A un Callejón de Distancia.

Capitulo 17


El edificio de Carter me parecía más sombrío y solitario por algún motivo, pero no alcanzaba a distinguir porqué si hasta parecía ser de un nivel superior al nuestro. Pero aun así, se sentía un aire desolador; como si las personas que vivían en su interior fueran almas solitarias. Eso provocó un escalofrío por mi cuerpo y me apuré en subir por el elevador. Al parecer el personal del edificio conocía bien a Carter ya que al entrar en el edificio había encontrado a una mujer de la limpieza y cuando pregunté por él ella me miro extrañamente al tiempo que sacudía su cabeza y con un chasquido me indico el piso y puerta. Luego de agradecerle me marché, pero alcancé a escuchar sus palabras y sentí un sabor amargo por ellas. 

-Otra pobre florecilla que cayó ante sus encantos. Ay, señor, que será de ese bandido picaflor.  

     Cuando las puertas del elevador se abrieron me encontré con un pasillo obscuro, falto de luz y decoración, sus paredes de un gris oscuro solo contribuían al aire de película de terror junto al silencio en ese sitio. Caminé intentando no hacer ruido por miedo a que de alguna de las negras puertas asomara un asesino en serie y entonces mi familia ya no sabría más de mí y todo por haber ido a buscar a un idiota para que fuera a cenar. Suspiré aliviada cuando llegué a la puerta 223 como me había indicado la mujer de la limpieza. Estaba a punto de golpear cuando está se abrió de repente dándome el susto de mi vida.  
- ¡Joder Carter me diste un susto de muerte! 

    Le grite mientras cerraba mis ojos y llevaba mi mano al pecho tratando de calmar mi acelerado corazón, mi grito rebotó por las paredes del pasillo y temí que algún vecino saliera a quejarse.  

- ¿Carter? Lo siento, pero hasta donde se no soy él niña. Lo siento, él está dentro. 

     Abrí mis ojos repentinamente y me encontré cara a cara con una bella asiática con mirada terriblemente hipnotizante, su melena oscura y ondeada caía por sobre sus hombros, era tan larga que enmarcaba su cintura ceñida y sus atributos eran realmente equilibrados y adecuados para un rostro delicado y bello como el suyo. Aparté mis ojos sintiéndome un tanto intimidada y por dentro odie sentirme así; tanto que mis mejillas comenzaron a quemar y mi labio a doler mientras lo mordía para evitar lagrimear como una niña por sentirme inferior. No comprendía porque me sentía así, pero si tenía claro que detestaba ese sentimiento. 

-Lo siento señorita. Pero estaba buscando a Carter. ¿Él está? 

    Inmediatamente me abofetee mentalmente por haber preguntado algo tan ridículamente evidente, por supuesto que él estaba. Ella también noto lo ridículo de mi duda ya que se rio antes de responder.  

-Claro que él está niña. Si quieres puedes pasar; de todas formas, yo ya me iba.  

- ¿Seguro qué está bien que yo entre? 

-Por supuesto querida, entra.  

-Gracias. 

    Ella se hizo a un lado para darme paso y cuando entre ella salió, pero antes de marcharse ella se volteó con una sonrisa ladeada y me miro a los ojos fijamente.  

-Él está dentro, aunque no puedo garantizarte que esté disponible en este momento. Debe estar exhausto luego de nuestra pequeña sesión. Ahora, me voy. Te encargo que cierres la puerta al salir, es una regla importante que él tiene.  

    Y ahí estaba yo, parada en la entrada del apartamento de Carter sintiéndome como una niña torpe sin saber que hacer, pero en mi interior un nuevo sentimiento había emergido con sus últimas palabras. Enojo.  

   Cuando ingresé al lugar, pude ver que la decoración; o la falta de ella más bien, debía ser el efecto Collins. Las paredes de un gris opaco, escasa iluminación, sofás negros y ni una sola fotografía familiar, solo unas pocas de carreras automovilísticas o de motos, pero a pesar de ser un chico viviendo solo, mantenía el lugar limpio y con el piso brillante, tanto que la única lámpara encendida sobre la isla de la cocina se reflejaba en el vinílico caoba del suelo.  

    Mis pasos a penas hacían ruido, pero en aquel silencio sepulcral el “a penas” se convertía en un concierto. A la distancia, proveniente de uno de los pasillos me llegó el sonido del agua de la ducha cayendo acompañado de una suave melodía que si mis oídos no fallaban, era de Beethoven. Miré en dirección al pasillo opuesto a ese y observe una puerta cerrada por la cual se filtraba una tenue luz por la rendija contra el suelo. Aguce el oído para cerciorarme de que Carter aún estaba en la ducha y cuando lo confirme me decidí. A pasos silenciosos, pero apresurados me encamine hacia la puerta misteriosa. Apoye la oreja contra la madera para comprobar si había alguien dentro, pero el único sonido que había del otro lado era un constante y pacífico “Beep-Beep, Beep-Beep”.  La curiosidad pudo más que mi instinto de supervivencia y cordura así que sentí la urgente necesidad de saber que era aquello que provocaba ese extraño sonido.  

    Estire mi mano hacia el picaporte para abrirla, está me temblaba aunque no sabía si era por miedo o por nervios. Tome aire suavemente para darme valor como si estuviera a punto de ir al frente de la batalla; cuando estaba girando el picaporte un grito enfadado me sobresalto. 

-¿¡QUÉ DEMONIOS CREES QUE ESTAS HACIENDO!?  
 
     El susto me hizo retroceder de golpe y causó que mi cadera pechara contra una mesa detrás de mi, una que no había notado antes. La esquina filosa golpeo con fuerza y mis brazos se sacudieron en respuesta al agudo dolor derribando así un gran jarrón. Este se estrelló ferozmente contra el suelo haciéndose añicos. Esperaba que no fuera valioso. Eleve mis ojos hacia el umbral y allí estaba Carter de pie en postura defensiva y con solo una toalla envuelta en su cintura, mientras el agua aún goteaba de su pelo y las perlas de humedad le daban cierto brillo a su piel.  

-Te pregunté ¿Qué demonios haces? 

-Yo… no lo sé. 

    Este definitivamente era mi trágico fin. Solo esperaba que fuera rápido e indoloro. 


 




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