Aiden
Hacían dos semanas desde la última vez que los cuatro hacíamos algo interesante, confinados en nuestro dormitorio compartido, él único entretenimiento era el negocio de Moll y Theo. Al principio no le tuve fe, ya que ningún estudiante cargaba con gran cantidad de monedas porque todo en La Academia es enteramente gratuito, sin embargo ellos se conformaron con recibir gemas a cambio, razón por la cual el mueble de la sala tenía debajo una caja llena de gemas de todo tipo de elementos. Eso significaba que no tendríamos que salir a buscar más gemas cuando se gastaran las nuestras.
Tenía dos semanas desde la última vez que vi a Ivy, desde aquel incidente no volvió a subir al invernadero y yo por algún motivo no me podía concentrar con mis lecturas en medio de aquel silencio. Esdras se ofreció para acompañarme un par de veces, pero no era lo mismo, le dije que era mala idea y que debíamos volver a nuestro dormitorio, al hacerlo nos encontramos con la sorpresa de que una delgada brujita de corto y rubio cabello iba saliendo por nuestra puerta. Resultó que Circe le pidió a su primo Moll conocer a alguien.
Ese día Esdras no me obligó a dormir, por el contrario, el castaño me obligó a permanecer despierto hasta muy tarde en la noche. Espiando por los pasillos, trataba de asegurarse de que no hubiera nadie en pie, y para no ser reconocido teníamos puestas unas oscuras capas que ocultaban cualquier forma que pudiéramos tener, nos camuflaban entre las sombras.
¿De donde sacaron las capas? No sé, lo más probable es que las hubieran tenido preparadas desde antes de llegar a la Academia por algún motivo que desconozco. ¿Debería preocuparme? Seguramente sí, pero ya en este punto nada de mis amigos me sorprendía.
— Es la primera puerta en la izquierda. — Murmuró Theo al doblar por otro de los miles de pasillos de roca pálida que componían el Ala este de dormitorios masculinos.
— ¿Recuerdenme, por qué estoy haciendo esto? — Me encontré preguntándole a nadie en particular, ganándome una queja de parte de ellos para que bajara la voz.
— Porque queremos mucho a Moll. — Esdras giró sonriendo en mi dirección, su melena meciéndose por la acción.
Yo bufé como respuesta, en realidad la situación era de lo más exagerada, como siempre. Circe simplemente le había pedido a Moll conocer a un amigo suyo de Pineville, y Esdras como siempre metiéndose en los asuntos ajenos, opinó cuando la bruja se marchó que lo más conveniente sería que todos lo acompañaremos para que nunca olvidara este día. Claro está, a mi se me hacia un acto innecesario y totalmente guiado por los celos Esdrás por lo que decidí acompañarlos, solo para asegurarme que lo que sea que tenían planeado no fuera nada ilegal.
Moll todo el camino sonrió como el desquiciado que es, encontrando placer en este tipo de cosas y estaba de acuerdo con la sugerencias del castaño. Al parecer el plan era asustarlo para que pensara que Circe y su familia pertenecían a una secta y que nosotros queríamos integrarlo, por lo que debía hacer su ritual de iniciación.
El hecho de que se les ocurriera y apoyaran estas cosas me hacía reconsiderar seriamente la idea de dormir bajo el mismo techo con ellos
— Creo es esta. — Murmuró Theo deteniéndose frente a una puerta. — Cúbranse.
Ellos flanquearon la entrada y se colocaron los gorros de sus capas sobre sus cabezas para ahora si ocultarse completamente, yo hice lo mismo por precaución, pero desde la distancia ya que mi labor se limitaba a observar, dejé muy en claro que no quería nada que ver en esto.
Una vez que estuvieron de acuerdo con que estaban listos, tocaron a la puerta y esperaron hasta que abrió un brujo de mediana estatura, me percaté en que todo en el eran tonos cálidos, desde sus atónitos ojos ámbar hasta su cabello anaranjado. Me pareció un niño muy adorable, y pensé que ambos habitantes de Pineville que acababa de conocer eran muy agraciados físicamente, debería hacer una visita al pueblo algún día.
— ¿Eres Lucas Tamber? — Preguntó Esdras posicionándose frente a él, fingiendo una voz gruesa.
Por su parte, el brujo se limitó a asentir con la cabeza, una afirmación muda, la confusión que emanaba era bastante palpable. ¿había estado durmiendo? Lo más lógico era que si y sentí algo de pena por él, pero ya era muy tarde para arrepentimientos, demasiado tarde cuando Esdras con su voz gruesa dijo:
— Somos el Cuarto Menguante, un grupo criminal de Caelum, y queríamos hacerte una visita en nombre de la familia Carruzo.
***
Esdras creó un puente de rocas haciendo uso de su magia. El puente se extendía por un lado del islote y bajo este rugía el río.
— Camina hasta el medio. — Ordenó Esdras.
Lucas no objetó, en realidad no podía hacerlo ya que estaba amordazado y sus manos atadas tras su espalda.
Yo estuve lejos todo el tiempo, recostado en la hierba contra el tronco de un árbol, viendo cómo abusaban del joven. Pensé que deberíamos tener una conversación luego de esto, por la forma en que ellos se acercaban al borde tratando de tener una mejor visión de la escena, me imaginé que estaría disfrutando de la situación. Pero a mi no me estaba gustando el giro que Esdras le dió.
Cuando los pies descalzos de Lucas alcanzaron una distancia considerable, Esdras articuló con sus manos y las piedras que lo rodeaban cayeron al vacío. Contuve mi respiración, por un momento pensé que lo lanzaría a las aguas pero no fue así. El brujo estaba flotando sobre el río, parado en una roca que obedecía la voluntad de Esdras y de nadie más. Esto había salido de control.
— Eso no fue lo que acordamos. — Moll frunció el ceño en su dirección, tan serio como yo.
— Seré claro contigo — Cruzó los brazos, ignorando completamente los reclamos de Moll. — No me interesa lo que sea que tengan tú y Carruzo, pero quiero que cuando pienses en ella tengas en cuenta la suerte que tienes de que siquiera se fije en ti. Jamás en tu vida tendrás la oportunidad de tener a alguien tan increíble como lo es ella. Y ten presente, por encima de todo, que debes hacerla feliz simplemente porque ella se merece serlo.