Acechame Nathan

10. Momentos que siempre recordaremos.

La noche siguiente mis amigos y yo, acampamos en un parque estilo bosque muy lejos de nuestras casas. Sé que suena bastante homosexual que cuatro chicos solos se vayan a un lugar retirado pero cada uno durmió en una tienda diferente, lo hicimos con el fin de pasar un rato en un lugar agradable y poder hacer bromas y beber. Martín y Santiago hicieron una fogata en medio de las cuatro carpas, estas formaban un cuadrado.

Jugamos a la ouija y fue bastante espeluznante por la brisa y ruidos del parque. Nos reímos bastante pero no pude sacar a Mía de mi mente ni por un pequeño instante. Yo no bebí tanto porque no me apetecía pero en cambio Santiago y Mickey sí lo hicieron en cantidades, ya en lo último ni se podían levantar de la pasada que se dieron. Martín ni siquiera bebió. La pasé muy bien, luego cada uno se fue a dormir en su tienda.

Esa noche soñé que estaba en la oscuridad total, me daba mucho miedo no ver ni sentir nada, tampoco escuchaba ruidos, solo un viento incesable. Al rato me animé a avanzar y noté la superficie bastante inestable, húmeda, putrefacta. Me sentí en el infierno. Me despertó Santiago, me llamaba desde afuera para acceder a la tienda, eran pasadas las cuatro de la mañana.

-Santiago vete, mañana me cuentas lo que sea.- Noté que tenía los ojos bastante enrojecidos y se veía asustado, me imaginé enseguida que lo robaron o se asustó con algo.

-Nathan… es algo horrible, ustedes no me perdonaran.

-Pero, ¿qué sucedió?

Entró a mi tienda y la cerró, encendió una lámpara y se desplomó a llorar a mares. Intenté tranquilizarlo pero me resultó imposible.

-Cuéntame, nadie tiene por qué saber nada. Tal vez podría ayudarte.

-Yo… estábamos muy ebrios y sabes que Mickey es bastante persistente…

-Dios no…

-Sí, tuve sexo con él.

Fue espantoso oír eso, se le notaba que estaba arrepentido de haberlo hecho y lo peor era que lo más probable es que se terminara la amistad entre él y Mickey. Pobre…

-Pero, ¿cómo sucedió algo así?

-Yo estaba que ni me podía levantar sin caerme y él se ofreció a ayudarme. Estando ya adentro de mi tienda, el me ayudó a sentarme en la colchoneta inflable. Yo no lo miraba, tenía mucho sueño. De pronto empezó a tocarme por encima de mi rodilla derecha, luego empezó a subir más y le pedí que se detuviera pero me dijo que me relajara, no quería enfadarlo, entonces continuó y una cosa llevó a la otra… al final me dejé llevar.-Dicho esto volvió a derrumbarse aún más con vergüenza.

-Bueno dime algo, ¿te gustó?

-Claro que no.

Luego lo hice tranquilizarse y lo acompañé a su tienda.

Por la mañana las cosas fueron muy incomodas, Mickey nos dijo abiertamente mientras desayunábamos que ellos dos se gustaban, con mucha seguridad y alegría en sus ojos. Santiago me miró y luego dijo que todo fue un error, vimos cómo se le humedecían los ojos. Mickey se enfureció y agarró sus cosas y se fue. Desde ese día no quiso hablarle más, Santiago empezó a sentarse solo en las clases porque Mickey no quería que se sentara con nosotros, eso me molestaba y a veces lo acompañaba pero él me pedía que lo dejara solo. Era muy feo que ya no se sentara con nosotros, lo extrañábamos pero necesitaba tiempo el solo.

Martín se encargó de conseguirme el horario de clases de Mía, su segunda clase de ese día era de computo, entonces salimos de clase para ir a buscarla. Martín irrumpió en su clase y le dijo al profesor que la directora llamaba a Mía, que la había descubierto. Todos rieron y ella salió como si nada. Le dijo a Martín: ¿Descubrió que fumo en la escuela?, él le siguió la corriente hasta llevarla a un salón de clases que estaba desocupado donde yo la esperaba.

-¿Qué mejor castigo que yo a estas horas?- Me gustaba provocarla.

-¿Me haces salir de clases para esto?-Estaba muy enojada.

-Quiero morderte de nuevo pero en otro lugar-Le guiñé un ojo.

-Cállate degenerado, vuelves a decir algo así y te desarmo.-Ven y castígame- Me empezó a pegar pero le agarré los brazos.

-Es broma… no, no lo es.

-Me largo.-La detuve.

- Salgamos esta noche.

-Tengo que ensayar danza en mi casa.

-Iré a verte bailar.

-No lo harás.

-Sabes que no acepto un no como respuesta.

Fui a verla alrededor de las cuatro de la tarde, estaba ansioso por disfrutar ese espectáculo para mí solo. Poco a poco quería enamorarla, no me iba a apresurar, quería tomarme el tiempo necesario para hacerlo, por nada del mundo iba a arruinar las cosas con ella y más ahora que ya no salía con el maldito inútil de Raúl.

Llegué puntual y a la puerta me recibió su mamá, con entusiasmo igual que la vez pasada. Me hizo llegar al patio donde estaba Mía, este era diferente al de otras casas. No era un patio, lo habían cerrado seguro para el uso de Mía, era una especie de mini salón de ensayos, tenía pisos de madera beige y espejos que cubrían todas las paredes del salón. Ella estaba tirada ahí, estirándose las piernas y yo me detuve para contemplarla, ¡cómo me gustaba mirarla! Tenía unos pantalones de licra cortos, ¡muy cortos!



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En el texto hay: acosador, romance, amor

Editado: 28.11.2018

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