Capítulo diez : Aquella época
Sentí algo que tocaba mi nariz con brusquedad y dureza. Olía a metal comprimido con petroleo.
Abrí los ojos lentamente, tenía una placa de auto delante de mi completamente nueva y brillante. Me heche un poco hacía atras asustada. ¿Estaba viva? Toqué mi cara, ¡Estaba viva!.
—¿Acaso eres un gato con siete vidas? —levanté la mirada encontrandome con esos ojos que fácilmente sé distinguirian en la oscuridad.
—Tal vez, suerte.
—¿Suerte? —sé recargo del auto —Yo no diría eso —señaló debajo de mi.
Dirigí mi mirada hacía el suelo, estaba completamente sucia de charco.Un flash me bastó para saber que habían personas alrededor tirando fotos de mi horrible aspecto y claramente, a él.
Busqué rápidamente las cosas qué mi madre me había mandado a comprar. Rezada a todos los cielos para que no estén rotas ni sucias. Una vez por estar de bromista con la carne, sé me calló en el acantilado y después no encontraba que hacer con la carne sucia.
—Pareces un exorcista girando tú cabeza así.
—Buscó una bolsa —miré como levantaba mis compras.
—Son estás, ¿no? —asentí —¿Te gustan las nuevas especies?
Me levanté mientras me tambaleaba.
—Gracias por ayudarme —ironicé.
El dejó de mirar mi libro para mirarme.
—¿Cómo puedes ser tan tonta para quedarte en medió de la callé?
—Unas de mis pantuflas se estanco en un charco —resoplé.
—Eres consiente qué salistes sin nada abajo verdad —abrí la boca.
—Eso no te incumbe —lo miré indignada ¿Como diablos sabía eso, él?
—Bien, no sé que tratabas de hacer saliendo así —abrió el libro —,pero pareces una loca de un basurero.
Mi cuerpo se petrificó al verlo abrir el libro por la mitad y leerlo de lo más normal. Sabía que estaba leyendo unas de las partes eróticas cuando una ceja de su palida y seria cara se alzó.
Me balancé hacia el tratando de quitárselo, el levanto su mano alejando mi precioso libro de mi.
—¿Qué crees que estas haciendo imbécil? Devuelvame mi libro.
—No pensé que a alguien como tú le gustará lo erótico, Estorbo.
—Estás haciendo qué pierda la paciencia —estire mis brazos.
Esperen un momento, miré de reojo a todas las personas qué nos miraban con sus mandíbulas casi en el suelo. ¡Ay no! Esto era malo, demasiado malo para mi mala suerte.
Todas las personas tenían sus celulares en la mano esperando otro entretenimiento más. Trague grueso, no era el payaso de nadie y mucho menos de la gente de internet.
Con furia lo miré, él entendió al instante dándome mi libro y mis compras. Me hice paso entre la multitud mientras mi pantufla rechinaba por el agua acumulada. Estaba haciendo el ridículo desde que salí en pajama de mi departamento.
Sabía que su mirada fija traspasaba mi cuerpo, todas las miradas en realidad. Pero ser expuesta con tanta gente al rededor. Hacían que mis ojos lágrimaran. Me sentía en aquella época, en qué muchas veces rogué no existir.