A sus casi dieciocho años Dàmir ya había conocido buena parte del mundo, porque en cada verano se iba de viaje con su padre a cualquier lugar que quisiese ir y que generalmente incluía varios destinos, porque tan inquieto era el padre como el hijo. Sin embargo, aquel verano le había pedido permiso a Dèjan para invitar a sus amigos a la villa que poseían en Thirasia – Grecia – una hermosa isla en el Mar Egeo, en lugar de irse de viaje a cualquier lugar desconocido. Dèjan suponía que entre otras cosas, Dàmir lo que quería en realidad, aparte de estar con sus amigos y seguir de cabeza con su música, era tener la oportunidad de disfrutar de su nuevo velero. Desde pequeño Dàmir había sentido pasión por las embarcaciones, lo que demostraba que sin importar que su abuelo lo aceptase o no, el chico llevaba en la sangre la pasión por lo que había sido desde siempre el negocio familiar, de modo que cuando cumplió doce años, Dèjan le regaló su primer velero y justo es decir que Dàmir había hecho uso y abuso del mismo, hasta el punto que Dèjan había jurado no subirse nunca más a uno, algo que por supuesto no sería así y siempre que Dàmir quiso salir a velear, Dèjan fue con él.
Sin embargo, el año anterior y después de toda la odisea en el pub, antes de despedirse Dèjan había extraído un sobre y se lo había entregado a Dàmir.
El chico había agradecido sin mucho entusiasmo, ya que suponía que serían los documentos que lo acreditaban como poseedor de otro paquete de acciones de las empresas de la corporación, algo que sucedía en cada cumpleaños desde que había cumplido los doce, pero su sorpresa había rebasado todos los límites cuando al abrirlo por insistencia de su padre, se había encontrado con las fotografías de un hermosísimo velero. No obstante, no había tenido mucha ocasión para utilizarlo, ya que en las vacaciones de navidad apenas si pudo echarle un vistazo. Con las cosas así, Dèjan aceptó y pensó que le vendría bien tomarse unos días de descanso en la Villa y al mismo tiempo disfrutar de la compañía de su hijo.
Cuando Dàmir recibió el permiso, se despidió de su padre, cortó la comunicación y salió a toda carrera a buscar a sus amigos, ya que había decidido no decirles nada hasta que no hablase con Dèjan. Los encontró a todos menos a Ajle y supusieron que siendo sábado, aquel individuo aun estaría metido en la cama, pero tampoco lo encontraron en su habitación. Le marcaron entonces al móvil, pero todas las llamadas fueron a dar al buzón y ellos comenzaron a preocuparse. No obstante, como Dàmir y Kerim no eran de la clase que pudiese estarse quieta y sentarse tranquilamente a esperar, salieron a buscarlo en todos los lugares conocidos o que solían frecuentar y finalmente lo habían encontrado a la orilla de la laguna artificial y lanzando piedras a la misma.
Pero para sorpresa del grupo, Ajle no dijo nada y los inquietos cerebros de Dàmir y Kerim comenzaron a tejer a toda velocidad cualquier cantidad de hipótesis que iban desde una enfermedad hasta el hecho de que pudiese haberse metido en algún horroroso lío con alguna chica.
Los chicos se miraron y al menos en el caso de Dàmir y Kerim descartaron la posibilidad de que se tratase de un lío de faldas, lo que reducía considerablemente la lista de posibilidades, ya que aquel siempre había sido el mayor problema de Ajle.
Editado: 21.09.2021