Aba.

New York.

— Francesca, ¿ya alistaste tu maleta? — preguntó mi madre en voz alta desde el primer piso. Suspiré.

— Si mamá — respondí pacientemente en voz alta mientras terminaba de poner toda mi ropa dentro de la maleta.

— Asegúrate de llevar tus ungüentos para la piel y la receta medica — me recordó mi madre.

— Ya lo sé — siempre era así, me trataba como una niña, recordándome sobre las cosas obvias.

Terminé de guardar toda la ropa en la maleta y me colgué la mochila de color morado oscuro en donde llevaba cosas de aseo personal y otras cosas que consideraba valiosas para mi, como el libro de "Las Hermanas Bunner" de la escritora Edith Wharton que mi madre me había comprado hace ya 2 años atrás. Había sido el primer libro de literatura que leí; en su interior contenía la foto de Annie, la mejor amiga que tuve en secundaria, y quizá la única. Entre otras cosas como marcadores, pinceles, y mi Sketchbook.

Bajé de las escaleras con la maleta negra en mano, mi madre me esperaba tranquilamente al final de las escaleras observándome fijamente. Una vez bajé y me puse frente a ella, suspiró.

— No creí que llegaría el día en que tuvieras que irte — dijo ligeramente melancólica.

— Lo sabías, pero no querías que sucediera tan pronto — la corregí. Ella asintió con la cabeza dándome la razón.

— Tu padre está esperándote afuera — dijo repentinamente provocando que alzara una ceja.

— Creí que tu me llevarías — dije expresando mi desconcierto.

— Podría, pero tendría que tolerar ver la cara de la nueva esposa de tu padre — la comprendí, a mi tampoco me agradaba la dichosa madrastra.

— Que injusto — expresé como molestia.

— Ve el lado bueno, solo viajaras por 20 minutos y luego serás libre apenas subir al avión hacia New York — mi madre siempre era positiva, lo cual amaba de ella.

— Volar en avión por primera vez no me entusiasma — por otro lado, yo era bastante negativa.

— Estarás bien — dijo guiándome hacia la puerta principal.

— Si me acompañaras de camino al aeropuerto tal vez estaría menos nerviosa — dije estando ya en la puerta, fuera de la casa.

— No puedes depender siempre de tu madre — me acarició la mejilla.

— Y tu eras la que quería que me quedara aquí contigo, en Dublín — mi madre me dio un beso en la frente. Siempre era muy amorosa.

— Pero nunca dije que no quería que fueras a Yale. Y ya ve, que están esperándote — me hizo dar media vuelta para después darme un ligero empujoncito hacia delante.

Estaba un poco emocionada, y quizá algo nerviosa. Por otro lado, dejar a mi madre tal vez si era un poco extraño, es decir, dejar de verla en las mañanas con el desayuno en el comedor y con los cabellos despeinados... sería inusual, o eso pensaba mientras caminaba hacia el auto negro de papá, alcanzando a divisar a su lado una cabellera rubia de piel bronceada.

Abrí la puerta trasera del auto y di un ultimo vistazo a mamá, quien estaba recargada del hombro en el costado de la puerta. Le di una señal de despedida con la mano y ella devolvió la señal. Respire hondo y dirigí mi vista hacia el interior del auto e ingresé en este, solo para sentarme y volver a mirar a mamá a través de la ventana. Ella solo esperaba a que el auto desapareciera de su vista, lo cual no tardó mucho porque papá ya había encendido el auto, y por consiguiente, avanzado. Nunca dejé de mirar a mamá, hasta que comenzamos alejarnos, tanto que en un punto ya no pude verle.

— Tranquila cariño, no debes tener miedo de tu primer viaje —habló mi padre mirándome por el retrovisor como si fuera una niña pequeña.

— No tengo miedo — le respondí desviando mi mirada de él.

— Tu papi tiene razón querida — Oh no, la rubia había volteado a verme — debes estar tranquila, porque todo va a salir bien, y si ocurre algún problema en el Instituto de Massachusetts, podrás contar con nosotros para todo — su voz con ese particular acento argot estuvo a punto de darme arcadas. Mientras la escuchaba había ligeramente fruncido mi ceño, pues la esposa de mi padre era más ignorante y entrometida de lo que pensaba.

— Es la Escuela de Arte de Yale, en Connecticut — la corregí con fastidio.

— Oh, si, si, cariño, ya lo sabía — volvió su vista hacia el frente — ¿porqué me dijiste que era en Massachusetts? — preguntó ligeramente molesta Erín susurrando a mi padre.

— Creí que era ahí — respondió mi padre también susurrando, como si no pudiera escucharles. Decidí no prestarles atención y limitarme a mirar por la ventana, pues probablemente no vería en mucho tiempo a Dublín.

En el camino estuve escuchando el constante sonido de las teclas ser oprimidas por Erín, la rubia de ojos azules que estaba sentada a lado de mi padre. No me hubiera importado si testeaba durante todo el camino, pero si al menos no le hubiese puesto sonido a las teclas de su celular táctil, tal vez me hubiera sacado menos de quicio.

Cuando por fin llegamos y bajé del auto me sentí aliviada, pues el sonido de las teclas por fin se había esfumado de mis tímpanos conforme me había adentrado al aeropuerto.

Mi padre me acompañó a realizar todos los procesos antes de abordar el avión. Para mi suerte, Erín no había querido "despedirse de mi" y se había quedado en el auto, posiblemente tecleando la pantalla de su celular.

Ahora solo estaba sentada junto a mi padre esperando aquella voz que anunciaría el momento de mi vuelo. Me relaje en mi asiento mientras miraba la gente pasar de un lado a otro. Esperar no era lo mío, me provocaba aburrimiento y constantes ganas de bostezar. Todo iba tranquilo, escuchaba uno que otro rechinido de los zapatos de la gente resonar contra el pulido suelo, hasta que mi padre suspiró.

— Francesca... — oh no, sabía que iba a decir algo innecesario y posiblemente incómodo  — sé que no hemos tenido una relación tan unida desde el divorcio con tu madre...

"Pasajeros del vuelo 12 con destino a New York, favor de abordar el avión"



#40253 en Novela romántica

En el texto hay: lgbt, amor, amor adolescente

Editado: 13.09.2019

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