Revelacion - Parte 2
El hombre continuaba hablando con gran misticismo en sus palabras. Se había quedado solo con el pequeño grupo de chicos que habían aprobado el reto de aquella noche. William no le quitaba los ojos de encima, aunque, ya no le estaba haciendo caso.
Los recuerdos seguían agobiando su mente como una lluvia de asteroides. Con tanta información en su cabeza le resultaba complicado prestar atención.
Podía sentir el estúpido impulso de acercarse a él y sin más rodeos interrogarlo, pero era consciente de que aquella interrupción no era la mejor de sus ideas. Necesitaba encontrar el momento justo, pero ese no era. Así que decidió tratar de poner atención y esperar con calma hasta que el hombre terminara de hablar.
–Sé que aún tienen muchas preguntas – dijo finalizando su extraña explicación con una voz calmada – pero el tiempo por ahora se ha acabado – Hizo un ligero movimiento con su mano y el aire comenzó a arremolinarse en el interior del gigantesco portón de piedra – Es hora de volver a casa.
Los jóvenes elegidos aceptaron aquellas palabras sin rechistar. Ciertamente aun tenían muchas dudas, pero estaban muy cansados y todavía les quedaban un par de horas de oscuridad que podrían usar para descansar.
William no estaba dispuesto a irse aún. Dio un paso para acercarse al hombre. Aquella noche había ido hasta ahí en busca de respuestas y, tal vez, aquella persona frente a él podría responder todas sus preguntas. Ese podría ser el momento que estaba esperando.
Por un segundo, clavó su mirada en él y una vez decidido empezó a caminar con firmeza.
El hombre se mantenía tranquilo y estático esperando que el grupo de chicos se marchara. Regresó la vista hacia Will llamado por la mirada del muchacho. Con un claro gesto de duda en su rostro se mantuvo expectante hasta saber qué es lo que quería.
William se detuvo en seco. Su sangre se heló como si estuviese frente a un depredador. Invadido por el miedo, parecía estar paralizado. Dudó un segundo si debería continuar y sus temblorosas piernas respondieron que no. Dio media vuelta y siguió a los demás.
En cada uno de sus derrotados pasos, era notoria la fatiga con la que cargaba su adolorido cuerpo.
Los chicos caminaron con algo de dificultad hacia el marco de piedra y uno por uno fueron cruzando. Antes de que Will estuviese lo suficientemente cerca para desaparecer en el portal, aquel hombre lo llamó.
– Todavía no, Dyne. Creo que tenemos algo de qué hablar.
Una gran pesadez se instaló en el pecho de Will, no estaba muy seguro de qué querría decirle, pero se quedó. Entonces el muchacho se aproximó con cautela y disimulo.
– Eras amigo de mi padre, ¿cierto?
– Vaya, vaya – se quedó un momento en silencio, su rostro lo mostraba algo pensativo – Así que lo recuerdas… creí haber visto cierto remanente en tus ojos, pero no estaba muy seguro.
William estaba a punto de preguntar qué quería decir con eso cuando el hombre se acercó a él y colocó su pesada mano sobre su hombro.
– Vayamos a otro lado.
Antes de que pudiese reaccionar, el hombre hizo un movimiento con sus dedos y todo el escenario giró alrededor de ambos.
El muchacho dejó escapar un pequeño grito y cerró los ojos, mientras sentía que un poderoso tornado le quitaba la respiración. Cuando la sensación de nauseas parecía ser insoportable, todo se detuvo. Abrió los ojos y el boscoso entorno se había convertido en una de las azoteas del instituto.
A pesar del mareo que aquel viaje le había dejado, le fue fácil ubicarse. Esa terraza en especial, la conocía demasiado bien. Solía pasar en ese lugar a menudo; por el misterioso jardín que se encontraba ahí arriba, un pequeño secreto que solo unos pocos conocían.
– Te acostumbraras muy pronto – Dijo él al notar que William se había puesto un poco pálido.
Regresó su vista, y el hombre seguía parado junto a él. Parecía tener la mirada perdida en el oscuro cielo que se levantaba ante ellos. Le dio la espalda un momento y se arrimó en la barandilla.
– ¿Quién eres? ¿Qué es lo que me hiciste?
El hombre lentamente se dio la vuelta. Estaba un poco confundido, sin embargo, su rostro era incapaz de borrar aquel gesto de impresión que el muchacho le causaba.
– Mi nombre es Dave – se tomó un momento antes de continuar – Dave Portens. Tu padre y yo solíamos ser grandes amigos – sus ojos divagantes y un torpe movimientos de manos remarcaba el nerviosismo en sus palabras. – La última vez que lo vi…
❖ TRECE AÑOS ANTES. ❖
Kayle observaba como su pequeño hijo jugaba entre los árboles que rodeaban la propiedad. No se sentía muy cómodo de regresar a aquel lugar, al que una vez juró no volver, y menos traer a su familia. Pero sabía que era lo correcto. Sabía que era necesario.
– ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? – preguntó Dave – Es posible que la orden no tarde mucho en llegar.
Sin quitar la vista del pequeño William, Kayle tristemente respondió.
– No hay otra opción. Al caer la noche, Will se transforma en un faro para ellos. Si las cosas siguen así, llegará el momento en el que no podré protegerlos.
El hombre mantenía ciertas dudas, pero ya había hecho el llamado a las personas más poderosas de la orden arcana. La creación de un potente sello sería una difícil tarea y solo ellos podrían realizarla.
Ya había visto muchas veces como sellaban el alma de decenas de personas antes que en Will, pero eso, no lo dejaba más tranquilo. Faltaban apenas un par de horas para que eso ocurriera y, sin embargo, le parecía casi imposible bloquear los dones naturales que poseía el muchacho. Pero a pesar de todo, tenían que intentarlo.
– Asumo que ya tienes todo listo – infirió Dave tratando de seguir con la conversación.
Kayle no lograba concentrarse en aquella charla. Solo podía imaginar al pequeño niño inconsciente; tendido sobre el piso con los ojos cerrados, su pecho subiendo y bajando al compás de su inquieta respiración, su cuerpo retorciéndose instintivamente y apretando los puños hasta mas no poder. Era probable que sintiera algún tipo de dolor, pero no lo recordaría jamás.
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Editado: 24.11.2020