tierra firme.
En un desesperado intento por transmitirle su amor al mar, y con el tiempo, también dejarle el negocio de la pesca, tal cual habían hecho sus ancestros. Roger obliga a su hijo a embarcarse junto con él, para ganarse unos cuantos billetes por la venta de la pesca. Jason odia el mar, la pesca y el barco, sin embargo, en Deep Cove no hay muchas alternativas para conseguir un sustento. Por lo que muy a su pesar, casi siempre termina siendo parte de la tripulación de su padre.
- ¿A caso no te he enseñado como atar una simple soga? ¡Esto no sirve! Si perdemos la carga será tú culpa -Por centésima vez en lo que va de este viaje, Jason escucha la crítica de su padre. Claro que sabe hacer nudos, prácticamente su cuna había sido una soga enrollada, pero de nada servía esforzarse en hacerlo bien, si su padre siempre encontraría algún defecto en su trabajo.
-El nudo no es el problema, es la soga que ya está vieja, si perdemos la red será porque no has comprado una nueva.
-Si ya sabías que no servía, entonces debiste comprarla tú. En cuanto lleguemos a puerto vas a compra una nueva y la pagarás con tu salario, entendiste.
No es la primera vez que el padre hacía que su hijo gastara el poco dinero que tiene en el barco, ese tipo de situaciones son cada vez más frecuentes. La razón es simple, sabía que en cuanto juntase el dinero suficiente, se iría del pueblo dejándolo completamente solo.
La soledad es una fría, pero fiel compañera en la vida de cualquier pescador. Al estar aislado en medio del mar por horas e incluso días, uno debería estar acostumbrado a ella, la verdad, es que no es así. Esta, solo es soportable al tener la certeza de que alguien lo espera con los brazos abiertos en casa. Evelin, su amorosa esposa, hacía años no mantenía el fuego del hogar encendido, una desconocida enfermedad se la había arrebatado sin miramientos.
Su hijo es lo único que le queda de ella, así que no permitiría que se largue tan fácilmente, dejándolo completamente solo.
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A sus 18 años, Jason apenas si había completado su educación básica, pues prácticamente se crío a si mismo tras la muerte de su madre, cuando él solo contaba con escasos 10 años. Lo cual es de admirar, ya que la mayoría en el pueblo ni siquiera la termina. En temporada de pesca, son demandadas todas las manos que estén disponibles. Sobre todo, porque cada año los cardúmenes son más escasos y menos poblados.
Mientras su padre pasa el tiempo en tierra, departiendo con el resto del pueblo en la taberna local, Jason visita continuamente la biblioteca, haciendo de esta su hogar. A pesar de lo minúsculo y enmohecido del salón ubicado entre la escuela y la pequeña capilla, le recuerda bastante a su madre. Entre sus recuerdos favoritos están en los que ella le leía libros con historias llenas de viajes, aventuras y lugares increíbles, luego, pasaban días reviviendo entre juegos aquellos pasajes que más les habían emocionado. De la nada, sus energías fueron mermando hasta consumirla.
-Hola Ernest, aquí tienes el libro de la semana pasada. -Saluda Jason al entrar y sacar de su morral un ejemplar del tamaño de un ladrillo.
El viejo enjuto y con bastón, de nombre Ernest, es quien cuida los escasos y desactualizados volúmenes que ahí se guardan.
-Está húmedo. -Rezonga el viejo al tomarlo y revisarlo concienzudamente para verificar que no le falten hojas.
-Claro que está húmedo. ¡Todo en este maldito pueblo está húmedo! -Responde con fastidio en su voz.
- ¡Bah! – con un amplio manoteo, el bibliotecario da cortos pasos en dirección al estante que le corresponde al volumen.
-Deja, yo lo hago. -El joven toma de nuevo el libro y lo coloca en el anaquel. -Ernest, ¿alguna vez has pensado en irte?
- ¿Irme? ¿a dónde podría ir un viejo decrépito como yo? No, este es mi hogar, aquí nací y aquí me van a enterrar.