Despierto con un terrible dolor de cabeza, no tengo idea cuánto tiempo estuve en el cuarto de Maddie llorando.
Otra vez.
Por suerte me he levantado en la madrugada y he logrado escabullirme a la habitación donde estuve antes para que mi padre no sospechara.
Me levanto camino a la cocina sin antes asearme. Mi aspecto no es algo que me interese en este preciso momento, solo quiero comer, devorarme toda la comida que encuentre a mi paso.
No me molesto en levantar mis pies al caminar, estoy demasiado cansada para hacerlo, sé que mi padre después va a reprocharme por esa mala costumbre pero eso no me preocupa por ahora.
Entro sin ver a mi alrededor. Abro la nevera,me sirvo un vaso de zumo de naranja, tomo una pastilla del estante donde las almacenamos y la tomo lo más rápido que puedo antes que me vean.
—Buen día cariño, tenemos algo de qué hablar.— dice a mis espaldas.
Me volteo rápidamente, al fin sabré lo que le pasó ayer a Lauren y la razón de sus hematomas.
Aunque creo saber la respuesta.
Debe ponerle fin a ese traumante matrimonio, sin duda es algo horrible que fue más allá de solo celos, se convirtió en un calvario para ella.
Mis pensamientos se ven interrumpidos por la presencia de un chico alto con un físico muy atractivo que está parado a la par con mi padre.
Su cabellera negra y su piel clara son lo primero en captar mi atención. Sus ojos hacen contacto con los míos, me sonríe con algo de falsedad y solo me quedo viéndolo.
Ambos me observan, con la diferencia que él lo hace con una especie de lástima. O ambos lo hacen así al ver mi mortificante aspecto.
Owen Blake
Nada.
He buscado en diferentes empleos y no llega nada. Odio que los puñeteros encargados se comprometan en llamarme y al final no consigo una puta entrevista. Es mejor que digan que no están interesados.
Me veo en la necesidad de llamar a la Alex, el viejo amigo de la familia quien me ha comentado que el señor Winslow está buscando seguridad para su hija, me ha conseguido una entrevista y hoy es el gran día.
No he tenido mucha experiencia, he trabajado como guardaespaldas para dos familias a lo largo de mi vida. Dudo que un hombre de tal prestigio como él quiera aceptarme y más si se trata para una rica y mimada adolescente.
Me ducho rápido y me pongo lo primero que veo en el vestidor, tomo las llaves y salgo de casa para tomar el transporte que me llevará a casa de Alex, se ha ofrecido a recogerme ahí.
No tengo la suerte de tener a mis padres conmigo, no sé qué fue de ellos desde ese tormentoso día, aquel día que mi libertad y mi inocencia fue arrebatada. Un escalofrío me recorre al recordarlo, muevo la cabeza para deshacerme de todo rastro de recuerdo que queda en mí.
Es imposible, ni siquiera el tiempo podrá borrar todo lo que esos bastardos me hicieron.
Un auto deportivo lujoso y obviamente costoso se para frente a mí. El cristal baja dejando ver a un Alex jodidamente emocionado al conducir esa belleza. Yo también lo estaría. Me invita a subir y así lo hago.
Mi intriga aumenta al percibir que estamos saliendo de la ciudad.
—Es una casa alejada de la sociedad.— aclara al verme confundido.
Llegamos a la lujosa mansión Winslow, una vez ahí me recibe Jonas Winslow. Un señor de no más de cuarenta y muy elegante, va perfectamente vestido con ropa que seguro cuesta más que mi casa y mis pertenencias juntas y multiplicadas por diez.
Me escanea con disimulo.
—Jonas Winslow, un placer.— extiende su mano.
—Igualmente, Owen Blake.— estrecho su mano.
—Sígueme muchacho.— ordena.
Voy tras él como me pide observando todo a mi alrededor. Todo está perfectamente limpio y ordenado, no sabría cómo describir tanto lujo.
La casa me parece familiar, en algún lugar o quizá en algún sueño la vi, y si lo hice fue hace tanto que logro recordar solo lo más mínimo de ésta. Observo el living, todo el interior está decorado por colores neutros lo que da un aspecto minimalista y muy elegante.
Los muebles color gris claro claro hacen perfecto contraste en toda la habitación al igual que las luces modernas que cuelgan del techo.
Subimos a la segunda planta y llegamos a lo que parece ser su despacho. Se sienta detrás de un escritorio grande de madera clara que, al igual que todo en esta casa, debe ser costoso.
Apoya los codos en el escritorio y enreda sus manos.
Me invita a sentarme y así lo hago.
—Alex me ha hablado bien de ti. Dime Owen, ¿qué edad tienes?
—Veinte años señor.
—¿Te has dedicado a esto antes?— cuestiona sin apartar su vista de mí.
—Si, tengo experiencia. Desempeñé este trabajo anteriormente con dos familias.— trato de sonar lo más formal aunque me sienta como un idiota.
—¿Cuál es tu nivel académico?
—No tuve la oportunidad de entrar a la Universidad por cuestiones personales.
Asiente, piensa unos momentos antes de hablar.
—Necesitas saber unas cosas antes que aceptes laborar aquí— me mira, muevo mi cabeza de arriba a abajo para que siga.— Mi hija tiene reglas, el no salir de casa es la más importante, bajo ninguna circunstancia deberá hacerlo aunque ella te lo pida.
Yo tampoco quisiese salir de aquí jamás si fuera ella. No tiene nada más que desear esa mocosa. Es una niña rica y seguramente consentida, estaría tan ciega por desear algo más.
Editado: 03.02.2021