Me sentía demasiada embriagada, sentía que si me tocaban me embriagaría más, mis manos solo tocaban la sien de mi cabeza, por todo lo divino, me sentía fatal. Podía quedarme en una de las tantas habitaciones de la fraternidad pero no, sabía que, cualquier idiota podía entrar y hacer cosas asquerosas conmigo en este estado. No me podía dar el lujo de volver a tener un escándalo, la anterior vez todo mundo supo que estuve con dos hombres a la vez, la gente puede ser una gran hija de perra cuando quiere.
Me tambaleaba para un lado y para el otro, miles de chicos me sonreían, esto se sentía volver a estar soltera, me encantaba tener el poder en mi vida y mi cuerpo, pero en el fondo sabía que esto estaba mal hasta cierto punto. Yo pocas veces caía en un estado completo de alcoholismo, muy pocas veces, y cuando estaba a punto de cometer miles de estupideces prefería largarme en mi motocicleta. El partido de la Estatal de California había sido un total fracaso, perdieron por muchas yardas, no creía que se pudieran ver tan mal los chicos en la final. O si lo sabía, lo sabía perfectamente, mis huesos todavía recordaban el incidente, Dan no sé cómo fue capaz de hacer eso, nunca lo pensé de él. Es verdad no había ninguna exclusividad entre los dos, sin embargo ver fotos de él con cinco chicas y algunos chicos fue para matar, eso a su entrenador no le gusto para nada, y es así como el mariscal salió de la cancha sin dar batalla. Lo peor de todo fue cuando mi estruendosa risa golpeó sus oídos, pensaba que me iba a poner a llorar, no, yo no hago eso, simplemente me reí de lo imbécil que había sido para dejar que lo graven, ahí terminó todo. Yo no era la novia más normal del mundo.
Cuando encontré a la rubia más alocada del planeta junto a Phillip supe quien tendría la responsabilidad, ella no tomaba así sea su cumpleaños, no lo hacía, cuando pude mantener mi peso sobre mis pies, decidí hablar o más bien tratar de hacerlo.
—Me… lle-vasss— mis manos se juntaron, sabía que estas coladas no le gustaban, vino por mí, cuanto amaba a esta pequeña rubia. Melissa junto a Daniel eran lo más parecido a hermanos, en este preciso lugar, los amaba con cada fibra de mi maléfico ser.
—Siempre, creo que se te pasaron las copas— dejo su vaso que posiblemente tenga coca cola o agua, más bien creo que es coca cola.
—Estoy bien, no –me- ves— con mis sentidos a mil, mi cuerpo trató de formar el cuatro, eso no sucedió, caí estrepitosamente de trasero.
—Tu abuelo no tiene que ser el causante de esto— no debía mencionarlo, trataba de olvidar, de olvidar lo mierda que podía ser mi vida.
Aun no entiendo cómo logró dar conmigo hoy, necesitaba más tiempo, más tiempo para borrar su tacto de mi sistema, su aliento de mis partes, quería cortarme la piel hasta saber que no había nada que tenga su tacto. Que me haya forzado tener sexo en el baño fue lo más asqueroso y repugnante, él sabía cómo podía conseguirme y hacerme inservible.
—Puesss… lo ess. Lleva-me a casssa— asintió con remordimiento, lo podía ver en su mirada, se culpa, no debe hacerlo, ella no tiene la culpa, ella no puede con él, ni yo misma podía.
***
El tránsito para llegar a mi casa era casi nulo, o mi visión era nula, Melissa solo tenía ojos para la carretera y por mi bien ella había estado en la fiesta, ya habíamos dejado a Phillip, o su bizcochito, puaj, odiaba las parejas melosas como ellos dos, los respetaba solo a ellos.
—No te duele la cabeza— no dije nada, ella sabía que no me producía ningún efecto colateral el alcohol, en cambio una llamada podía conmigo, un solo número cambiaba mi pulso cardiaco, un solo hombre me mantenía prisionera de por vida.
Cuando abrí el mensaje, miré impactada lo que había en él, era John, y su local en completo calcinamiento, mis ojos se aguaron, no podía creer lo que mis ojos estaban observando en una sola foto, porque no lo escuché atentamente a mi abuelo cuando mencionó el local, cuando mencionó al buen John…
¡SIMPLEMENTE PORQUÉ!
Todo estaba en llamas, mi mente colisionó en ese instante, y la poca cordura que quedaba le arranchó de las manos el volante a Melissa, debía llegar a West Hollywood.
— ¡Qué carajos te sucede, Amelia!— solo trataba de quitarme de encima de ella. Pero la ira y la ansiedad podían conmigo.
—John…— era lo único que mi voz podía pronunciar, me estaba matando todo.
—Espera Amelia, yo conduzco, estas ebria…— sus palabras quedaron inconclusas cuando sentí el vacío del auto, ya no había carretera, solo una caída que acabaría con nosotras.
Sentí el impacto y mi cuerpo hacer estallar el parabrisas, sentí cada corte como si fuera el primero, sentí cada vuelta del auto, y miles de llamas a nuestro alrededor y de cómo mi cuerpo salió expulsado por el parabrisas, cada partícula de mi ser veía llamas, muchas llamas, mi cuerpo había quedado atascado a pocos metros del auto, que se extinguía.
Hasta cuando vi a Melissa, tratar de escapar, gritar como si dependiera de eso, quería llegar hasta ella, y lo único que podía hacer era gritar, muy fuerte alguien tenía que ayudarnos. Con la ayuda de mis botas logré zafarme y con la poca movilidad llegar hasta el auto, estaba boca arriba, Melissa ya no decía nada.