A través del semestre

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"El paso del tiempo es subjetivo,
lo que tu lees en un día,
para mi es un semestre".

Ailin Robles
 

♦♦♦

Mi nombre es Ailin.

Acabo de comprar este cuaderno para empezarte a ti.

Mi diario.

No tienes muchas hojas, aunque no creo que deba agregarte esas que me quedan como reciclaje en mi casa, mi vida no es muy emocionante. Con las hojas que tienes será suficiente. Ni que fuera a escribir una novela, acaso sí llega a cuento.

Tengo 20 años y estoy en mi segundo año de carrera universitaria. Estudio Medicina. 

Sí, sé que hay muchos médicos, pero es algo que me apasiona. Desde pequeña siempre me he interesado por ayudar a los demás, y por el cuerpo humano. Para mí nada tiene más valor que darle una mano a quien lo necesita. Nada vale más que una vida. También amo los animales pero, simplemente, la veterinaria no es lo mío. De modo que aquí estoy. No me agrada pensar que cuando trabaje, sin dudas, seré testigo del final de alguna vida humana. Pero sabré que era inevitable, porque todo lo que pueda hacer para que alguien viva, lo haré.

Soy la menor de tres hermanos y una hermana. Sí, soy la benjamina. En realidad, somos benjaminas. Pero yo nací un minuto después, lo que me convierte irremediablemente en la más pequeña. Mi hermana, Alena, es mi melliza. Por suerte no somos gemelas. Somos casi idénticas, tenemos el mismo rostro pero distinto color de ojos; los míos son grises, los suyos celestes. Ella es más delgada y alta, yo más baja y rellena. Pero además de nuestras diferencias naturales, ella agregó otras. Se tiñó el pelo de negro, somos rubias naturales. Tiene diversos tatuajes y su ropero oscila entre el negro y el blanco, con algún color ocasional, monocromático podría ser un adjetivo que se ajuste bien.

Seguro deduces, viendo el panorama, que nuestras personalidades son distintas. Estás en lo correcto. No soy perfecta ni por lejos pero, ante la mirada de nuestros padres, yo me acerco más a lo que ellos podrían catalogar como normal.

Entre mis hermanos sucede algo similar. Nuestro hermano mayor, Dante, que me lleva 10 años, ya no vive con nosotros, ni siquiera está en el país. Vive en EEUU, es actor y poco nos visita, sale en una serie famosa y ha estado en alguna que otra película. Pero shhh, es tema tabú en la familia Robles.

Después está Ciro. Él es el que más se parece a mí. Dentro de mi familia, es el que mejor me cae. Estudia ingeniería, me lleva tres años, y su novia Camila es muy dulce. Es un chico atento, organizado y ya trabaja de lo que estudia, lo cual es genial, no importa que sólo sea una pasantía.

Por último está Benjamín. El que mis padres creían sería el último de la familia, y que por ello lleva ese nombre. Nosotras fuimos una sorpresa. Benja nos lleva un año, y es más similar a Alena. Aún así nos llevamos bien. No es tan denso como ella. De hecho, él estudia Medicina conmigo, sólo que está más avanzado, claro. No tan avanzado igual, un año, y sólo en algunas materias, en otras estamos a la par.

Y luego está él, su nombre es Máxxxxiifhishfsafhsahf

♦♦♦

—¿Está ocupado?

Mi escritura se ve interrumpida por un chico guapísimo que me mira con atención señalando la silla frente a mí. Sus ojos son verdes oscuros, como un valle al que el sol no ilumina porque las nubes lo cubren, y su pelo es de chocolate, como una mousse recién hecha y cuyo aroma llega a tu nariz. Pero lo que más me impacta es su acento inconfundible. Por un instante siento que el tiempo se congela y mi mente hace cortocircuito, cómo si no pudiera procesar correctamente la interrupción. 

Español.

—Disculpa, oye, ¿está ocupado? —repite agitando una mano frente a mi cara.

—No —salgo de mi estupor, espero que no lo haya notado, pero...

No logro decirle nada más. Noto que mira mi cuaderno y mis apuntes pero no emite palabra, en cambio, me sonríe. Entonces se sienta y sin volver a verme, saca sus cosas de su morral y rápidamente se pone a leer un libro de anatomía mientras toma apuntes. No puedo continuar con lo que escribía así que cierro el diario y lo tiro en mi mochila. Cuando levanto la vista para ordenar mis apuntes, el chico me está mirando.

—¿Acaso escribes un diario? — tiene una mirada curiosa, sus ojos parecen brillar con picardía, y una media sonrisa juega en su boca.

—Eres un poco metido — respondo sin pensarlo, y me arrepiento en cuanto me oigo a mí misma, pero no me disculpo.

—Vale, —levanta las manos para defenderse, poniéndose serio — lo siento, sólo intentaba hacer conversación  — y vuelve a meter la nariz en su libro de anatomía.

«Vaya forma de sacar conversación tienen los españoles» pienso.

Ordeno mis apuntes sin responderle y los guardo en la mochila, pero antes de levantarme le pregunto:

—Eres de España ¿verdad?

Él asiente: —Soy estudiante de intercambio, vengo de la Universitat de Barcelona — y sonríe, una sonrisa de verdad, con ojos chiquitos y todo, y ahí mi corazón da un vuelco, pero no por su sonrisa, sino por lo que ha dicho. 

—Ah, así que tú eres el intercambio de mi novio — mi voz no puede sonar más seca ni cortante, y no disimulo para nada mi desagrado. 

Máximo se fue a Barcelona, yo no quería; lo apoyé pero me dolió que se fuera. De alguna forma fue como si me abandonara. Siento que una parte de mí viajó con él. Le emocionaba mucho conocer otras culturas, y ver como era estudiar lejos, algo así cómo un espíritu aventurero. Él también estudia medicina, decidió estudiar al conocerme cuando éramos pequeños, me gusta pensar que lo contagie. Llevamos cinco años de novios, y él ha sido mi espalda siempre. Ahora está del otro lado del mundo. Y este chico frente a mí, es su reemplazo. Menuda cagada.




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