Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

XLIX

EMILY

 

(Philadelphia – Estados unidos)

Septiembre de 1808…

 

Su existencia era una porquería.

Nunca pensó estar viviendo aquello que tanto deseaba para Evolet.

Una vida llena de miseria, donde el bocado de comida era lo mismo que ingerían las ratas de alcantarilla.

Porque su abue Guille, ni bien pisaron América la dejó a su suerte desheredándole de lo poco que tenía, y echándola a patadas de su casa junto con el hombre, que aparentemente sería el padre de sus hijos y el mejor prospecto de marido que conseguiría, pese a su remarcada belleza.

Cosa que cambió en un pestañeo cuando se enteró de que había perdido al retoño, gracias a unas aguas que le había recomendado una curandera para poder por lo menos aspirar a ser amante de algún potentado, o en el peor de los casos un nuevo rico venido a más.

Pero, hasta el señor Rider le dio la espalda, al no meterse con mujeres que no median a quien le abrían las piernas, porque no pudo evitar que el chisme se propagara como la pólvora.

Ni hablar de sus amigas, porque no tenía esperanzas en dos de ellas, pero la que consideraba su mejor amiga, Serafina, la prima de la moribunda también la mandó a freír espárragos cuando se enteró de que su marido había ahondado más de lo debido en sus atributos.

Asi que, en poco tiempo, sin tener de donde poder sostenerse se puso manos a la obra para no morirse de hambre, pero en lo único que encontró fue para lo que mínimamente era buena, y ni siquiera un lugar decente como el averno, sino una pocilga que lo poco que se ganaba lo tenía que pagar en hospedaje y alimentación.

Hasta que se enteró de algo que le podía cambiar su suerte por completo.

La muerte de esa maldita anciana que no fue bajo sus manos, pero cuanto la llenaba de gozo, pero hasta que no le cerraron la puerta en las narices no perdió las esperanzas.

Pues Ethan Walsh fue el que la atendió tomándose el trabajo de informarle, que antes de morir la veja le había vendido todos sus bienes, dejándolo de esa manera con la parte de la empresa que deseaba y que Evolet no le había dado.

No teniendo suerte cuando se le insinuó, porque se le rio en la cara y la miró con asco al si quiera pensar que tenía el nivel para ser su fulana de turno.

Su vida siguió tan tétrica como de costumbre, hasta que de nuevo la esperanza resurgía en su sistema.

Su padre daba señales de vida, pero como de costumbre era para pedir dinero, y ella no tenia, lo que la llevó a lo que nuevamente iba a ser Evolet, consiguiendo que la odiara más si es que eso era posible.

Y lo más irónico de todo, es que la quería dar como pago al mismo que la había rechazado.

Y ahora estaba frente a él de rodillas, implorando para que no hiciese nada con ella.

Porque esta vez sí había aceptado, la diferencia es que su padre yacía muerto a un lado, en un charco de sangre ya que no se cortó a la hora de matarlo ante sus ojos.

—Esa era una deuda de sangre —espetó sin siquiera dedicarle una mirada —. Con respecto a ti… —se mandó la mano al mentón, después de guardar el arma —puedo darte el trabajo de sirvienta en la misma casa que te vio crecer —que humillación.

Para ese momento estaba presa de la rabia.

» Estarás al servicio de Jacinta —no —. Le dará gusto tener cerca a su antigua nuera y ama —gimió antes de ponerse a llorar, al recordar que era la madre de Jaime —¿Lo tomas o lo dejas? Porque es mejor que seguir comiendo pan duro, y agua sucia en ese cuchitril en el que vendes el cuerpo a cambio de nada —bostezó aburrido con la espera —. Si decides tomar mi oferta un cochero de alquiler te esperará por unos diez minutos, después de eso la propuesta habrá caducado.

Y sin echarle una última mirada se marchó, dejándola sola en ese mugriento callejón desolado a mitad de la noche.

Miró el cuerpo de su padre, y solo pudo escupirlo maldiciéndolo mientras se enderezaba, sin tener otra opción que aceptar la propuesta que se le hacía como su única salida, pero con la misma mentalidad de escalar, hasta poder tener el poder de llevar a cabo su venganza por lo que le estaban haciendo, utilizando lo único que le habían dado como arma mortal.

Su cuerpo.

Ese que, con el tiempo se daría cuenta que no le serviría, trazando de esa manera su destino y llevándola a su propia tumba, de la misma manera que a su abuela Guillermina.

 

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