Abaddona

Capítulo 14: El Cambio

Un fuerte ruido se escuchó en la calle, y sacó a Mildred del letargo en el que había caído luego de la llamada que acababa de recibir.

Se encontraba nerviosa luego que su hermana le comunicara que estaba pronta a llegar. Tantos años sin verla y ahora anunciaba su llegada, todo iba a cambiar con su presencia. Lo sabía.

— ¡Maldición! —Gruño enfadada— ¿Quién será ese impertinente que hace tanto ruido en la calle? — estuvo tentada de llamar a la policía, pero de un momento a otro todo quedo en silencio y la puerta del estudio se abrió de par en par.

— ¡Oh! ¡Estás acá! —Dijo una joven de al menos un metro setenta de estatura, que llevaba una chamarra de cuero ceñida al torso y que resaltaba su hermosa figura;

Mildred la miro molesta, mientras la joven se retiraba del rostro unas gafas oscuras y dejaba ver unos hermosos ojos negros delineados con kohl.

—Buenas tardes, mamá, se dice. ¿No has aprendido nada de tanto estudiar?

—Si, como digas, Mildred —Respondió la recién llegada arrojándole una mirada asesina.

—Arusa, deja de llamarme por mi nombre y muéstrame respeto, aún no entiendo cómo has podido cambiar tanto, muchacha.

—Ok. Madre, buenas tardes —Dijo la muchacha con actitud desafiante— ¿ya estás contenta? Ahora retírate que necesito estar a solas; debo hacer unas llamadas y no quiero moscas volando alrededor mío.

Mildred salió furiosa, ya no aguantaba la actitud irrespetuosa de su hija, no sabía en qué momento Arusa se volvió tan huraña y fría, su cinismo era tal que su propia familia se alejaba de ella, había tratado de entenderla, pero ya no podía aguantar más, su actitud escapaba de los límites de su paciencia.

Nuevamente, recordó porque se había comunicado con su hermana y le había pedido ayuda, pero a estas alturas no sabía si sería peor el remedio que la enfermedad.

Salió al jardín a respirar aire, no aguantaba tanta tensión, pero lo que vio en el jardín la volvió loca de la indignación, se dio media vuelta y se dirigió nuevamente al estudio, no podía creer lo que estaba ocurriendo.

—Arusa, esto ya es el colmo, como has podido.

—¡Vaya!, no te demoraste mucho en ver mi nuevo juguetito, esta linda ¿verdad?

— ¡Estás loca! —Grito — ¡Podrías matarte! ¡Debes devolver esa moto!

—No madre, la loca eres tú, no pienso devolverla, vamos que es una Kawasaki Ninja 300 de edición especial —Se burló sarcásticamente.

—Necesito que devuelvas esa motocicleta, es peligroso — volvió a gritar su madre.

—Deja de entrometerte en mi vida, Mildred, ¿no entiendes que ya soy una adulta? Tengo casi veintitrés años, por si lo olvidaste —replico ella.

—Tu misma los has dicho, eres una adulta y deberías comportarte como tal y mientras vivas bajo mi techo, tendrás que respetar mis normas. Entiéndelo de una maldita vez.

—Pues bien, si todo es porque vivo bajo tu techo, pues entonces me largo, no tengo necesidad, ni tiempo y mucho menos ganas de aguantar tu menopausia.

— ¡Arusa! No me faltes el respeto, recuerda que soy tu madre.

— ¡Pues no lo pareces! —Volvió a gritar Arusa— además quien crees que me dio el dinero y la autorización para comprarme la moto.

— ¡Tu padre me va a oír! —grito la madre de Arusa.

— ¿Oír qué? —se escuchó la voz grave de un hombre preguntar.

— ¡Papito! —Dijo Arusa cariñosamente— papito, cuéntale a Mildred quien me regalo la moto.

—Mildred, yo le regale la moto a Arusa, como adelanto de cumpleaños, tan solo falta un mes para que cumpla veintitrés.

La madre de Arusa, se indignó ante la confesión, dio la vuelta y se alejó azotando la puerta. Últimamente, Arusa conseguía todo lo que quería, tan solo con ir y hablar con su padre, esa situación ya la estaba enfermando, no era justo que él la defendiera y que a ella la ignorara por completo, se preguntaba donde había quedado su niña callada y atenta, no sabía en qué momento la había perdido, pero ya no estaba y de verdad que la extrañaba.

Después de la discusión, Mildred supuso que había sido correcto que llamara pidiendo ayuda, con la pedida de mano y el matrimonio tan cerca, no podía darse el lujo de deprimirse u acongojarse tratando de soportar el carácter incorregible de Arusa.

Si, definitivamente, lo mejor que había podido hacer era llamar a Lily.

La casa de Arusa estaba alborotada, su hermana mayor se iba a comprometer, el novio y su familia habían llegado y ella no tenía pretexto para irse de la reunión, sus amigos la esperaban a dos cuadras, pero la verdad es que ella ya estaba cansada de todo, nuevamente sentía la apatía de siempre, así que se quedó presa de un ataque de histeria, los llamo y les dijo que no iría.

Daba vueltas en su dormitorio como un león enjaulado, algo dentro de ella quería irse de ahí, coger su moto y salir a toda velocidad, la velocidad no la dejaba pensar y por lo menos así se sentía libre, pero no podía irse su hermanita se comprometía y le había rogado que se quedara.

Se sentó al borde de la cama, mientras revisaba un cajón de su buró, en busca de una cajetilla de cigarrillos que mantenía oculta de la vista de sus padres, pero se dio con la sorpresa de encontrar la lámpara de estrellas que tenía siempre prendida y que un día en su desesperación había tirado a la basura.




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