Durante todo el camino, Máx no hizo preguntas. Nos envolvimos en un silencio para nada incómodo, no hizo preguntas sobre lo que sucedió haya dentro ni supocisiones. Seguía preguntandome qué era lo que pensaba al hacerme esa propuesta. Y sobre todo, ¿Por qué Máx estaba ahí? Aún tenía esa expresión de decepción, pero tampoco me anime a preguntar.
Condujo por lo que fueron alrededor de dos horas. Habíamos pasado por el pequeño pueblo donde me escondí de mi novio, —o ¿debería decir ex novio? No lo tenía muy claro—aquella vez.
No se detuvo, siguió por un camino recto hasta que a pesar de la oscuridad note que entramos en una especie de bosque, había solo árboles super altos alrededor acompañados de la luz de la luna. En un punto se desvío por un camino de tierra que salía del camino principal y se adentraba al bosque. Luego de unos metros más allá, divise un farol entre todo el tumulo de árboles y pinos.
A medida que nos acercabamos, pide ver otro pequeño camino, que justamente Máx giro en él, dejando ver una hermosa estructura en medio del hermoso ambiente verde iluminada por el farol que vi metros atrás.
Aparca el coche y ambos bajamos. Más que fascinada por la elegancia del lugar, siento como si este lugar yo ya lo conociera.
El camino de piedra qué hay en medio es fascinante, finaliza en un un pequeño puente de que da inicio a los escalones de madera que de la entrada. Por fuera hay un par de sofás grises que se ven muy cómodos al rededor de una mesita, y al otro lado se encuentra un columpio de dos asientos con vista hacia el bosque.
—Vamos, entra—me dice Max con un pequeño risa, me percate que he estado viendo todo con una expresión de asombrobo.
Salgo de mi estupor y lo sigo a través de este camino. Un poco más de cerca, puedo apreciar bien los detalles de la propiedad. La estructura es como de una cabaña, solo que más amplia y elegante. El piso de arriba forma un triangulo isósceles, con grandes ventanles qué dejan ver poco hacia dentro. La puerta de entrada es un gran espejo con un pequeño toque oscuro, los marcos de madera del mismo color que el resto de la casa.
—Bienvenida a mi lugar seguro—murmuró Máx antes de abrir la puerta.
Con una sonrisa, y un gesto me indica que ingrese, y cuando lo hago quedo aún más fascinada al ver el interior. De nuevo sintiendo que algo en este lugar me resulta familiar, como si supiera que no es la primera vez que estoy aquí.
El sentimiento se hace aún más grande cuando, a pasos lentos recorro la sala principal donde se encuentra un sillón-cama muy lindo de tono rosa bajito, y la alfombra qué hace contraste también es color rosa, solo que un poco más claro.
A los lados se encuentran un par de lámparas muy elegantes qué le dan un toque cálido al lugar con la luz amarilla que reluce. Una pared en contra esquina un gran pantalla.
¿Ya dije que todo el lugar es fascinante?
—¿Te gusta?
—Sí—gire para mirarlo, estaba recargando la cadera en el mesón de la cocina.
Otra observación: no existía división entre la sala principal, comedor y y cocina. Aún así el lugar era lo suficientemente amplio para que no se viera amontonado. A diferencia del resto del lugar, la luz de la cocina era blanca, y junto a esta se encontraba otra puerta que supuse era igual a la principal, por fuera no tenía acceso a la vista de adentro, sin embargo de dentro hacia fuera sí.
—Este lugar es impresionante.
—Lo sé.
—¿Aquí vives?—me acerque hasta él.
—Sí, este es mi hogar.
—¿Y no te da miedo vivir aquí solo en medio del bosque?
Soltó una pequeña risa, que por algún razón causó algo en mi.
—No, no me da miedo. Al principio fue difícil adaptarme, pero después supe que fue lo mejor que pude hacer.
—¿No te gusta mucho la ciudad?
Negó con la cabeza.
—Le tome el gusto a la tranquilidad del bosque. Al silencio, a la tranquilidad qué tengo.
—¿Y si necesitas algo a media noche?
—Aquí tengo todo lo que necesito. Comida, Luz, agua, paz y tranquilidad.
—¿Y si te enfermas?
—Tengo lo que necesito si me enfermo.
—Sí, pero que tal si a mitad de la noche te levantas, te enfermas y no sabes exactamente que es lo que tienes, no tienes un doctor cerca ¿qué es lo que haces?
—Conducir dos horas a la ciudad.
—¿Y si no puedes conducir hasta la ciudad ni llamar una ambulancia?
—Me quedaría en cama a esperar mi muerte, hasta que alguien encuentre mi cuerpo.
—¡¿Morirte?!—exclame alarmada.
—Me estas poniéndo situaciones difíciles—respondió con tranquilidad.
—Te estoy dando situaciones hipotéticas qué podrían llegar a suceder—contradije—. Deberías verlo como una prevención, en caso de que mueras, que Dios no lo quiera, no te encontrarian en mucho tiempo.
—Es una buena observación.
—Yo gané.
—No comprendo en que momento esto se volvió una competencia—camina hasta la nevera dándome la espalda—¿Tienes hambre?
—Un poco.
—¿Quieres algo en especial? Te puedo preparar lo que quieras.
—¿Sabes cocinar?
—No—responde mirándome por sobre el hombro.
—¿Un sandwich?
—Un sandwich será.
Saca todo lo necesesario para prepararlo. Mientras lo hacía, continuó respondiendo a mis preguntas, como si yo fuera una niña de cinco años que empieza a explorar el mundo a su al rededor. Yo lo veía fascinada mientras hablaba y movía sus manos al mismo tiempo. En el corto tiempo que recuerdo, Jeremy jamás se tomó estos gestos conmigo. Al contrario, si quería algo me decía que yo misma me lo preparará.
Poco a poco fui tomando conocimiento de la cocina, aunque en casa de mis padres no era necesario. Y en casa de June, la mayor parte del tiempo se la pasa pidiendo comida a domicilio.
Me pregunto sí antes del accidente, yo era buena cocinera. Lo poco que he experimentado, siempre sale mal, o se quema, o no queda bien cocido.
—Listo. Un sandwich muy saludable y delicioso.
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Editado: 13.11.2024