A tus pies

TRES

Nicholas humedeció la parte posterior de su nuca intentando normalizar el ritmo de su respiración. Había mostrado con una sola mano todas las cartas que pensaba utilizar en este escabroso juego en el que se hundía. Él esperaba que su promiscua secretaria cayera también en el.

—Cálmate, idiota— se reprendió frente al espejo. Él se encontraba en el baño privado de su oficina pensando seriamente cada movimiento a continuación. Después de que ella diese un dubitativo sí, la había enviado por un café mientras él se obligaba a regresar a la normalidad.

Lo había logrado. En un solo y fluido movimiento había logrado lo que buscaba; que ella viniese de manera voluntaria a sus brazos.

Hizo una mueca, en realidad ella había venido a él. Pero a su billetera.

—No importa —dijo convenciéndose de que el fin justificaba los medios. En su fuero interno pensó que quizá la mujer se encontraba demasiado desesperada como para ponerse a pensar lo que le proponía. Estaba seguro de que ella no pondría demasiada atención a las cláusulas que él propusiese. Un trato simple y con un único objetivo: Dolores seria suya, completamente. —Ahora sí, demos inicio a este show —se infundió ánimos como en aquellas ocasiones de vida universitaria donde los nervios previos a rendir un examen parecían ganarle la batalla.

Ah la vida había sido tan cruel y solitaria para él. Lo único con lo que contaba incondicionalmente era el mismo. Su pensamiento crítico era que ni su sombra lo acompañaría en los momentos más oscuros de su vida.

Revisó sus bolsillos buscando su móvil y tecleo enviándole un mensaje a Daniel, su único amigo desde la secundaria.

***

Ni por asomo Dolores hubiese imaginado su boda de esta manera. Sirviendo café a su prospecto de marido y mirando como firmaba los papeles que los designaban un próspero matrimonio a partir de ese momento. A su lado, su laptop con el home banking* de su cuenta bancaria abierto esperando a hacer una gran transferencia a su cuenta.

Que tonta al pensar que ese dinero era una cifra que solo un préstamo directo con la empresa pudiese saldar. Estaba equivocada, su adorado jefe con teclear un par de claves lo tenia a su disposición.

Ella tomó asiento frente a él mirando a cualquier lugar menos a la pantalla de su dispositivo. Dolores creía que cada uno debía guardar las distancias en la intimidad del otro.

—En fin, supongo que no queda más que arreglar —dijo Nicholas pasándole la pluma para que ella firmase también. —Llamaré al abogado Brown para que haga legalizar estos documentos lo antes posible.

Ella palideció. Si bien el plan era descabellado y sabia que tarde o temprano sus compañeros de trabajo sabrían que ellos estaban casados, quería retrasar lo mas posible aquel acontecimiento. En su cabeza, ella jamás reuniría los requisitos para siquiera gustarle a un niño rico como Nicholas.

¿Imaginarlos casados? Ni en sus remotas pesadillas.

—Puedo hacerlo yo misma, señor —volvió al presente contestando. No quería que Brian supiese de su matrimonio antes que sus amigas. Ellos eran todavía amigos, o eso aparentaban en los textos que intercambiaban y quería ser ella quien le dijese. Tonto, ya sabía. Pero no quería que él se sintiese traicionado como ella cada vez que él volvía con Camila, su esposa. — Llevo la documentación hasta legales y de allí a que…

Él la miró con el ceño fruncido al oírla.

—¿Por qué tendría que hacerlo usted? Es mi esposa Dolores, a partir de este momento debe comenzar a comportarse como tal —él se regocijó de su expresión. La pobre mujer estaba a punto de sufrir un soponcio a costa suya. La vida era dulce. —¿O es que tiene algún problema con que la gente sepa de nuestra verdadera relación fuera de la empresa?

Ella se sonrojó violentamente por el tono con que él dijo aquello.

—Si tengo que serle sincera, sí —confesó apenada al ver como su expresión cambiaba a una de molestia. Estaba segura de que él sabía que ella quería ocultarlo a toda costa. — Yo, seguiré trabajando a su lado, y los empleados comenzaran a hablar. No me gustaría generar malos entendidos.

¿Malos entendidos? Se preguntó a si mismo Nicholas. La mujer que tenia fama de libertina en la empresa no quería generar malos entendidos. Ella si que era hipócrita.

Algo hizo clic en su cabeza.

¿Podía ser que ella fingiera entereza y valores para que él cayera en su trampa? Todavía no tenia una charla con Brian para cuestionarle porqué continuaba volviendo a ella una y otra vez.

—¿Y qué hay de malo en eso? Dolores, ante los socios cataríes seremos marido y mujer, pero ¿quiere usted que los empleados no sepan de nuestra relación por miedo a…?

—Señor Baron— dijo ella colmándosele la paciencia. — Por si no lo ha notado, soy una mujer adulta, soltera y de treinta y cinco años. Tengo un currículo impecable dentro de esta institución. De repente me encuentro casada con mi jefe, que es siete años menor que yo y por si eso no fuese suficiente, a quien conozco hace solo tres meses. Disculpe usted por no tener una reacción tan fresca y jovial, pero a mi me preocupa mucho mi reputación dentro de esta empresa.

Nicholas se quedó de piedra. No podía refutar a ninguno de sus argumentos.  

—Bien, se hará como usted lo decida. Los empleados lo sabrán antes de la fiesta de bienvenida a los nuevos socios. En diez, días. Es lo único que puedo ofrecerle en este momento—decidió dejar allí ese asunto y ella tragó grueso, — hablemos ahora claramente de nuestras respectivas expectativas respecto a este trato —dijo intentando aligerar el ambiente. Lo que menos necesitaba era a su recién estrenada esposa enfadada con él. Por el momento se comportaría como el infame caballero en su corcel con ella, quería tenerla justo donde la necesitaba. —¿Tiene hijos, Dolores? Ya me aclaró su frágil situación sentimental, dígame hay algún hijo sin padre bajo su cuidado.




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