A través de la bruma (un cuento oscuro #0.9)

9

─ ¿Cómo ha ido?

Awen parpadeó y separó la mano de la piedra que tenía ante ella. Se giró para mirar a su padre y contestar:

─No va a mandarnos más neònach. Pero eso no quiere decir que no me haya ayudado ─añadió antes de que Kellan pudiera abrir la boca.

Drake la miraba con el ceño fruncido. Su padre con una ceja rubia ligeramente enarcada, esperando. Awen tragó saliva antes de proseguir.  

─Vamos a tener que hacer de buscadores de tesoros, a partir de ahora.

Trató de teñir sus palabras con sorna, pero apenas lo consiguió. Ese pequeño fallo no pasó desapercibido ni para su padre ni para su hermano.

─ ¿Qué quieres decir? ─preguntó el primero.

Awen repasó mentalmente todo lo que Padre le había dicho antes de comenzar a enumerar.

─Necesitamos una espada, el Caldero de la vida, la sangre original y el libro de Dagodeiwos, o al menos parte de él. ¿Has leído algo sobre Fragarach en alguno de tus textos? ─le preguntó a Drake.

Su hermano tardó su tiempo en contestar. La miró con la cabeza ligeramente inclinada y los hombros encorvados.

─Menciones vagas.

Awen lo miró con cuidado, analizando su tono, sus palabras. Cuando volvió a hablar, su voz sonaba autoritaria, la de una reina, no como la de una hermana.

─ ¿Sabías que es una espada que puede abrir portales a otros mundos?

Drake cambió el peso de su largo cuerpo sutilmente de un pie a otro. Awen sabía que aquella conversación sería más fácil sin su padre delante, mirando a su hermano con gesto suspicaz, aguardando como un halcón para ceñirse sobre su presa. Awen tampoco estaba ayudando con su tono severo e imperativo, lo sabía, pero tal y como se les planteaba las cosas, no podía ser dulce y amable con él. Necesitaba respuestas y soluciones lo más rápido posible.

─La mayoría de los textos en los que se la menciona están escritos en la lengua antigua y no la domino bien ─contestó Drake con voz pausada─. No estaba seguro de cómo interpretar esa parte.

Los dedos de Awen se cerraron en sus costados, que deseaban moverse hacia la daga enjoyada que pendía del cinturón que ceñía sus caderas.

─Podías haberme dicho algo, Drake ─dijo tratando de contener el enfado en su voz─. ¿Por qué no lo hiciste?

─Porque no quería preocuparte. No pensaba que fuera del todo real algo así.

Sus palabras sonaban sinceras, pero no por ello la sangre de Awen hervía con menos fuerza en sus venas.

─Pues lo es. ¿Tienes idea de dónde puede estar?

Drake negó con la cabeza.

─Sinceramente, no. Lo último que se menciona de ella es que los fae emplearon llamar a Padre y a Madre en Mag Tuired, pero no dice nada de cómo lo hicieron ni qué ocurrió con Fragarach después de eso. Puede que siga en las ruinas, en el piso superior ─dijo tras una breve pausa.

Awen ladeó la cabeza mirando a su hermano pequeño.

─ ¿Estarías dispuesto a ir a la biblioteca a buscarla? ¿A la espada, el libro o el Caldero?

Drake resopló.

─ ¿Estarías dispuesta a ir tú, hermana? ¿Por qué no mandas a alguno de tus súbditos fae? ─protestó enseñando los dientes con un gesto de disgusto─ Estoy seguro de que Keiran estará encantado de complacerte.

Awen se tensó ante la mención del nombre del fae.

─No quiero decirle nada de esto.

─Pensaba que confiabas en él.

Había un dejo de burla en la voz de su padre, pero Awen lo ignoró. O lo intentó. No pudo evitar apretar los dientes hasta que las encías le dolieron y contestar con voz tensa.

─Y lo hago. Hasta cierto punto.

Keiran era su mano derecha para muchas cosas, pero seguía siendo un fae, y los fae siempre serían sus enemigos, por mucho que compartiera la cama con él o las confidencias necesarias.

─Nadie se ha atrevido nunca a subir hasta el último piso del palacio en ruinas.

Las palabras de Drake la sacaron de sus pensamientos.

No, nadie se atrevía a subir al piso superior del palacio de Mag Tuired. Hasta donde Awen sabía, nadie lo había hecho jamás, ni siquiera los fae cuando usaron ese lugar para llamar a Padre y a Madre tantos siglos atrás. Aquel lugar lúgubre la había intimidado la única vez que había intentado entrar en él.

Había estado explorando el castillo en ruinas, despacio, tomándose su tiempo, para hacerse una idea de cómo era el lugar donde los Hijos Predilectos se reunían. Ella era la Reina de Elter ahora, y a pesar de que había decidido ya instalar su propio palacio bajo los remanentes de Mag Tuired, Awen quería saber lo que se sentía estando allí dentro, sentándose en las sillas que ocupaban la sala de reuniones, pasar los dedos sobre los escudos de piedra de las legendarias familias caídas en desgracia.

Mag Tuired emanaba una magia similar a la de la Beinn Nibheis. Salvaje, indómita, terrosa y animal al mismo tiempo. Una magia que solo entendía su propia ley. Una magia diferente a la del resto de Elter y al mismo tiempo similar, pero más fuerte.



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En el texto hay: misterio, fae

Editado: 09.11.2022

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