A pesar de las diferencias

Capítulo 3

Mis mejores amigas tenían que irse, pero los dos mellizos iban detrás de ellas, y nos las dejaban en paz.

–Catalina ¿Quieres ir a ver mi habitación? –Le dice Dylan de forma pícara.

–Deja de ligar con mi amiga– le digo a mi hermano mientras lo tomo por los hombros intentando apartarlo de mi amiga.

–No estoy ligando, solo estoy siendo amable, Evelyn– pongo los ojos en blanco.

En el momento en el que miro a Valeria, puedo ver cómo está sofocada por las preguntas de Adrian.

– ¿Saldrías con un chico de catorce años?
– ¿Qué? – <<Pobre Valeria>> Pienso al ver tal situación.

– ¿Tienes novio? – Sigue preguntando Adrian.

–Se acabaron las preguntas– digo mientras 
aparto esta vez a Adrian de Valeria– y si, tiene novio, a si que mantente alejado, Adri– añado. Adrian se cruza de brazos enfadado, pero por fin había conseguido despegar a aquellos dos de mis mejores amigas.

Caty y Valeria salen por la puerta, yo me despido de ellas con un fuerte abrazo.

–Ya os vale, siempre igual– me quejo al cerrar la puerta.

–Catalina es guapa– responde Dylan rascándose la nuca.

Yo paso por el medio de mis hermanos dándoles un golpe en la nuca al pasar.

– ¡Oye! –Se quejan a la vez.

Subí a mi habitación dejando atrás a los mellizos, busqué por el fondo de mi armario mi ropa de deporte y me la puse, luego me hice una coleta alta. Antes de salir de casa me miré por última vez en el espejo, todo parecía estar en orden, dejando de lado mis notables ojeras. 

Durante todo el verano solo había ido un par de veces al gimnasio. No tenía nada planeado para hoy, a si que no me pareció mala idea ir a hacer pilates.

Salgo de casa mientras ignoro a mis hermanos los cuales iban lanzando datos aleatorios.

– ¡Los ojos hacen más ejercicio que las piernas! –Grita Dylan detrás de mi.

– ¡Los osos panda pueden pasar hasta 12 horas al día comiendo! –Grita esta vez Adrian.

– ¡Las primeras almohadas eran de piedra!

–Oye, dejar de gritar, los vecinos se van a 
quejar– les digo mientras espero a que llegue el ascensor.

– ¿Pero sabías que el tamaño del pene puede ser proporcional al pulgar? –Sigue hablando Dylan, yo miro a Adrian el cual ahora se estaba mirando los pulgares.

–Confirmo– dice el otro hermano.

–Esta conversación se ha acabado– digo cerrando la puerta de la casa irritada.

El ascensor llega, yo entro y toco el botón de planta cero, este desciende y se para antes de lo esperado, miro en que planta estoy y me sorprendo al ver que estoy en la planta nueve, las puertas se abren y mis ojos se conectan a unos color esmeralda, era el pelirrojo del otro día. El entra y se queda en silencio, el ascensor sigue descendiendo y al llegar a la planta cero las puertas no se abren.

– ¿Qué cojones? –oigo que murmura el pelirrojo.

–Creo que el ascensor se ha estropeado– le digo.

–No, espera ¿Enserio? Que genia– dice con un tono irónico. Él le da un par de golpes a la puerta del ascensor.

–Dudo que así lo arregles, genio– me cruzo de brazos y apoyo mi espalda contra una de las paredes.

Él me mira de una forma fría, como si realmente mi comentario le hubiera molestado.

–Entonces propón algo, genia –yo alzo una ceja, la verdad es que no sabía que tenía que hacer en estas situación, lo pienso por un segundo hasta que lo único que se me ocurre es intentar llamar a mi madre. Busco su contacto y le doy a llamar, resumen de lo que pasó, no me contestó por el simple hecho de que no había cobertura.

–Eres de mucha ayuda– vuelve a decir irónico.

–Idiota– murmuro, por suerte él no me escucha, o tal vez haya ignorado mi comentario, nunca lo sabremos. Veo como empieza a hacer fuerza y intenta abrir las puertas con sus manos.

–No vas a poder.

Él sigue haciendo fuerza hasta que veo como las puertas se van abriendo poco a poco hasta dejar un pequeño espacio por el que poder salir.

– ¿Segura? –Yo no contesto y él sale sin decir nada más.

De camino al gimnasio me quedé pensando en lo borde que había sido aquél chico, no sabía casi nada de él, solo sabía que vivía en la planta de abajo y que es un borde de mierda.

Después de un par de horas en el gimnasio haciendo Pilates, volví a casa, me di una ducha y me cambié la ropa. Hoy el día se me estaba haciendo eterno, a si que aproveche también para ir a uno de mis lugares favoritos, el jardín que había al lado de mi edificio. Había mucho árboles, arbustos, flores y bancos alrededor de todo el jardín, era un lugar fabuloso para leer.

Al llegar empiezo a caminar hacía mi banco favorito, se encontraba en un punto perfecto, no pasaba casi nadie por ahí y te ofrecía una perspectiva preciosa de todo el parque, cuando estoy a punto de llegar puedo ver a alguien sentado en él, y no era una persona cualquiera, era aquel pelirrojo, otra vez.

– ¿Qué haces aquí? –Digo cuando llego al banco.

–Anda, tú otra vez– dice de una forma anodina y sin despegar su mirada del libro.

– ¿Te he de repetir la pregunta?

–Te he escuchado, pesada.

– ¿Y no vas a responder?

–No– yo lo miro con una ceja alzada, pero el parecía totalmente tranquilo mientras leía el libro que tenía entre sus manos.

–Me estás empezando a cansar– digo irritada mientras me siento en el banco dejando un distancia razonable entre él y yo.

– ¿Tan rápido? –Sigue sin despegar su mirada del libro.

–No me provoques niño zanahoria –él por fin despega la mirada del libro y me mira con una ceja alzada.

– ¿Qué me acabas de llamar?

–Niño zanahoria –repito.

–Que gracioso por tú parte– vuelve a utilizar el tono irónico– pero para tu información me llamo Logan.

– ¿Logan que más?

– ¿Es eso importante? –Yo asiento con la cabeza, él antes de responder vuelve su mirada al libro– Logan Meyer.



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En el texto hay: romance, humor amistad amor

Editado: 04.09.2021

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