La maestra hablaba sobre la metáfora y todos esos temas que se hablan en literatura de cuarto y quinto grado de educación primaria. Su mente era capaz de asimilarlo, pues ya había leído sobre eso en uno de los libros de la oficina de su padre.
-Puede tomarse un descanso, señorita Winslow.- dijo la maestra sacando el almuerzo de su bolso mientras ella se levantaba del asiento sintiéndose liberada.
El apellido de su padre en ella le hacía sentir como una persona poderosa y admirada como él. Eran sólo tonterías de niña de primaria pretendiendo ser admirada por una maestra, deseando que no solo ella lo hiciese sino también todas las niñas de un aula completa, la que jamás tuvo la oportunidad de pisar.
Afortunada o desafortunadamente nunca tuvo la oportunidad de asistir a una escuela como la mayoría de niños normales.
Se ha quedado en casa con su padre desde que tiene uso de razón. Al cabo de cumplir cinco años, sucedió algo que marcaría su vida para siempre.
Al regreso de un festival dedicado a las madres en la escuela de su hermana mayor, ambas fueron secuestradas y asesinadas en el camino de regreso a casa. Desde ese día,Jonas Winslow, su padre ha preferido que haga las escolaridades en casa.
La pérdida de ellas dos ha sido un fuerte impacto para ambos, ahora solo se tienen el uno al otro. Aunque sumido en su empleo está todo el día, ha sido la mejor compañía de la que la pequeña disfruta, su padre es todo para ella.
Una vez levantada del taburete de madera color caoba que estaba en el aula de clases adaptado para la pequeña, se acerca al ventanal que adorna el aula. Le encantaba observar hacia el exterior e imaginar que podía jugar ahí con un montón de amigas que le expresaran lo mucho que les fascinaba el lugar tanto como a ella.
Las imágenes que percibió a través de él se quedarían para siempre en su memoria, creandole un viaje de interminables recuerdos reflejado en la tragedia que le robó a sus madre y su hermana, martillando su cabeza una y otra vez hasta el punto de llevarla casi a la locura.
En el hermoso exterior, cerca de los pinos que adornaban el bosque pequeño, aproximadamente de su edad o poco más, con todas las fuerzas posibles peleaba un pequeño para rescatarse a sí mismo. Se remolineaba contra los hombres para evitar que se lo llevaran al mismo tiempo que pataleaba y gritaba con tal desesperación como si la vida se le fuese en ello. Los contrarios, más fuertes que él, intentaban subirlo al coche negro aparcado cerca de ellos.
Las palabras de la señorita Carré, su mestra, sonaban lejanas. Aterrorizada y, por si fuera poco, paralizada quedó por un momento al ver aquella escena y pensar que eso fue lo que le pasó a su madre y a Maddie. No podía evitar que su cabeza creara escenarios similares.
Corrió tan rápido como pude escaleras abajo, la maestra detrás de ella sorprendida gritaba su nombre. Como si los pies se lo exigieran, llegó a la planta baja, el chico que había visto fuera estaba corriendo por la casa huyendo del hombre que lo perseguía mientras que otro apuntaba con el arma a los presentes en la estancia.
-¡Ni un puto movimiento o le disparo a la mocosa!- el arma viajaba de la pequeña, luego a la maestra, después a la mucama y por último a su padre quien la miraba aterrorizado.
La vista le viajó hasta el niño, corría con tanta desesperación que seguramente intentaba refugiarse en algo, tomando una pieza de ajedrez antes que fuese atrapado por el segundo individuo fue lo que se quedaría por siempre en la memoria de la pequeña. Al lograr el objetivo ambos salieron y, desesperada, ella tras de ambos.
No iba a permitir que le pasara lo mismo que a su hermana y a su madre, decidida y con mucho valor, corrió tan rápido como sus delgadas y pequeñas piernas se lo permitieron detrás del auto con el objetivo de memorizar la matrícula para llamar a emergencias.
El padre detrás de ella trataba detenerla pero no lo iba a hacer, no iba a detenerse. No está vez que estaba a su alcance evitarlo.
Estruendos salían de las armas, era él enfrentándose con los hombres que tomaron a la fuerza al pequeño. No sabía con exactitud lo que pasaba, su mente estaba tan enfocada en la cara del chiquillo, la miraba con súplica, desesperación, le pedía a gritos con la mirada que hiciera algo por él, ella podía sentirlo.
Su cuerpo delgado y pequeño se desplomó al suelo, la vista se le nublaba y los sonidos se iban haciendo lejanos, incluso la voz del padre quien, desesperado, le pedía que reaccionara. La memoria se le tornó negra y la oscuridad invadió sus ojos haciéndolos cada vez más pesados.
Dejándole solo un abismal conjunto de faltantes.
Editado: 03.02.2021