Capítulo dos :Buscate otra amigo
Perdida.
Completamente perdida.
No tenía idea como me perdí, solo ayude a un señor mayor a caminar unas cuantas cuadras que no conocía. Cuando me di cuenta ya estaba en frente de la nada
Mire otra vez el pequeño parqué del en frente, ya lo había visto por octava vez. Y mis pies necesitaban un descanso después de caminar en circulo media hora.
Me recargue de una pared desierta.
Estaba cansada, hambrienta, somnolienta y con un terrible olor a café con mod.
Esto me pasa por ser tan buena y torpe a la ves, un ser humano que siempre esta durmiendo y viendo Doramas hasta la madrugada. Es claro que es Karma por nunca ayudar a lavar los trastes. La próxima ves que visite a mi madre iré directamente a lavar.
—¿Que hace una dama tan sola a estas altas horas de la noche?
Un hombre se encaminada a mi dirección. Por la baja luz del poste solo pude ver que tenía una capucha negra y las manos en los bolsillos.
—¿Quien eres? —lo apunte con mi sombrilla.
—Nadie —se acercó, retrocedí.
—Te lo advierto, si te acercas más te molere a golpes con esta sombrilla.
—¡Uy! Que miedo —se carcajeó.
Sentía mis piernas temblar, era capas de golpearlo, pero en mi situación estaba más que débil para enfrenrarme a un tipo que al parecer no tiene nada de buena intención. Lo único que me dedique fue a retroceder, tal vez así alguien me pudiera ver.
Pero toda esperanza desapareció al sentir que chocaba con algo amplió y duro. Que no tardo en rodear sus brazos en mi torzo.
—No escaparas chiquita —me estremecí al sentir su aliento en mi cuello.
Me sujetó más fuerte cuando empecé a forcejear entre sus brazos. El primero se hacerco mientras tapaba mi boca con su mano y movía con su otra mano libre violentamente entre mis prendas.
Desesperación, eso era lo que sentía en este preciso momento de tortura y violación al espació personal. Estaba completamente paralizada con los brazos hacia atras. Mientras sentía que los dos besaban mi cuello con brusquedad.
Mire al parqué, buscando una salida, una idea, un modo de como enfrentarlos y huir.
Pero lo que encontré fue una persona sentada en unos de los bancos públicos del parqué. No lo veía con claridad por las sombras que cubrían casi todo su cuerpo.
Pero, ¿Porque diablos esa persona se quedaba viendo como estos burros trataban de violarme? Lo seguí mirando, a ver si reaccionaba. Pero para mi mala suerte, no lo hizo.
Así que no me quedaba de otra que pedirle ayuda. Con furia mordí la parte suave de la mano del sujeto. El reaccionó rápido y en los pocos minutos que tuve grite.
—¡Ayuda!
Lo único que sentí fue mi mejilla arder como un Calderón, mientras escuchaba las mil maldiciones del hombre.
Levante mi cara y con orgullo sonreí, el solo levantó su puño cerrado cabreado. Ya estaba preparada para el siguiente golpe, el cual nunca llegó.
Abrí un ojo mientras inspecionaba la escena.
El sujeto miraba hacia atras quedando congelado a su vez, su puño se había deteniado. Y ahí supe que el desconocido me ayudo.
—Joven Múller —titubeo.
Abrí los dos ojos para contemplar a mi Eros, estaba completamente igual que en la cafetería. Su cabello blanco estaba elegantemente recogido hacia atras y sus ojos azules estaban más oscuros e fríos que lo que recordaba.
—¿Que creen que hacen? —¿Acaso no es obvió?
—¿Crees que por ser de la familia Múller te voy a tener miedo? —el hombre que me sujetaba retrocedió conmigo. Él lo miro aburrido.
—Solo quiero que me den a la chica —su voz tan tranquila ya me estaba dando miedo.
—Pues, buscate otra amigo —escupió. Él solto el agarre del otro individuo.
—No quiero problemas —se hacerco —Solo dame a la chica y nadie saldrá herido.
—¡Eso en tus sueños maldito Múller —el que minutos antes él sujetaba, se abalanzó hacia él con una navaja entre manos.
Cerré los ojos esperando lo peor, pero lo único que escuche fueron dos sonidos sordos.
Sentí como las manos invasoras me soltaban de repente. Abrí mis ojos encontrandome con mi dios griego más hermoso que nunca.
Su abrigo de cuerpo completo dejaba ver su camiseta blanca manchada. Él apuntaba con un arma a la persona que yacía sin vida en suelo.
El otro sujeto corría lo más rápido posible mientras se perdía entre las pocas iluminadas calles.
—Oye, estorbo —me miro —.Con esto son dos favores que me debes.
—Y algún día te lo pagaré, lo sé —me cruze de brazos —,solo dejarme buscar otro trabajo para pagarte todo.
Él me miró incrédulo.
—¿Quien dijo que era dinero que me debías? —su mirada me penetraba a través de mi.
—Pues, no tengo nada más que ofrecerte, excepto dinero.
¡Y Dios! Su sonrisa apareció debajando ver esos hoyuelos marcados. Se hacerco hasta llegar frente de mi, levantó su arma hasta mis labios.