Academia de Brujas

Dos.

Fuimos recibidos por la fría noche del pueblo de Pineville, nuestro aquelarre. Las luces encendidas de las pocas casas era lo único que combatía la oscuridad.

El verano estaba en su punto, la brisa fresca aullaba a la distancia y se retorcía entre los pinos que nos rodeaban, acarreando el aroma de la naturaleza hasta las construcciones rocosas que formaban a Pineville.

Como cada noche de Sababath, todos los brujos del aquelarre salían de sus hogares a la caída del sol y toda la familia se reunía en el templo para dar gracias a los dioses por el final del día y permitirnos que este fuera productivo. Era el último de los ritos diarios dirigidos por las Wiccianas.

Por obvias razones, tanto Lucas como yo teníamos prohibido faltar a los ritos, así que se nos obligaba asistir y pretender ser uno más de los habitantes de la comunidad.

Encajar entre los brujos nunca fue fácil. Pero con el tiempo la rutina se hace natural. Despertar con el sol y orar a los dioses, esperar que cayera la luna y volver a orar. Era una repetición constante, un tanto cansada y muy a mi pesar parecía que eso era lo único que haría por el resto de mis días.

En mi corazón guardaba muchos secretos, anhelos y sueños desesperanzados que nunca le compartí a nadie, ni siquiera a Lucas. Donde yo podía ser yo misma, donde no tenía que pretender y donde las pesadillas de la realidad no me atacaban nunca más.

Pero eso solo existía en un mundo perfecto, el mundo que yo inventé en un rincón de mi imaginación. A veces, pretendía que ese mundo era real y me escapaba a él.

Para cuando llegamos al santuario de Pineville, sacudí varias veces la cabeza tratando de desechar la idea irracional de un mundo paralelo que se acunaba en mi cabeza con recurrencia.

Tomamos asiento entre uno de los bancos esparcidos por el lugar, dispuestos alrededor de un altar de velas en colores fríos. Azules, morados y gris oscuro; representaban la noche y toda su belleza.

— Bienvenidos sean. — Recibía a todos en la puerta Arlen, la Wicciana que hoy quedó encargada de la adoración. — Por favor tomen asiento.

Más brujos y sus familias entraban por la puerta principal. Tan pronto entraban hacían sus reverencias hacia las velas dispuestas en el centro y colocaban una nueva que traían consigo. Así hasta llegar a un total de treinta y siete velas, una por cada familia.

— Psst idiota. — llame a Lucas — Tengo hambre.

— Ya solo falta una familia por llegar, aguanta un poco.

Y así era, por la puerta entró la última familia. Compuesta por una pareja y una joven bruja de nuestra edad, Circe Carruzo.

— Llegó tu novia. — le dije.

Circe le dedicó una melosa sonrisa a lo lejos y tomó asiento junto a su madre.

— ¿te importa no molestar con eso de nuevo? — Me reclamó aburrido.

— Es muy linda.

— Sí, pero no me agradan las locas. — Respondió asqueado. — Ayer le di tutoría a su vecino y dice que pasan cosas extrañas en su casa.

— ¿Cosas como qué exactamente? — Pregunté confundida.

— Digamos... digamos que son cosas que involucran gemir mi nombre a horas muy tardes por la noche.

— ¡No te pases! — Grité. Un segundo después estaba en el suelo retorciéndome de la risa y ganándome un regaño de Lucas.

— Ya cálmate. — Me rogó — Solo lo digo porque necesito que seas su tutora por estos días.

— Lo pensaré supongo. — dije reponiéndome de la risa.

— Atención hermanos — nos interrumpió Arlen. —Ya podemos comenzar.

Todos hicieron silencio, y así los brujos comenzaron a adorar.

• ✧ •

Al salir de la adoración de la noche nos dirigimos de vuelta a la torre, me agarré del brazo de Lukas, me sentía orgullosa de decir que teníamos la confianza suficiente para compartir nuestro calor corporal en noches tan frías como esta sin significar algo más allá que la amistad pura. No inocente claro, porque ambos tenemos la mente podrida, pero una amistad al fin.

— ¿Aún sigues con tu crisis de identidad? — Me preguntó de la nada.

Levanté la vista a su mirada dorada sin dejar de reclamar su cálido brazo. En esta posición podía aspirar su reconfortante aroma a canela.

— No es que tenga una crisis por así decir, es solo que no estoy preparada para ir a una Academia en un islote donde nunca he estado y que gente que nunca he conocido decida la profesión a la cual me dedicaré toda mi vida basados en nada más que mi desempeño académico. — Me desahogue expulsando las palabras con premura.

— A veces me pregunto cómo no te atoras al hablar tan rápido. — Se rió. — La vida es injusta pero no hay más opción.

— Debes considerar que tienes los mismos conocimientos que una tutora, es una gran ventaja, podrían darte una profesión si colaboras.

— Define colaborar. —Inquirí.

— No robar mi ropa interior y convertirla en una bandera, por ejemplo.

— Eres tan aburrido cuando quieres.

Rodó los ojos. Ya habíamos llegado a las escaleras de nuestra torre y el calor que había allí dentro era suficiente para romper nuestro agarre, aun así mantuvo el contacto visual y me dedicó una sonrisa cansada.

— Volviendo a lo de la Academia, recuerda que me tienes contigo para lo que desees.

— Eres adorable si lo dices así, pero sé que tu intención es seguir experimentando conmigo.

— Si, pero te pago con gemas y tú me das tu consentimiento. — respondió obvio.

— No sé porqué, pero eso me suena a prostitución.

— Como si no te hubieras vendido por menos. — Se dio la vuelta y subió las escaleras hasta su habitación.

— ¡Oye! — Le grité de vuelta haciéndome la indignada.

La verdad es que nuestra relación era así y hasta las wiccianas más anticuadas estaban acostumbradas a pretender como que no nos escuchaban cuando uno de esos comentarios fuera de lugar salía al aire. Caminé tras él y nos detuvimos ante nuestras puertas.



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En el texto hay: academia de magia, romance, brujas

Editado: 11.08.2021

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