A no es de amor

2. Olvídalo ya

Audrey.

Nuestro reencuentro fue interrumpido por la novia de Zachary quien llegó en el momento perfecto, aproveche que todos estaban escuchándola hablar de la decoración de los pasillos, tome la mano de Lucía y salí de la cocina, silenciosamente, tratando de no ser notada ni escuchada, las dos logramos salir con éxito, subimos a su habitación y nos dispusimos a hacer su maqueta.

–Oye A

–¿Qué pasó Lu? –deje la pistola de silicón junto a mi, Lucía dejo de cortar las hojas de colores para girar su silla y poder verme bien

–¿Te gusta la novia de mi hermano? –muerdo mi labio. ¿Me gustaba su novia? Ni siquiera tuve la oportunidad de verla bien o hablar con ella, su voz no era muy linda y la verdad necesitaba verla bien para saberlo

–No se, ¿a ti te gusta?

–No, es que es muy mala –las mejillas de Lu se tornan rojas, acerque mi silla un poco más a Lu

–¿Por qué lo dices? –me incline un poco hacia ella, en todos los años que llevaba cuidando niños sabía que cuando alguien no les agradaba no era solo porque si, algo les tenían que hacer para que ellos los detestaran

Los niños no odian sin una buena razón.

–Porque ayer cuando llegaron, cuando nadie la vio me pellizco, le dije a Zach pero ella le dijo que fue un pellizco juguetón, le dije que no estábamos jugando y Zach le a creído a ella –sus ojos azules tenían una tela transparente, en cualquier momento se le escapaban las lágrimas, mordí mi lengua para no llamar idiota a su hermano

Estúpido, idiota, imbécil

Eso pensé de el en ese momento y aún lo pienso

–¿Quieres que hable con el? –Lu asintió

–Pero que ella no los escuché

–Esta bien, ahora ¿Qué tal si vamos por un panque para que te tomes tu pastilla? –Lu asintió más feliz, las dos recogimos lo que estábamos usando, cubrimos la mesa con una manta para que nadie pudiera ver nuestro trabajo y salimos de la habitación.

Lucia era una niña especial, ella sufría bipolaridad, su mamá aún no se lo decía, le decían que los medicamentos que le daban eran vitaminas porque estaban baja de peso, todos en la casa lo sabíamos, aún no tenía edad para saber que tenía ya después se lo dirían..

Me pase la tarde cocinando galletas, haciendo una maqueta y leyéndole un rato a Lucía, es verdad que los niños a los que había cuidado antes de Lu fueron una pesadilla, Lu también lo fue un tiempo, hasta que convencí a su mamá de llevarla con un psiquiatra, desde entonces las cosas son más calmadas el único efecto secundario –y ni siquiera sé si es un efecto por las pastillas– es que Lucía llora muy seguido, por todo, por cualquier cosa y le da mucha fiebre.

Bañé a Lucía a las siete, vimos una película y se quedó dormida. Cualquier otra chica a mi edad estaría en casa viendo una serie, con su novio, en una fiesta o quizá haciendo tarea, yo trabajaba.

Lucía dormía, su papá no tardaría en llegar y ya era mi hora de salida. Le di un último beso en la mejilla a Lu, salí de su habitación, baje a el cuarto de empleados donde dejábamos nuestras cosas, saque la mochila de mi canasta, mi chamarra y mi gorro, mientras me ponía la chaqueta mis brazos fueron tomados con fuerza, mi cuerpo fue arrastrado al baño de los empleados y fui empujada para entrar ahí.

Zachary estaba frente a mí, sosteniendo mis brazos y mirándome aún sin poder creer que estaba ahí, ni yo podía creer que nos habíamos encontrado.

–¿Necesitas algo? –pregunte después de ver que el no iba a decir nada, Zachary soltó un suspiro, me soltó y subió la intensidad de la luz –¿Sabes?, estoy cansada, es sábado y ya debería ir de camino a casa –deje caer todo mi peso sobre una pierna, el me miraba en silencio

–Te puedo llevar –su oferta me pareció buena pero no sabía si lo hacía porqué se sentía mal por haberme robado la virginidad y dejarme botada en una habitación o por cortesía

–Bien –respondí, Zachary no se movía, me estaba impacientando que aún no aceptará que la chica con la que tuvo sexo hace años en aquella fiesta estaba parada frente a él –¿Ya o todavía no? –me moví un poco, Zachary bloqueo la puerta

–¿Podemos hablar? –era lo que estábamos haciendo. Solté un suspiro

–Me puedes llevar a casa y hablamos en el camino –sus dos cables funcionales por fin conectaron y asintió.

Zachary y yo salimos de la casa, me quedé en la puerta de salida de los empleados mientras el sacaba su auto del estacionamiento, cuando se detuvo frente a mí abrí la puerta del auto, subí y abroche el cinturón, no esperaba que fuera un caballero conmigo, no después de que fue un imbécil aquella primera vez.

Le di mi dirección, puso música en un tono bajo, abracé mi mochila, apague mi celular para evitar llamadas desesperadas de mi hermana y me quedé esperando a que el tomara el valor de decir lo que tenía que decir.

Esperaba al menos una disculpa.

Si, eso era lo mínimo.

Zachary se detuvo en un alto, sus manos se movían mucho sobre el volante, no se veía seguro de querer hablar, de echo estaba llegando a la conclusión de que no diría nada esa noche, tal vez se daría unos días más para organizar sus ideas y después discutir conmigo sobre aquella noche.

Aunque si me preguntas a mi no había nada de qué hablar, éramos dos adolescentes tomados, bailamos, nos provocamos, no hice nada que no hubiera querido, lo disfruté, después me arrepentí pero no le quita lo mucho que me gustó la manera en la que me tocó y me hizo sentir esa noche.

Fue sexo, no es como si de pronto hubiera quedado embarazada y tuviera que hacerse responsable de ese bebé del que no tenía conocimiento.

–¿Hace cuanto trabajas con mi familia? –no era el inicio que esperaba, pero lo tomaba

–Ya casi un año –respondí

–¿Te gusta? –¿En serio?, Volvo a mirar al frente, me removí en el asiento y vi el auto avanzar por las calles

–Si

–Tu cabello creció –dijo con un tono tan bajo que llegue a pensar que no quería que lo escuchará, voltee a verlo, Zachary tenía una mirada un tanto avergonzada y las mejillas tan rojas que casi me reía en su cara.



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En el texto hay: misterio, humor, romance

Editado: 02.09.2021

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