De entre las ramas de la maleza se asomó la cabeza rubia de una niña pequeña. El cervatillo se asustó y trató de ponerse en pie, pero Vann le puso una de sus manos sobre la cabeza y el animal se calmó.
La niña la observó desde los arbustos con extrema curiosidad, y Vann le regresó la mirada. Sin duda era más pequeña que ella, pero no entendía cómo había logrado entrar al bosque.
La chiquilla sonrió de pronto y se adentró corriendo al claro. Vann la miró acercarse, evaluando todos los posibles resultados de su encuentro. La niña era pequeña y menuda, con una cabellera rubia larga hasta su cintura. Su piel era sumamente pálida y sus ojos brillaban como el oro. Vann tuvo el sentimiento de que la pequeña desprendía luz propia de alguna forma, alegrando el claro ahí donde sus pies tocaban. Llevaba un vestido azul claro lleno de lodo y tierra y una gruesa capa de lana caía desde sus hombros.
Vann supo de inmediato que la niña pertenecía a la corte del reino de Adur.
-¡Eres tú!- gritó la chiquilla al llegar a su lado. Sus ojos tenían un intenso brillo mientras la observaba.
Vann frunció el ceño.- Soy yo, ¿quién eres tú?
La pequeña le dedicó una enorme sonrisa.- Te reconocí cuando peleabas con Kai. ¡Fue asombroso! Pensé que nunca volvería a verte, pero aquí estás.
-Me estás asustando- respondió Vann.- ¿Quién se supone que eres y de dónde me conoces?
-Me llamo Elitt- dijo la niña y se sentó a su lado.- E-En realidad nunca había hablado contigo hasta ahora, pero te ví una noche que entré al bosque, estabas hablando con los animales. ¡Enséñame a hacer eso también!
Vann la miró completamente confundida. Recordaba vagamente haberla visto cuando estaba jugando con el mocoso en el castillo, pero en realidad no estaba segura. Elitt, en cambio, bajó su mirada al cervatillo y comenzó a acariciarlo como si fuera lo más normal del mundo.
El animal se asustó rápidamente y de un salto se levantó y corrió a esconderse entre los arbustos. Elitt hizo un puchero antes de volver a prestarle atención a Vann.
-¿Cuál es tu nombre?- preguntó con una sonrisa.
Vann desvío su mirada al lugar donde había visto por última vez a las mujeres y, para su sorpresa, se encontró con la mirada de todas ellas, de nuevo a la vista. Ellas habían tomado asiento y las observaban con curiosidad. Una de ellas asintió con la cabeza, invitándola a entablar una conversación con la recién llegada.
Elitt también giró el rostro al lugar donde estaban las feminidades, pero en su caso no vió nada.
-¿Qué sucede?- inquirió.
-No es nada- murmuró la aprendiz del Oráculo.- Me llamo Vannesa, pero puedes decirme Vann.
Elitt asintió con felicidad.- ¿Crees que puedas enseñarme a hablar con los animales?- preguntó con tanta seguridad que Vann dudó por un segundo si era capaz siquiera de comunicarse.
Aquella niña tenía una extraña personalidad. Hablaba como si el mundo le perteneciera y al mismo tiempo era tan amable como si estuviera pidiendo permiso para tomar algo que ya era suyo.
-¿Quién eres?- preguntó Vann, esperando que la niña respondiera algo revelador.
-Soy Elitt- dijo simplemente.
-Ya lo sé- replicó ella entre dientes.- ¿Qué haces aquí?
-Estoy hablando contigo.
Vann miró a Elitt frunciendo el ceño. Aquella niña, por su parte, la observaba con sus grandes y brillantes ojos dorados, en una postura de infinita curiosidad.
-¿Por qué hablas con los animales?- preguntó la niña de repente, y antes de que Vannesa pudiera responder, Elitt continuó.- ¿Cómo lo haces? ¿Naciste con esa habilidad o la aprendiste? ¿Dónde la aprendiste? ¿Crees que yo también pueda aprender? Me gustan mucho los animales, pero casi siempre huyen de mí y yo…
-¡E-espera!- la interrumpió Vann. Elitt se calló y su rostro poco a poco se fue tornando rojo.
-Lo siento- susurró la niña.
Vann la observó un segundo sumida en un mar de dudas. Según sus cálculos, se encontraban a una distancia bastante considerable desde ese punto del bosque hasta las proximidades del reino de Adur. Aquella niña no podía haber cruzado el bosque en mitad de la noche, completamente sola, sin ninguna clase de provisión y seguir sonriendo como si fuera lo más normal del mundo. Había algo extraño en todo aquello.
-¿Cómo llegaste aquí?- preguntó Vann con cierto recelo.
Elitt sonrió.- Te escuché, así que seguí a la luna.
Vann la miró consternada. ¿Qué clase de respuesta era aquella? La chica miró de nuevo a las hermosas mujeres que, al parecer, disfrutaban de alguna bizarra manera aquel encuentro. Las feminidades prestaban genuina atención a la interacción de ambas niñas, y ante la mirada de Vann no hicieron más que sonreírle de una forma tan extraña que la joven se sintió profundamente incómoda.