Academia de Brujas

Veinte

• A I D E N •

 

Tener a Ivy haciéndome compañía era un privilegio, quise disfrutar cada segundo de su compañía. Me sentía cómodo por primera vez luego de todo el estrés que representaba la Academia, la mudanza y hasta mis amigos. Y a todo eso sumándole el peso de una corona.

La noche iba bien, hasta que Esdras subió a la azotea buscándome y, literalmente, me arrastró hasta mi habitación con la excusa de que yo no había dormido lo suficiente en varios días, lo cual era cierto, pero no era motivo para interrumpir el primer momento de paz que había experimentado en estas últimas dos semanas.

— Den, lo siento.

Ya era el día siguiente, Esdras me hablaba desde su asiento en el salón de clases, a mas o menos dos puestos de distancia de mi. Desde sus lugares, Theo y Moll apreciaban divertidos la escena.

Nos encontrábamos en un gran salón de clase, cuyas paredes ahuecadas por ventanales, invitaban a apreciar el follaje que rodeaba la Academia. El salón tendría capacidad para unos setenta estudiantes a la vez, parecía un chiste que la directora haya ordenado crear una sesión de clase particular para cuatro brujos.

— Sabes que hice lo correcto.

— No importa — dije quitándole la importancia al asunto.

Aunque Esdras fuera quien le dio fin a mi encuentro, era de esperarse que tarde o temprano todo volvería a la normalidad. Es decir, por lo que había conocido de Ivy, era claro que no estaba interesado en nada serio, y aunque la había encontrado en un momento de vulnerabilidad jamás me perdonaría aprovecharme de eso.

— Deberías invitarla al dormitorio — sugirió mi amigo.

Miré molesto a Esdras y negué con la cabeza.

— No es lo que estás pensando, puerco — se burló — digo que deberíamos hacer una pequeña fiesta, y si las cosas salen bien podrías invitarla después a una cita.

— Wow — se maravilló Theo — es la idea más coherente que has tenido en todo lo que va de año.

— Tengo mis momentos. — El castaño encogió los hombros.

— Oigan, pero nunca dije que quiero salir con ella o que me gusta.

— ¿Creen que sería buena idea repetir con la Cerveza? — cuestionó Theo ignorándome.

— ¿Podrías hacer algo con trozos de frutas? a ellas les gusta mucho esas cosas — opinó Moll— podríamos invitar a las gemelas.

Esdras sonriente asintió ante la idea.

— Chicos, enserio no estoy cómodo con esto.

Mis palabras se perdieron ante la voz masculina que saludaba al atravesar las puertas de la entrada. El profesor Saías había llegado y nosotros dimos por terminada la conversación.

• ✧ •

— La primera clase habíamos tratado un poco de la guerra, donde se enfrentaron ángeles contra demonios, así que hoy nos enfocaremos en lo que pasó después. En el momento en que los ángeles perdieron la batalla, pero los brujos acudieron en ayuda de todos y encerraron a los demonios en el inframundo.

Mientras Saías impartía sus clases traté de prestar atención, o mejor dicho aparentar que lo hacía. Este era uno de los temas básicos que dominaba a la perfección, no ncesitaba repasar algo que me habían enseñado a los doce años, pero admitir algo así no era propio de alguien en mi posición.

Con el rabillo del ojo busqué a mis amigos, encontré a Theo tomando apuntes, Moll pretendía que hacía lo mismo pero en el fondo sabía que en realidad estaba dibujando en su cuaderno y Esdras sin vergüenza alguna, miraba al techo.

— La Diosa Hécate, de lo irracional, nos bendijo con las gemas, dándonos una fracción minúscula de su poder para con ellas protegernos de los seres de Coryanne, la diosa que envió a sus demonios contra nosotros. Entre las gemas, la más importante fue la que sirvió para protegernos y fue denominada como la Piedra de Luna — su atención se detuvo en nosotros.— Aunque claro, creo que ya ustedes la han visto en el palacio. Los mitos cuentan que al acabar la guerra, la piedra pasó a convertirse en un tesoro familiar de los Arcoelli.

Con eso se detuvo, cruzando los brazos y recostado en su escritorio, esperando que alguno de nosotros hable comprendí.

— Den, ¿habla de la cosa brillante que tu padre usa como pisapapeles en su despacho? —Preguntó Esdras.

— Si, esa misma — le respondí.

Por su parte Saías no daba crédito a lo que acababa de escuchar, estaba atónito.

— ¿Me están diciendo que una reliquia milenaria, está siendo usada como pisapapeles?

— La verdad es que en el palacio no somos materialistas. — Habló Moll, con la mirada puesta el los trazos que hacía en su cuaderno.

El profesor no dejaba su asombro, incluso por un momento lo percibí más pálido.

— Pueden retirarse.

• ✧ •

— Pensé que iba a vomitar — opinó Theo en nuestra caminata de vuelta al dormitorio.

— ¿A ustedes también les da un mal presentimiento? — pregunté.

Los tres asintieron para mi satisfacción. No es que me sintiera intimidado por su trabajado cuerpo, su gruesa vos o su estúpido cabello perfecto, pero es que el idiota se creía la gran cosa solo porque citaba de memoria los libros de historia prohibidos por las Wiccianas, como si yo mismo no los hubiera leído a los nueve años.

— Cariño — Esdras se dirigió a mi y me obligó a detener la caminata — es hora de que invites a Ivy a nuestra fiesta.

— Te dije que no me digas Cariño — fruncí el ceño.

— Si no te interesa, puedo invitarla yo — sonrió de lado, retándome.

Sabía que se atrevería a invitarla. Como lo había hecho con cualquier bruja que se le cruzaba por enfrente, pero la bruja en cuestión no era como las demás y la verdad me causaba cierta curiosidad saber como sería que se negara a cualquier insinuación de Esdras Grieff. Aunque la imagen en mi mente era bastante graciosa, preferí no averiguarlo.

— Está bien lo haré.



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En el texto hay: academia de magia, romance, brujas

Editado: 11.08.2021

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