El viento acariciaba mi cara haciendo que pequeños mechones de cabello cayeran hacia mi cara haciendo un cosquilleo en mis mejillas.
«¿Hacia donde iba?»
«¿De que huía?»
No dejaba de preguntarme mientras aceleraba cada vez más tratando de no soltar el objeto con cubierta de cuero que traía en mis manos sin darme cuenta de que el motor rugía fuertemente, pero yo solo me concentraba en el hermoso paisaje que se dibujaba ante mis ojos, ese atardecer era digno de una película, era perfecto.
A medida que avanzaba, mi mirada se situó hacia una silueta que iba rondando por la zona.
Y así fue como sin conducir a ningún lado, 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒆...𝒚 𝒕𝒖 𝒂 𝒎𝒊. En aquel atardecer donde nuestros ojos se encontraron y parecieron eternos los segundos en donde nuestras miradas se conectaron para nunca más quererse soltar. Esta vez no.