Cierro la puerta de mi habitación. Aun sabiendo que estoy solo en casa, y que seguramente seguirá siendo así hasta mañana, me aseguro de colocarle el seguro a la puerta como medida preventiva.
La habitación está a oscuras, lo único que alcanza a ser ligeramente iluminado es el escritorio, y solo por el punto estratégico en el que está colocado.
No me molesto en encender las luces artificiales, con el halo de luz que entra por ese espacio entre ambas cortinas de la ventana, y la luz de la computadora de escritorio, es más que suficiente.
Tomo asiento en la silla giratoria forrada en cuero negro. Por diversión, hago girar la silla impulsándome con los pies. Al inicio del recorrido una vana sonrisa está dibujada en mi rostro, pero al instante en que completo los 360 grados, mis rostro se transforma en una expresión seria.
Llegó el momento de iniciar la cacería.
Extiendo la mano, desbloqueo el celular y entro a YouTube. Pongo la primera lista de reproducción e inmediatamente la música instrumental opaca el silencio previo en la habitación.
Enseguida vuelvo a centrarme en el computador aún apagado delante de mí. Lo enciendo. Creo una cuenta falsa que eliminaré en cuanto termine con la primera fase del plan, y cambio todos los programas para que trabajen bajo esa cuenta.
Programo el último bot en el que estuve trabajando para que elimine cualquier rastro que pueda dejar. Una vez eso está hecho, me concentro en hackear el dispositivo de Asier Leclercq, mi primera presa.
Es increíble que el dispositivo móvil de un hombre que fácilmente podría quedar tras las rejas, apenas cuente con algo de seguridad, lo que facilita en demasía mi labor.
Minutos más tarde estoy navegando entre esos contactos dejados en el olvido, buscando uno en específico.
—Bingo.
Murmuro al aire al dar con el número. No sé qué es más sorprendente, ver que lo tiene registrado como Hermana, siendo que el mal nacido es hijo único, o el hecho de que no hayan perdido el contacto hace tanto como yo creía.
Vaya que estás lleno de sorpresas, Asier.
Tengo que sonar lo más parecido a Asier posible, de otro modo, no sería creíble que es él quien ha enviado el mensaje, por lo que me pierdo durante largos y aburridos minutos en leer sus conversaciones.
Suelto una maldición tras el paso de una hora. No tengo la menor idea de cuántos mensajes he leído, solo sé que son demasiados y que todavía no he llegado al que fue el primer mensaje.
Desgraciado.
Con todo, dudo que en lo que me falta por leer las cosas cambien demasiado, y hay dos cosas que me han quedado demasiado claras. Uno, Aimée es quien inicia siempre la conversación; y dos, Asier no ha vuelto a llamarla por su nombre en demasiado tiempo, sino que le dice poupée.
Hay 9 horas de diferencia entre Closwell y Francia, lo que significa que allá son las 4:12 a.m.
Perfecto.
Salgo de la conversación y borro la cuenta que había creado para hacer una nueva. Espero que la mujer siga siendo igual de distraída a como recuerdo, porque si no, mi plan será todo un desastre.
Hackear su celular resulta más complicado, porque ella sí que cuenta con un buen sistema de seguridad, cosa que no me sorprende, después de todo podría meterse en serios problemas con la ley; pero al fin y al cabo, logro entrar.
Entro a la aplicación de mensajería y les doy un pequeño empujón para que inicien a hablar por su cuenta. Ojalá que Aimée siga tan obsesionada con Asier como en el pasado, de ese modo será ella misma la que tome la iniciativa de venir, en caso contrario, ya volveré a intervenir en unas semanas.