Desperté en una cama suave. El olor a manzanilla inundaba mis fosas nasales.
Sentía que todo había sido un sueño.
—Dormilona, ya despertaste —dijo una voz conocida.
Me senté enseguida y vi la espalda desnuda de:
—Buen día, linda —dijo sonriéndome.
Era Crowis Farkas, el profesor de la academia.
—Buenos días —dije avergonzada y sorprendida.
Me alcanzó el té de manzanilla.
—Toma te ayudará a relajarte y lo de tu herida ya lo desinfecté —dijo con amabilidad.
Mis lágrimas empezaron a brotar.
—Ey, tranquila, nadie te hará daño mientras yo esté aquí —habló acercándose —nadie te lastimará, juro cuidarte con mi vida.
***
Soy Crowis Farkas, el rebelde e indomable de la manada Farkas. Al que arrebataron el título de alfa con mentiras y engaños.
Me alejé de la manada hace un buen tiempo, no me importa lo que hacen o dejen de hacer, me dediqué a la docencia y hacer de mi existencia algo productivo. Tengo la fama de mujeriego, empero eso no es del todo cierto o quizá en cierto en aspecto haya algo de verdad.
Cuando apenas era un adolescente conocí a Accalia. Ella era una bebé recién nacida cuando en su mirada me vi a mi mismo, vi mi futuro junto a ella, en aquel instante me había emparejado con esa niña de tez blanca y mirada frágil.
Por aquellos tiempos, la manada de los Daciana estaba en su apogeo. Y, la de los Farkas o sea mi manada iba saliendo de la miseria donde se encontraba.
Mi hermano Zane, se esforzaba cada día en ser el mejor alfa, pero yo lo hacía sin ningún esfuerzo, eso molestaba tanto a Zane, que inventaba mentiras sobre mí y siempre buscaba hacerme quedar mal entre la manada. Luego, negó que yo era hermano suyo, dijo que era adoptado a lo cual apoyó mi madre.
Mi madre casi nunca estuvo conforme conmigo. Vivía en sus reproches. Luego, para ser el alfa de la manada, tenías que buscar a tu lunaomega, en mi caso eso no me importó, esperaría a mi luna. Un día Zane desapareció y en unos días trajo a una jovencita, nadie e incluso yo sé de dónde la sacó. Bueno el caso es que Zane nunca dejó de amar a la mujer de Accis, Ampis Daciana, una loba muy hermosa, sin embargo este lo rechazó de una y mil maneras. Zane fue muriendo y va muriendo de a poco, tiene hijos pero ni siquiera eso llena el vacío que lleva.
El caso es que Zane y yo jamás compartimos opinión alguno. Me expulsaron y me desheradaron de la manada, pero cuando mi madre estuvo agonizante este pidió a Zane que me perdonara en nombre y amor a ella. Zane me obligó a que regresara lo cual no me hizo ningún problema.
Por cierto, mi hermano gemelo se llama Victor Farkas. Entre él y yo no hay problema, solo que él es sometido a los mandatos de Zane y se alejó. En fin, secretos de familia.
Regresé e hice mi cabaña, estudié y me dediqué a lo mio. De vez en cuando jugaba con mis sobrinos y con Fenrir. Nunca dirigí la palabra a la esposa de Zane. Era triste verla siendo maltratada por Zane, pero no podía hacer nada, no tenía poder ni tengo poder para enfrentarme a Zane y sus matones.
Aunque, con el tiempo aprendí todos sus movimientos, cada estrategia que planeaba. De a poco fui convirtiéndome en una piedra en sus zapatos, en su sombra. Pero lo del ataque fue tan improvisado que no me dio tiempo de detenerlo, aunque en el fondo agradecía que mandara a mis brazos a mi amada. A aquella jovencita donde mi alma descansaba cada vez que la veía.
Empero jamás permitiría que Zane se meta con Accalia ni que la haga daño. Solo muerto la dejaría.
Ella estaba ahí asustada, mirándome con recelo. La había encontrado desmayada entre los pinos. Mi yo lobuno intuía donde estaba, me había acostumbrado tanto a su olor que mi lobo no viviría sin ese olor.
Nosotros los licántropos nos adueñamos tanto del olor de nuestra lunaomega que es difícil vivir sin ella. Entiendo a la perfección a Zane, de a poco va muriendo, el olor de Ampis la mantenía con vida, pues en las noches hurgaba por los terrenos de los Daciana y lograba observarla de lejos y eso lo mantenía de pie.
Su vida es miserable, aunque quizá la mía también, pero no es tan desgraciado como el suyo. Yo he aprendido a amar en silencio, a esperar…
—Quiero irme —dice mi visitante.
—No, claro que no, así no te irás —dije con calma —necesitas alimentarte y una ropa decente —hablé, este último se me hizo difícil, porque recordé su piel, su desnudez.
Accalia ya no era esa niña, ahora era una adolescente en desarrollo.
—¿Quién te hizo todo eso? —dije
Se quedó en silencio, luego —Ya no importa, total ya no me importa, no vale la pena. Quiero huir e irme lejos —habló.
—Lo siento, lo siento porque nuestra especie es peor que la de los humanos —dije llenándome de rabia —pagarán el daño que te hicieron y perdón por no protegerte.
—No es tu responsabilidad, maestro—dijo.
—Sabías que odio las injusticias, los abusos…Empero me odio por no hacer nada.
Se quedó en silencio.
—Vamos, vístete— le alcancé prendas femeninas de vestir. Eran de su talla.
Me miró sorprendida y quiso preguntar.
—Sin preguntas, por favor—dije avergonzado.
《Eres un completo imbécil》—habló mi lobo —《Al parecer nuestra especie se extinguirá》—recalcó.
—Bueno te vistes y vienes al comedor, haré algo de comer —hablé marchándome.
—Gracias, maestro—susurró.
—Olvida lo del maestro, no estamos en la academia, dejemos las formalidades —atiné con nerviosismo —llámame Crowis.
—Está bien—dijo.
Me alejé a la cocina. Por primera vez estaba feliz. Por primera vez me sentí en paz. Preparé la comida más ligera, puré de manzanas con pan y mermelada.
Cuando servía la comida entró. Su presencia era todo lo que yo anhelaba.
—Siéntate —dije señalando el cojín que estaba preparado para ella.
—Gracias —y empezó a comer sin que le ordenara, me dio rabia al recordar por lo que pudo haber pasado.
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Editado: 22.09.2024