ESCRIBE VÍCTOR
La mujer de cincuenta y tres años acaricia un bolígrafo mientras mantiene la mirada perdida en un horizonte prontamente interrumpido por la puerta de su despacho.
Se trata de la doctora Ellen Hamp, como todos en ese hospital la conocen, y se encarga de coordinarlo mientras trata de ayudar a un buen número de personas, pacientes, familiares y miembros de su equipo.
Así era, al menos, hasta que...
Su vista, perdida por la medicación que se auto suministra, peina de repente el mural que decora las paredes que la rodean. En uno de los dibujos, las coloridas figuras de dos niñas son asaltadas súbitamente por la aparición de algo parecido a una sombra, algo oscuro y dañino como lo que la tiene en jaque desde hace ya demasiado tiempo.
Sacude la cabeza y la sombra desaparece.
<< Maldita psicosis... >>
El teléfono suena mientras llaman intermitentemente a la puerta en vano.
Su estado de ánimo se resquebraja de modo lento pero inexorable, mientras con pasividad y altas dosis de indiferencia hojea la lista de pacientes que se sabe de memoria.
Por momentos las ganas de ayudar se evaporan, cuanto menos de la manera habitual estipulada.
La doctora Ellen Hamp tiene un plan.
Mientras cavila, vuelve a reclinarse en su asiento.
Su mirada regresa al marco de la puerta.
El sonido de las agujas de su reloj es lo único que, por momentos, la mantiene en la realidad.
<< ¿Qué pasaría si desestabilizase a algunos de mis pacientes para que abandonasen toda hipocresía entre ellos? >>
– La doctora Hamp ha regresado... – Joel saborea su té sabedor de que esa mujer puede hacer que regrese a la senda que nunca debió abandonar.
Frente a él, el misterioso camarero que parece no querer salir de una más que discreta y correcta labor.
A su lado, dos taburetes, en los que Paula e Irene parece que llevan un tiempo encontrando muchas más cosas en común que dificultades para entablar conversación.
Entre las dos docenas de pacientes que integran el hospital, ciertas mentes llaman a gritos la atención de Joel, otras susurrando misteriosas probabilidades de amistad y camaradería.
Éste no cesa de inclinar su cabeza y entregar su mano a todo aquél que se acerca a reconfortarle con unas palabras amables. Es la verdadera magia de aquel lugar, que desde el más alto rango del equipo a la crisis más severa, se va difuminando lo falso, lo meramente cordial, lo fríamente educado, para abrir las puertas de par en par a algo más.
¿Qué es ese algo más?
Joel mira al camarero de nuevo, que seca con esmero una copa.
La enfermera lleva al rojo vivo media mañana. Joel deja escapar una mueca ante el paralelismo.
Sin embargo, la puerta de la doctora Hamp no se había abierto en ningún momento, y a primera hora de la mañana, al interesarse por una visita, se le había confirmado su presencia en el despacho.
Aida se encontraba a gusto entre el grupo más joven.
Emanaban un aura especial, ella en particular.
Como si te encontrases en un jardín que reluce bello y espectacular al sol, solo que el ocaso ya se traga el día y en el suelo hay una ametralladora al lado de una muñeca de trapo deshilachada.
La mirada de Joel se posó en el marco de la puerta del despacho de Ellen.
De repente, se abrió.
ESCRIBE VANESSA
INFORME DE ALTA
Paciente: Ellen Hamp
Sexo: Mujer
Edad: 34
Expediente: 588692
Fecha de nacimiento: 10/04/1964
Fecha de evaluación: 03/10/1998
Profesional: Daniel Evans
MOTIVO DE CONSULTA:
Paciente que ingresa el 16/04/1998 procedente de psiquiatra (Dr. Bueno).