Epílogo

—Muy bien, Leisha. —Mi instructora, Eva, me felicita después de la hazaña que acabo de realizar.

Llevaba un par de días practicando esa habilidad en particular, esa que tanto me llamó la atención durante el instituto y que nunca había logrado. Pero por fin, luego de un arduo esfuerzo, logré detener el impacto de las llamas en el muñeco con un escudo protector.

Una sonrisa genuina se abre paso en mi rostro. Y es que no daba crédito a lo que acababa de pasar. Ya me había dado por vencida con ese sueño, pero, como había dicho, con un buen entrenamiento se podían lograr grandes cosas, y es que solo me había tomado un par de semanas dominar la habilidad.

—Tienes mucho potencial —dice, mientras vamos caminando hacia la entrada al edificio. Ya estaba por tocarme mi siguiente clase, puntería—. Lo veo en tus ojos, tu iniciativa. Muy pocos jóvenes la tienen hoy en día, el departamento de policías es muy afortunado de tenerte.

Si es posible, mi sonrisa se ensancha, y es que escuchar toda esa palabrearía bonita que no solo estaba incrementando mi ego me hacía sentir bien, en paz después de todo el desastre con el que he tenido que lidia el último año.

Y llegamos al final de la historia.

Espero que la hayan disfrutado tanto como yo escribiéndola.

Después de que Álvaro y Jaeger me rescataran y que casi muriera en el auto de mi mejor amiga todo sucedió demasiado rápido, tanto que a veces me pregunto si realmente sucedieron las cosas como las recuerdo.

Tras unas semanas de mi ingreso en el hospital, una vez estuve lo suficientemente recuperada como para viajar, tomamos el primer vuelo hacia Princenton, la ciudad más cercana a Closwell.

Por ese entonces todavía no sabía cómo sentirme con respecto a Jaeger. Tenía sentimientos encontrados sobre él, porque todavía no descartaba el hecho de que se abrió a mí para mantenerme distraída y poder completar su venganza, o si realmente sentía algo genuino por mí. Pero entonces él me contó su historia, completa, sin tapujos, y fue la primera vez que no me sentí culpable de inmiscuirme en la mente de alguien.

Ver todo lo que pasó de niño, experimentar sus sentimientos en mi propia piel, me rompió. Aún podía recordarme llorando largas horas sin poder entender por qué la vida había sido tan rastrera con un pequeño repleto de esperanzas, con ese corazón tan dulce, como el mundo le dio la espalda y se convirtió en el monstruo que ahora atemorizaba a todo Closwell.

No justificaba su actuar, para nada, y la muerte de Payton seguía doliendo con igual fuerza. Pero un nuevo pensamiento inundó mi mente. Ese chico todavía podía tener salvación, y si había algo que yo pudiese hacer para ayudarlo ahí estaría.

Pero entonces pasó, lo que empezaba a temer sucedió justo frente a mí cuando menos lo esperaba.

Estábamos viendo una película en mi cuarto cuando llamaron a la puerta. Le puse pausa y me puse de pie, mientras buscaba mis chanclas la voz de Jaeger llamó mi atención. Si sabes que te amo, ¿no es así? Preguntó con la voz rota. Le respondí que sí sin pensarlo, pero no le dije que yo también lo amaba de vuelta. Entonces bajé las escaleras y abrí la puerta de casa, no tienen idea de lo mucho que me sorprendió encontrar a la oficial Boucher ahí parada, impasible, me señaló su placa y se presentó, cosa que me hizo fruncir el ceño, solo lo hacían cuando buscaban a alguien y entonces lo dijo, que venía por Jaeger, y el entendimiento llegó a mí como si de un balde de agua fría se tratase. Estuve a punto de mentir, de decir que no estaba conmigo, porque esta no podía ser nuestra despedida, pero cuando me giré, le vi ahí, tranquilo, bajando las escaleras. Todo dentro de mí se rompió, pedía a gritos que no le dejase ir, pero, como si pudiese leer mis intenciones, negó con la cabeza, me sonrío y dijo que todo estaba bien, que él mismo se había entregado.

Y me arrepentiré por siempre de no haberle dicho que yo también le amaba en ese momento, porque ya tenía un año sin verlo.

Después de que se lo llevó la policía lo enjuiciaron, el veredicto fue cadena perpetua, pero luego le hicieron un examen psicológico y salió a la luz su trastorno antisocial de la personalidad o, dicho de otra manera, sociopatía.

Fue así como decidieron no encerrarlo en la cárcel, sino en un hospital psiquiátrico porque Jaeger no estaba bien mentalmente.

Y en el hospital psiquiátrico Jaeger no podía tener contacto con el mundo exterior hasta cumplido el año, si es que se había comportado. Y ese tiempo se cumplía justo hoy.

Pero ese no fue el único golpe fuerte que recibí por esos días. Semanas más tarde, Jozef, un hombre que trabajaba con mis padres en San Francisco, se presentó en la puerta de nuestra casa de madrugada, casualmente era una de esas noches que mis padres estaban en casa.

El oficial se presentó y enseguida arrestó a mi padre, bajo la acusación de que tenían evidencia que lo involucraba con la mafia china... Tal cual había dicho Marco.

El tiempo pasó y sentía que mi vida era un completo desastre, ya no encontraba mi eje, eso que me anclaba a la Tierra. Mi papá, el pilar de mi vida, resultó ser una persona muy diferente a la que creía, y al final resultó que él no había ido a buscarme personalmente porque sabía que si pisaba San Francisco de nuevo, estaría en problemas. Al final, no solo nos mudamos porque Marco le buscaba. Además, mi novio estaba recluido en un hospital psiquiátrico, no tenía la menor idea de cómo se encontraba, que era de él en su día a día, y mi mamá estaba tan rota y desorientada como yo.

No voy a mentir, mis amigos fueron un gran apoyo en ese tiempo tan difícil.

Los meses pasaron y aunque sabía que no iba a entrar a la universidad ese mismo año, no sabía qué quería hacer con mi vida cuando el año sabático terminara. Y entonces lo encontré, un anuncio en las redes sociales que promocionaba un curso para unirte al departamento de policías.