Abdiel

PRÓLOGO

Las gotas de la lluvia nublaban la visión de aquella chica que había ingresado a su primer semestre universitario. Caminaba con dificultad con una brazo encima de sus ojos. Visualizó a lo lejos un callejón donde podía pensar que hacer sin mojarse. Había salido desde temprano para asistir a todas sus clases, se pronosticaba un clima cálido para esta tarde; sin embargo, Walters se había equivocado. 

Sentía titiritiar todo su cuerpo y sus manos estaban como pasas. 

Una extraña sensación la paralizó de pies a cabeza, a poca distancia de ella se acercaba un sujeto. Un hombre.

- Hey, ¿Qué quieres?- preguntó algo intimidada. El hombre ni siquiera se inmutó por su presencia; como si ella no estuviera allí.- Que extraño.

Observó al hombre dibujar algo en aquella pared, ella se escondío a su espalda entre las sombras de aquel callejón y miró una estrella de cinco puntas. 

- ¿Para qué me has llamado? ¿Acaso no sabes que existen unas cuantas reglas que debemos obedecer?

Un hombre, casi de la misma altura que el anterior había aparecido de repente. Ella ahogó un grito y se tapo la boca.

- Abdiel, querido amigo. Está a punto de nacer aquel niño ó niña- la voz de aquel hombre era de un cínico.

- Aún no. Yo lo sabría. Y no somos amigos.

- ¿Por qué crees que te lo digo?

- Por que te desterraron de los cielos y ahora buscas como volver.

- No tengo porque regresar; volviendo al tema, la profesía se acaba de cumplir.

- Mientes.

- ¿Qué ocurre aquí?- otra persona, esta vez una mujer.- Es de noche, estaís congelándose.

- Disculpe dama.- la mujer sintió sus mejillas arder.- Pero esto no es asunto suyo.- sacó una espada y le atravesó el abdomen.

- ¡¿Qué has hecho?!- gritó Abdiel sentándose junto a la mujer que torpemente trataba de tapar la herida con sus dos manos. La chica, salió de su escondite y trato de ayudarla, pero una barrera invisible no la dejaba tocarla. Observó al primer hombre sacar otra espada, esta vez con fuego y la alzó a la altura de su cabeza. 

- ¡Cuidado!- gritó la chica, pero Abdiel no la observaba, ni la escuchaba.-¡ABDIEL!- volvió a repetir. Los ojos de ellos dos se encontraron. 

La chica los cerró para no ver que iba a ocurrir acontinuación, y apareció en la biblioteca de la universidad. ¡Un estúpido sueño! Y uno muy de suspenso. Recogió sus libros de la mesa, los devolvió a la bibliotecaria y salió hacia su departamento.

"Abdiel"  pensó antes de caminar hacia la cocina a prepararse un emparedado.

 




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