Academia De Reinas

Capítulo 8: Ecos del Poder Dormido

El sol aún no había tocado del todo las torres de la Academia cuando Alina descendió las escaleras que llevaban a la Sala de Alquimia. La voz de la profesora Celmira ya se oía desde dentro: firme, elegante, como si cada palabra fuera una nota de un conjuro antiguo.

—¿Segura que estás bien para volver a clase? —preguntó Neria a su lado.

—Lo estoy. Creo. —Alina sonrió, aunque su cuerpo aún se sentía como si hubiese despertado de un sueño muy, muy largo.

—No te preocupes —añadió Lyselle, con un guiño—. Si te caes, juro por Aetherion que te atrapo antes de que golpees el suelo. Aunque me rompa la espalda en el intento.

Alina rió, aliviada. Esa risa fue lo último suave que ocurrió en esa mañana.

La Sala de Alquimia era redonda, con columnas de mármol oscuro que vibraban al paso de la magia. Un caldero central flotaba suspendido en el aire, girando lentamente mientras derramaba una niebla plateada que llenaba la sala con un aroma a menta y ópalo.

Celmira, una elfa de ojos violeta y voz melódica, los recibió con una reverencia elegante.

—Hoy trabajaremos con esencia de eflorita —anunció—. Un catalizador muy potente. Ustedes deberán contenerla, dirigirla y combinarla con sus emociones.

Alina se acomodó en su sitio. Tenía miedo. Desde que invocó a Lunaris, nada había sido igual. Incluso respirar a veces parecía diferente. Todo vibraba a su alrededor… como si el mundo se hubiese vuelto más despierto.

—¿Qué pasa, huérfana cósmica? —susurró Syra desde la mesa de al lado—. ¿No sabes ni mezclar flores ahora?

Alina la miró, molesta, pero decidió ignorarla. Había aprendido que Syra se alimentaba de las reacciones ajenas.

—¿Te dolió mucho el golpe mágico? —insistió—. Debe ser duro despertar sabiendo que todos te miran como si fueras una reliquia rota.

Lyselle giró de inmediato.

—Cierra la boca, Syra, antes de que alguien te convierta en rana por accidente.

Syra alzó las cejas, con una sonrisa venenosa.

—¿Accidente? Qué palabra tan interesante…

En ese momento, la profesora Celmira les indicó que activaran los frascos de esencia frente a cada una. Era un líquido que brillaba como el fuego líquido y respondía al contacto mágico.

—Dirijan su energía con claridad. La esencia absorbe emociones. Si su corazón duda, puede volverse inestable —advirtió la profesora.

Alina colocó las manos sobre el frasco. Respiró hondo.

Paz. Estabilidad. Luz.

El frasco brilló débilmente. No como los demás, pero brilló. Fue un inicio.

—Miren eso —soltó Syra, teatral—. ¡Lo logró! Un parpadeo mágico. Qué imponente.

Las demás no dijeron nada, pero algunas risas se oyeron al fondo. Alina apretó los dientes. Estaba por apartar las manos del frasco cuando vio algo extraño: el de Syra, junto a ella, empezaba a soltar chispas oscuras. Una niebla negra serpenteaba por la mesa hacia el suyo.

—¿Qué estás haciendo? —murmuró Alina, retrocediendo un paso.

—¿Yo? Solo experimentando.

—¡Syra, detente! —gritó Neria, que ya había visto el peligro.

Demasiado tarde.

La esencia contaminada de Syra tocó el frasco de Alina y este estalló en una ráfaga de luz plateada. El aire tembló. Varios alumnos cayeron al suelo. La sala entera se oscureció por un instante.

Y en medio de todo… una figura de luz surgió detrás de Alina. No era Lunaris. No del todo.

Era solo una silueta: una sombra blanca, etérea, protectora. Extendió una especie de escudo alrededor de ella, absorbiendo la explosión.

Cuando la luz se disipó, Syra estaba en el suelo, su vestido manchado de humo. Alina estaba de pie, intacta, con los ojos brillando tenuemente.

—¿Qué fue eso? —susurró un alumno al fondo.

—Una manifestación… sin control —dijo Celmira, que apareció al instante con un gesto de su vara, estabilizando la sala—. Alina, ¿qué hiciste?

—¡Yo no hice nada! ¡Fue Syra! Ella… ella desvió su esencia hacia mí.

—¡Mentira! —gritó Syra, levantándose—. Ella perdió el control. ¡Es peligrosa!

—¡Basta! —ordenó Celmira, su voz tronando como una campana de hierro—. Ambas serán citadas por la directora. Y hasta entonces, ninguna podrá trabajar con esencias puras. ¿Entendido?

Alina quiso protestar, pero vio el rostro de la profesora. Era como el hielo.

Neria se acercó y le tomó la mano.

—Estuvo a punto de hacerte daño —susurró—. Pero algo te protegió, Alina. Algo más allá de lo que vemos.

—Yo no lo llamé —dijo Alina, temblando—. Ni siquiera sé qué fue eso.

—Tu magia —murmuró Lyselle, con los ojos fijos en el lugar donde apareció la figura—. Está despertando… sola.

Esa noche, mientras intentaba dormir, Alina sintió una punzada en el pecho. No de miedo… sino de certeza.

Algo dentro de ella había cambiado.

Y ya no habría vuelta atrás.




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