A propia piel

A propia piel

 

Escapar de casa no es sencillo, usualmente cuando uno es fugitivo procura llevarse las cosas para sobrevir, ¿Qué tomé yo?, únicamente mi mochila con un poco de dinero, y una manzana para desayunar, prepararse para ir en busca de una aventura no es algo fácil, porque te enfrentas a los grandes peligros de la vida, pero si no te arriesgas ¿Qué caso tiene vivir?

Me encuentro caminando por las calles de la bellísima ciudad de París, es un día bastante frío, pero eso no evitó que saliera a las primeras horas de la mañana, cuando aún nisiquiera ha salido el sol, así es, son las 6 de la mañana y sólo están unos escasos autos pasando por la carretera.

¿Me pregunto que aventura tendré hoy?, quizás pueda invadir una propiedad privada para sentir la adrenalina de ser perseguida por primera vez en mi vida, o bien cruzar toda la cuidad caminando en busca de la felicidad.

—Hola señor Fu.— es un adulto algo mayor, que vive tan sólo a unas cuadras de mi casa, es  el único que comprende mis aventuras matutinas.

—Dulce niña, ¿De nuevo tan temprano vagando por las calles?

—Ya me conoce.—le guiño el ojo.—Un día sin explorar es un día perdido.

—Haz hecho lo mismo desde que tengo memoria.—contesta.

—Y lo seguiré haciendo hasta el día que me muera.—menciono.— Me retiro, sino no llego a mi destino.

Me despido con la mano y continúo caminando.

—Suerte hoy, y cuídate mucho pequeña.

—Lo haré.

Decido sacar mi manzana para irla comiendo mientras pienso en algún plan sobre hoy, normalmente no me cuesta mucho, porque hago lo que mi corazón me dice.

Después de caminar por casi una hora completa, decido tomar asiento por unos momentos y me dedico a observar lo que tengo alrededor, hay un lugar que nunca había visto antes, es una clase de tienda, pero no cualquiera, una que se ve a simple vista que si algo tiras por accidente, seguramente te cobran hasta la vida.

Veo como un auto se estaciona a unos metros de donde me encuentro yo sentada, y de él salen dos adultos, uno bastante joven, y otro ya mayor, visten bastante elegantes para ser de donde yo. ¿De verdad hay gente que gasta mucho en su apariencia?, yo le robo la ropa a papá y ya soy feliz.

—Puedes ir a estacionar el auto, Mauro, yo estaré dentro eligiendo unas prendas, no iré a ningún lado, además estás en lugar prohibido.—señala el adulto joven.

Veo como el adulto duda unos momentos pero finalmente se sube al auto y arranca, el joven hace como que entrará a la tienda, hasta que el auto desaparece, acto seguido, camina rápidamente al lugar opuesto hacia donde se fue el auto, lo sigo con la mirada en todo momento hasta que desaparece entre las personas.

Rato después veo entrar al mismo hombre de hace un rato a la tienda.

Me levanto de donde estoy, siguiendo mi camino, vaya sorpresa se llevará cuando no lo encuentre dentro de la tienda.

Decido entrar a comprar un agua fresca, para poder sobrevivir el resto de la tarde, error, el más grande error que cometí.

Soy una persona honesta, y pocas veces miento, pero está vez no sé como terminé corriendo de un policía, o bueno si sé, digamos que accidentalmente robé por error goma de mascar.

Bueno, lo admito, no fue un error, simplemente quería probar que se siente la adrenalina de robar algo, una goma de mascar no dañaría a nadie, pero no contaba con que un policía estaría parado justo detrás de mí mirando como guardo una simple goma.

Era correr o tener un historial de criminal, eso no serviría para la universidad.

—¡Detenganla!.—grita el policía a mis espaldas.— es una ladrona.

¿Ladrona? en mis tiempos se le llama, vivir el momento.

Sigo corriendo hasta que cada vez lo voy dejando cada vez más lejos, doy vuelta a la derecha de la calle dispuesta a descansar unos segundos, cuando me estrello con algo.

—¡Auch!.—decimos ambos al mismo tiempo.

—Disculpa.—dice una voz ronca.—venía apresurado que no miré por donde iba.

—Yo también venía corriendo, lo siento.— levanto la mirada y veo unos ojos negros observándome.

Comienzo a inhalar y exhalar rápidamente para poder continuar corriendo.

—¿A dónde tan apresurado?.—pregunto haciendo tiempo.

—Digamos que, estoy escondiéndome de la ley.—rasca su oreja.

—¿Robaste algo?.—le pregunto.

—No.—dice confundido.— ¿tú q-..

—Así que tú eres su complice.—llega el policía detrás de mí.

—Yo.. si lo hice.—murmuro para que sólo el joven pueda oírme.

—Demonios.—dice.

—¡Corre!.— grito antes de seguir corriendo, vamos hice un pequeño mal acto lo sé, pero el policía piensa que él me ayudó, no lo dejaría ahí sin saber nada, mínimo me quitaré el peso de que le advertí, antes de huír como cobarde.

Volteo a un lado y miro como viene corriendo a lado mío, por dios, que hice, es tan graciosa la situación, pero si me río no podré seguir corriendo.

Toma mi mano y me jalonea hacía un pasillo para atravesarlo y seguir corriendo ahora al lado opuesto, unas cuantas vueltas más y al fin tenemos perdido al policía.

Comienzo a reír fuertemente, porque vamos, es graciosa la situación, yo sólo quería sentir la adrenalina de robar, y en su vez terminé sintiendo la adrenalina de estar apunto de ser arrestada.

—¿De qué te ríes niña?.—pregunta molesto.— casi me atrapan a mí por tu culpa, ladrona.

—Lo siento.—sigo riéndome.— es que fue tan cómico verte correr a mi lado, es como si tuviese a un pingüino corriendo conmigo, ¿has visto como corres?

—Muy graciosa.—dice ocultando una sonrisa, en el fondo sabe que es cierto, estoy segura.—Ya que estuve apunto de ser atrapado, ¿puedo saber siquiera que es lo que haz robado?

Saco lentamente del bolsillo de mi pantalón el paquete de goma de mascar que tomé de la tienda y se lo muestro, sonriendo inocentemente.

Comienza a reír en cuanto mira el motivo de la persecución, y no puedo evitar reír con él.

—D-de verdad que fue por esto.—dice riendo aún un poco.



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En el texto hay: adolescentes, historiacorta, romance

Editado: 28.05.2022

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