AIDEN
Me gusta pensar que mi mayor talento es encontrarme a mí mismo entre las páginas. Donde soy mi guía, consejero e incluso mi propio profesor de filosofía cuando me pasaba con las copas de vino muy tarde en la madrugada. Mi tendencia se volvió en el día a día, instantes de concentración donde replanteaba mis más profundos pensamientos.
Creo con fervor que la meditación y el ser autodidacta son importantes una ciudad donde todo el mundo quiere tomar un trozo de ti, aprovecharse y conseguir agradarte solo porque tienes cierta ventaja con la que ellos sueñan y que podría ser usada en tu contra.
Durante mis cortos años de vida he tenido tiempo suficiente para cuestionarme quien me gustaría ser en el futuro, y siempre mi respuesta es la misma. Alguien seguro de sí mismo, lo suficiente para que nadie, pueda encontrar fallas en sus ideas. Me refiero a la clase de ser al que confiarías ciegamente tu vida y todo lo que amas ya que sabes que de algún modo él siempre será el camino correcto.
Eso para mí es el Rey que yo seré, mi destino. Y aunque en el curso de mi vida ya existan eventos premeditados y ajenos a mi voluntad, yo he decidido forjar mi carácter que es un derecho que nadie me puede arrebatar.
La luz que entraba por la ventana de mi estudio, iluminaba las muchas estanterías que tenía por paredes. Títulos como literatura, relatos épicos, manuales de guerras y biografías de grandes conquistadores que pisaron hace años la misma tierra que yo, eran de los primeros que saltaban a la vista. Tardes como esta eran perfectas para hojear páginas sin llevar la cuenta del tiempo y dejar de lado las demás responsabilidades del día a día. Un lujo que yo no poseía puesto que en cualquier momento supuse que sería interrumpido por nadie más que Esdras, mi mejor amigo.
— Libros fuera.
— Me quedan dos minutos — dije dirigiendo mi vista al reloj encajado entre uno de los muchos estantes.
— No me importa — se burló y puso sus entrometidas manos sobre mi libro, lo cerró y lo puso a un lado.
— De qué sirve tener un acuerdo de que respetarás mi horario si al final no lo vas a respetar —espeté cansado.
Esdras entrecerró sus oscuros ojos en mi dirección.
— Den, ¿desde hace cuánto estás estudiando?
— No se... — respondí dubitativo — solo sé que el sol aún no había salido aun cuando empecé a leer.
Él dejó salir un largo suspiro.
— Muy bien. Suficiente estudio por hoy, ya es hora de parar antes de que enloquezcas más.
— No quiero.
— Si quieres — sonrió y su tono divertido me decía que habrían problemas.
— ¿Qué hiciste ahora Esdras?
— Gemelas. Las conocimos anoche luego de que te marcharas de la taberna, los chicos las vieron a lo lejos y les invitamos una ronda, son una preciosidad
Yo resoplé y lo vi a los ojos, no podía hablar enserio ¿no?
No sé cómo es que no me había acostumbrado aun a Esdras Grieff. Y parece que una vida junto al famoso hijo del Tesorero real no era suficiente para acostumbrarme a las rebuscadas ideas con las que se despertaba.
— Déjame adivinar, ¿planeas hacer un trio con las gemelas?
— No amigo, quiero que esta noche disfrutes los placeres carnales que esta miserable vida tiene para ofrecer.
Su abundante cabello castaño con mechas doradas que apenas rozaba sus hombros, enmarcaba una mirada con la que sentí que me rogaba el mundo y a la vez nada. Ese era su encanto, esa mirada y el uso de las palabras correctas habían logrado que media Caelum se lanzara a sus sabanas, también juega a su favor el cuerpo musculoso producto de intensas horas de entrenamientos, tantas horas como las que yo invertía en mis estudios privados.
— Quiero que seas feliz y yo quiero estar a tu lado para verte sonreír. —Terminó diciendo.
— No Esdras, no quiero compartir gemelas contigo. — Expresé incomodo por su imprudencia.
— Bien, pero aun así tienes prohibido seguir estudiando por hoy.
— ¿Acaso eres el Rey? — arqueé una ceja.
— No. Pero considerando que Theo y yo hemos sacrificado nuestro preciado día de entrenamiento para tener una gran noche con nuestros amigos, pensé que podrías hacer lo mismo por nosotros y parar los libros solo por hoy.
Esta conversación me estaba exasperando, Esdras podía ser demasiado insistente cuando se lo proponía hasta conseguir lo que quería. Nadie decía que no ante él, y si se atrevían el de seguro presionaría como todo niño malcriado.
—¿Podrías iluminarme con el motivo de la celebración?
— Es nuestra despedida de la ciudad antes de ir a la Academia.
La Academia Ylia, una de las más ambiciosas decisiones que han tomado mis antepasados en mucho tiempo. El sistema educativo obligatorio se había instaurado durante años. Enseñarles a los brujos era una gran estrategia que daba como resultado una población educada en ciencias, arte, política y el correcto uso de la magia.
Con el tiempo fueron creados los registros, donde quedaba constancia del desempeño de cada uno de los estudiantes y a los más destacados se les ofertaba cargos públicos que pudieran manejar. Por estos motivos no solo teníamos súbditos educados, poseíamos las personas más capaces de todo el continente de Ylia trabajando para beneficio del Reino.
La Academia revestía de una importancia tal que ni siquiera yo podría ignorar el llamado obligatorio de partir a la academia a los veinte años el día del solsticio de verano.
— Sabes que no me dejarán salir de nuevo — dije obvio. — Se supone que tengo prohibido salir del palacio y relacionarme con los demás.
— Déjame eso a mí. — Esdras sonrió.
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Uno por uno entraban los miembros de la realeza y criados, trayendo consigo velas rojas y naranjas en representación del ocaso.
El rito vespertino estaba por comenzar, lo que significaba que todos los brujos que podían debían reunirse en el salón de adoraciones. La asistencia no era algo obligatorio ya que con tanto que hacer en este palacio era común que faltasen miembros importantes de la corte.