Todo empieza en ese típico momento en el que te vas a dormir y no puedes conciliar el sueño. Ese momento en el que empiezas a recordar todo aquello que no deberías y en el que te empieza a entrar un frío que, por mucho que intentes taparte, no desaparece.
Sabéis de que momento hablo, ¿no? Ese en el que, una vez lo identificas, sabes que solo un abrazo de la persona a la que quieres podrá darte calor.
El problema viene, como siempre, ya que no hay buenas historias sin problemas, cuando en realidad estás más sola que la una y la posibilidad de que la persona que quieres te de ese ansiado abrazo es tan remota como la posibilidad de exterminar el hambre mundial en dos días.
Estos y otros pensamientos son los que me atormentan justo en el menos indicado de los días. Y no, no estoy hablando del día anterior a que te venga la regla.
Dicho esto, puede ser importante decir que me llamo Layla y que ésta es mi historia.