Cuando escogí el orden en que mataría a mis víctimas, nunca pensé que el destino mismo se encargaría de ayudarme, de ponerme las cosas aun más fáciles para si algo sucede, no encabezar la lista de sospechosos.
Es de noche. Estoy en mi auto, el cual permanece aparcado fuera de una casa, oculto en las sombras para no ser visto.
Estoy esperando a que mi tercer conejito salga de su madriguera.
Los rumores corren rápido, demasiado, así que es sorprendente que Cole haya tardado tanto en saber que su novia y su mejor amigo se divertían juntos. Yo lo descubrí hace un par de semanas, por lo que espiarla para memorizar su rutina fue pan comido.
Solo tenía que manejar por las noches a la casa del susodicho, esperar un par de horas, y Anna salía de la casa para caminar en medio de la oscuridad hasta llegar a la suya.
Todas las noches recorría exactamente el mismo trayecto, nunca variaba. Pero quién la culpaba, nadie pensaría en zigzaguear por las calles cuando se supone que Closwell es el lugar más seguro por haber.
Así que aquí estaba, esperando a que saliera de la casa de Daniel.
Cualquiera pensaría que este par dejaría de verse durante algún tiempo, por lo menos hasta que las cosas con Cole se calmaran, pero no fue así, y estaba completamente agradecido a la vida por ello.
De lo contrario, tendría que atrasar mis planes para volver a la investigación.
Minutos más tarde, la puerta de la casa se abre, los chicos se despiden con un apasionado beso que se extiende demasiado, y la chica finalmente sale en dirección a su casa.
Reproduzco Toccata and Fugue in D Minor en mi celular y, manteniendo algo de distancia entre los dos, la sigo en el coche por algunos segundos.
Cuando Anna comienza a ser consiente de que hay un auto siguiéndola pretende salir corriendo, pero es demasiado tarde. No escapará de mí.
Me bajo del coche sujetando un pañuelo en mi mano, el cual está humedecido por el cloroformo.
Anna mira sobre su hombro, al verme tan cerca acelera el ritmo, por lo que yo hago lo mismo, sin ir al límite para hacer esto aún más entretenido, todavía faltan varias cuadras para llegar a su casa, y no puede gritar si quiere seguir aparentando delante de los adultos que es una santa, porque entonces tendría que explicar qué hacía fuera a esta hora de la noche.
En un arranque de valor, deja de correr y prefiere hacerme frente. Luce decidida.
Una sonrisa maliciosa se abre paso en mi rostro. Cree que puede ganarme, pero no es así, estoy preparado para cualquier cosa que pueda crear.
Anna es piscis, lo que significa que puede alterar la realidad a su antojo o, más bien, depende de cuánto haya progresado en el domino de su poder.
—No sé quien eres, pero no te tengo miedo.
Hace silencio, como si esperara que le revele mi identidad, pero si fuese a hacerlo, no traería puesto el pasamontañas. Tampoco digo nada, podría reconocer mi voz.
Como si quisiera probar su punto, utiliza su poder para crear una ilusión que nos envuelve, estamos dentro de una casa. Me encuentro apenas en la entrada, no estoy seguro de si ella está del otro lado o en alguna de las habitaciones.
Corro hacia la ventana más próxima, miro a través de ésta y no encuentro a Anna por ningún lado, lo que significa que está dentro de la ilusión que ha creado.
Reviso cada una de las habitaciones, prestando atención a cualquier sonido por si se trata de ella corriendo. De cualquier forma, si ella no está a 10 metros a la redonda, la ilusión se desvanecería.
Estoy subiendo al tercer piso de la casa cuando Anna me salta encima, lleva un cuchillo consigo, otro más de sus trucos, pero sí que puede lastimarme con todo y eso.
Enreda sus brazos alrededor de mi cuello, mas no tiene la suficiente fuerza, me la quito de encima sin problemas y cubro su nariz y boca con el pañuelo durante algunos segundos antes de que caiga en la inconsciencia.
La ilusión se desvanece y ambos caemos al piso.
Tomo su cuerpo lánguido entre mis brazos y la llevo conmigo hasta el coche.