Academia de Brujas

Siete.

• A I D E N •

No sé qué captó primero mi atención, su escote a la vista de forma descarada o la palidez tan inusual de su piel.

La desconocida descansó su atención en mí, sonrió y se perdió en una de las habitaciones de la cabaña.

Oh no.

Theo enloquecería si la encontraba dentro. Todos en la ciudad sabían que estaba estrictamente prohibido entrar a la cabaña, por eso la terraza tenía unas puertas de verjas que estaban abiertas toda la noche.

Debe de ser otra de las chicas de Terra, pensé. Después de todo, una bruja así de inusual claro que la hubiese recordado si fuera local.

Terminé mi trago y supuse que tenía que hacer lo correcto. Con mis amigos ocupados, pensarían que fui al baño si no tardaba demasiado.

Entré a la cabaña y noté que las luces estaban apagadas. Sin embargo, con la iluminación de la fiesta justo al lado era capaz de ver lo suficiente para notar la desconocida recostada en la pared, como si estuviera esperándome.

Con mi brazalete de gemas en mi muñeca podía encender las velas del lugar en un segundo, haciendo uso de una piedra naranja para invocar el fuego.

—Por favor déjalas apagadas, me gusta el misterio. — dijo al prever mis intenciones.

Su voz sólo podría definirla como fría. De algún modo y aunque no la conociera, sonaba ajena. Una voz rasposa que me tomó por sorpresa.

Su vestido de encaje negro dejaba entrever su pálida piel, haciendo un contraste magnífico con el color alabastre y cremoso de sus piernas. Su cara redonda enmarcada por un corto y oscuro cabello, mostraba unas mejillas rosadas.

—¿Quién eres? — Me encontré preguntando.

Sonrió de lado y se acercó con lentitud hacia mí, la poca luz que entraba dibujando sus curvas. A nuestro alrededor no había más que algunas puertas cerradas con llave, y algunos barriles con licor, botellas vacías y ciertos utensilios de limpieza. No tenía espacio donde escapar.

— Digamos que te he estado observando hace algunas noches, y no tenía otra forma de llamar tu atención.

Me sorprendí por su creatividad. He de decir que en mi posición de heredero es de esperar que las solteras del reino siempre traten de hacerse notar, y con el paso del tiempo siempre había una que otra, a la cual se le ocurría algo nuevo.

— Si me observaste lo suficiente sabrías que está prohibido entrar aquí.

Se había acercado bastante, estaba a un centímetro de distancia.

Se bufó seca como si hubiese escuchado una mala broma.

Mordió sus labios con cierta gracia, a la vez que sus manos se permitieron acariciar mi cara.

—No soy de esos. —la corté, y sostuve sus manos entre nosotros. — Sabes, estoy interesado pero no es el momento.

Esdras diría que soy un estúpido si le contase lo que estaba pasando.

—Oh vamos, será divertido.

Se zafó de mi agarre y sus labios abrieron su camino por mi cuello, sus habilidosas manos sostenían con determinación los lados de mi cara.

Suspiré, no estaba de acuerdo con nada de esto y aunque quisiera decir que estaba disfrutando, la realidad no era esa.

¿Qué debería decir en una situación así? Seguro lastimaría su autoestima si la detenía, pero era eso o hacer algo que no quería.

El agarre de la desconocida se transformó en caricias que bajaban por mis hombros.

—Sabes... no... no estoy cómodo —. las palabras salieron como una súplica.

Haciendo caso omiso, sus labios dejaban mi cuello y temí porque se acercara a mis labios.

Pero de un momento a otro, pasó.

Regla número uno del continente de los brujos, no tocar sus gemas.

Solo notar la punta de sus dedos en mi brazalete fue suficiente para reaccionar y agarrar su cuello entre mis manos. Acto reflejo lo llaman algunos, supervivencia dicen otros.

—Suéltame —.Su voz sonaba más chillona y sus ojos de alguna forma se hacían más oscuros, como si de ella saliera la oscuridad misma —.No puedes matar a una bruja igual que tú.

—No eres una bruja —. Respondí confiado.

Invoqué las llamas y la criatura ardió.

Adoptó una forma extraña al transformarse y sus gritos ahogaron la música que se estaba tocando afuera. Con lentitud, fue desintegrándose hasta que lo que había entre mis manos no era más que cenizas.

Me costó respirar varias veces para poder calmarme, las cenizas ahora revoloteaban por todos lados, tiñendo de negro mis pantalones, el suelo y los barriles a mi lado.

Yo me dejé caer cuando me caí en cuenta de que me había llevado una vida.



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En el texto hay: academia de magia, romance, brujas

Editado: 11.08.2021

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