El cielo amaneció gris. El viento no traía hojas ni flores… solo el crujido seco de pasos que no querían anunciarse.
—¿Los sintieron también? —preguntó Neria, alzando la vista hacia las torres.
—Sí… —dijo Lyselle, inquieta—. No es magia común. Es... antigua.
Desde la sala del trono de la academia, resonaron trompetas. No eran festivas. Eran un aviso. Alina, que caminaba junto a Aeliana y Syra, sintió que su pecho se apretaba.
—¿Quiénes son? —preguntó Syra, con el ceño fruncido.
—El Consejo —murmuró la profesora Elysara desde las sombras, apareciendo con su capa color perla—. Vinieron… por ustedes.
Los miembros del Consejo eran cinco. Cada uno representaba una casa, cubiertos por túnicas que ocultaban sus rostros. Solo la de Solaris dejaba entrever sus ojos dorados. Alina notó que ninguno representaba a Aetherion.
—Así que… —comenzó el del Consejo Noctis, con voz fría—… las leyendas eran ciertas.
—Las guardianas han despertado —añadió la mujer de Lumeria—. Y con ellas, las antiguas armas y vínculos. No tienen idea del riesgo que eso significa.
—¿Riesgo? —Syra dio un paso al frente—. ¡Nos están atacando! ¡Los Silence ya están dentro!
—Y por eso vinimos —dijo el representante de Solaris, con una mirada dura—. Ustedes rompieron un pacto sagrado: mantener dormidas las líneas del linaje de los Guardianes. Ustedes las despertaron.
—¡No fue intencional! —dijo Aeliana—. Todo comenzó con un círculo en el bosque… no sabíamos que éramos herederas.
—Ignorancia no es excusa —escupió la voz de Theralis—. Cada uno de ustedes cargará con las consecuencias.
Seraphiel, oculto aún como una prenda en el pecho de Alina, murmuró desde su esencia:
—No les creen. Están aquí para encerrarlas… o peor.
Alina apretó los dientes y dio un paso adelante.
—Somos las herederas de los Guardianes. Yo soy parte de Aetherion. No les pedimos que lo entiendan… pero no vamos a permitir que nos arranquen de nuestro destino.
El Consejo quedó en silencio.
—Si son lo que dicen ser —dijo entonces el de Noctis, con voz contenida—… deberán probarlo. En tres días, una prueba de verdad y lealtad será convocada. No solo de magia, sino de alma. Si fallan…
—¿Nos matarán? —dijo Neria, sin rodeos.
—Serán selladas. Junto con sus guardianes —sentenció la mujer de Lumeria—. Como se hizo hace quinientos años.
Esa noche, en el cuarto oculto bajo la biblioteca, las chicas se reunieron junto a Seraphiel y el viejo aliado. El ambiente era tenso, casi irrespirable.
—¿Nos van a juzgar por ser quienes somos? —dijo Lyselle, con fuego en la voz.
—Sí —respondió el viejo aliado, directo—. Porque el miedo al pasado aún gobierna a los antiguos. Tienen miedo de ustedes… porque saben que si tienen razón, el equilibrio del mundo cambia.
—¿Y si fallamos la prueba? —susurró Aeliana.
Seraphiel miró a Alina, luego a todas.
—Entonces el ciclo se repite. El silencio vencerá… y el linaje real se perderá para siempre.
Un profundo silencio se adueñó de la habitación. Solo se oía el latido compartido de cinco corazones que ahora sabían que el mundo estaba a punto de decidir si vivían… o morían.
Y entonces, Alina habló:
—No vamos a fallar.