A solo un recuerdo de ti (en EdiciÓn)

2. Encuentro inesperado

"Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros y que hay puertas al mar que se abren con palabras."


 

Rafael Alberti.


 


 

Tomó sus audífonos, como tenía por costumbre, y luego el resto de las cosas que debía llevar a la escuela. Cursaba el último año escolar y no podía darse el lujo de llegar tarde y afectar su asistencia, además si quería entrar a la Universidad quería también destacarse en cuanto a puntualidad por lo que miró la hora y se dispuso a terminar de alistarse pronto para salir rápido. Encontró por Spotify la canción que tanto le gustaba de Prince Royce y al ritmo de la música comenzó la marcha a paso rápido. Ya estaba llegando al último cruce, dio una ojeada rápida de reojo y cruzó, ya por la mitad del cruce le llamó la atención una luz intensa que se encendió de pronto a poca distancia de donde se situaba, encandilándola al instante. Cerró los ojos con fuerza en una fracción de segundos...


 

—Bella... Bella.


 

Escuchó una voz familiar a poca distancia.


 

—Bella... ¡despierta!


 

La pereza y  el aletargo comenzaron a disminuir de efecto, permitiéndole sentir un suave remezón en el brazo derecho. Abrió los ojos de inmediato.


 

—Bella, que te has quedado dormida.... ¿No te has puesto la alarma?


 

—Ay no.. no escuché la alarma, quizás olvidé colocarla anoche ¿Qué hora es?—preguntó con voz angustiada.


 

—Son las siete recién. Estaba a punto de irme a clases pensando que ya estabas en tu ducha como siempre, pero al pasar fuera de tu habitación no escuché el agua como cada mañana y eso me hizo detenerme, y luego te escuché hablar dormida. Nuevamente has soñado, ¿verdad?—replicó.


 

—Sí Magda, estaba soñando. Ya sabes, sólo sueños. Lo común, tranquila que estoy bien— miró a su amiga con una sonrisa, de manera convincente.


 

—Mmmmm... ¿Segura? Porque si quieres te espero y nos vamos juntas— señaló sin dejar de observarla.


 

—De ninguna manera—enfatizó enérgicamente mientras se levantaba de un brinco. Recordó la hora y calculó que si salía en treinta minutos del departamento, alcanzaría a llegar a tiempo al turno del Hotel, por lo que se despidió de Magda que ya estaba con el tiempo justo para llegar a su clase.


 

Ingresó veloz al baño para darse una ducha, permitiéndose una fugaz mirada a su reflejo del espejo en lo que se quitaba las prendas del pijama. Suspiró ante su delgada y delicada silueta, sin más miramientos, pues debía apurarse si quería salir a tiempo. La breve pero deliciosa ducha la despertó y con más ánimo se dispuso a preparar café para llevar.


 

Al salir del departamento luego de quince minutos, respiró tranquila de llevar tiempo a favor. Cerró la puerta puerta distraídamente y giró sobre su eje concentrada buscando las llaves del auto en la cartera, apenas las consiguió fue consiente de un ruido cercano.


 

Levantó la vista con cautela y de inmediato la sorpresa se apoderó de ella al ver en todo su esplendor a un joven de unos veintidós años que batallaba por ingresar al departamento del frente al suyo, forcejeando pues las llaves que tenía en la mano parecían no funcionar bien.

Lo miró titubiante sin saber que hacer... ¿y si era un ladrón?


 

La chica carraspeó suavemente, al ver que pasó desapercibido el sutil carraspeo volvió a hacerlo de manera un poco más enérgica. El joven volteó y quedó cortado observándola.


 

— Emmm... — emitió sin dejar de mirarla.


 

Ella estaba de piedra, no sabía cómo consultarle, ¿sería vecino nuevo? No lo creía, ¿cómo era que Julieta, la vecina del frente no les hubiese comentado que se iba? Titubeaba si hablarle o no, sólo abrió ligeramente la boca pero sin emitir sonido alguno.


 

— Tranquila — indicó con su calmada voz varonil, seguramente luego de ver las cejas femeninas enarcadas por mucho tiempo — No pienses mal por favor, me presento soy hermano de Juni — carraspeó —  perdón Julieta, Juni la llamamos en casa aunque no le gusta ese apodo fuera de la familia, en fin... soy Matías, mucho gusto — tendió su mano en dirección a la chica.


 

Lo miró con desconfianza, sus cejas rebeldes se negaban a bajar. Demoró largos segundos en alzar su pequeña y delicada mano para estrechar con suavidad la fuerte mano él que le ofrecía.


 

— Matías — indicó casi como pensando en voz alta — Así que Matías, discúlpame pero me ha inquietado pues...


 

— Verme tratar de ingresar al departamento forcejeando? — se adelantó con una sonrisa traviesa.


 

— Pues sí... — lo miró con detenimiento — Lo siento, pero no te había visto nunca y bueno... — se encogió de hombros aún confusa.


 

— Lo sé — reconoció él — es que estuve de intercambio en el extranjero un par de años, intercambio de últimos años de estudio superior — aclaró — ahora que regresé quise venir a visitar a mi hermana, incluso es probable que me mudé aquí con ella ya que estudiaré un curso por aquí y mi departamento queda muy retirado y bueno — observó la cartera, el café que aferraba entre sus delgados dedos y la bolsa de mano — Me imagino ibas de salida, no quisiera retrasarte...


 

Abrumada, observó su reloj, poco más de cinco minutos llevaba junto a Matías, debía salir ya o llegaría retrasada.


 

— Sí, voy de salida — confirmó con seguridad, haciendo ademán de acomodarse  bien la cartera al hombro.


 

— Pero para que vayas tranquila haremos lo siguiente dame un minuto — indicó mientras tomaba su teléfono y marcaba.



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En el texto hay: amor juvenil, romance, amor

Editado: 23.01.2020

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