30 de diciembre, era mi cumpleaños.
No me felicitaste, ni siquiera me hablaste en todo el día.
En la noche, apareciste borracho, me diste unos de esos abrazos a distancia, de esos que me mataban el alma y rompían mi corazón.
Estabas llorando, pero no era por mí. Te atormemtaban los recuerdos de alguien más.
¿Qué podía hacer yo? Solo estar ahí para ti.
Porque yo si te quería.
Porque yo si te adoraba.
Porque yo si cumplía mis palabras.
Y Cuando te sentiste mejor, volviste a irte.