Acuerdo de matrimonio ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XXXI

[HYUNJIN]

Estreché la mano de Mashiro y eché a andar por la playa. Jeongin estaba sentado en la arena con un cuaderno de dibujo en las rodillas y el lápiz en la mano, pero permanecía inmóvil. La brisa le agitaba el pelo y le alzaba los mechones de seda oscura. Me senté a su espalda y lo abracé.

—Hola.

Él echó la cabeza hacia atrás y me miró.

—Hola. ¿De qué has estado hablando con Mashiro durante tanto rato? —Frunció el ceño. —Por favor, dime que no le has dicho que quieres comprar las casas de alquiler.

Sonreí al ver la expresión de su rostro y lo besé en la frente.

—No. Creo que ya tiene un comprador. Solo le he dado las gracias por permitirte volver y hemos hablado de otras cosas. Del sitio al que va a mudarse y eso.

Hizo un mohín con los labios y se encogió de hombros mientras devolvía la vista al mar.

— ¿Qué estás dibujando?

Levantó el cuaderno.

—Nada. Estoy disfrutando del paisaje.

Le rodeé la cintura con los brazos y lo estreché con fuerza.

—Es un paisaje magnífico.

—ChaeWon y yo encendíamos una hoguera aquí para preparar la cena y contemplábamos la puesta de sol.

—Podemos hacerlo.

— ¿Te comerías una salchicha pinchada en un palo?

—Solo si lleva mostaza. Y si después hay nubes de azúcar.

—Ah.

Me incliné y le mordisqueé la base del cuello.

— ¿Crees que nunca he participado en actividades al aire libre, Innie? Anoche encendí el fuego.

—Me resultó extraño que supieras hacerlo. —Admitió.

—Es algo masculino. Lo llevamos en los genes.

Se giró y puso los ojos en blanco.

—Ya…

Me eché a reír y le aparté el pelo de la cara.

—En la escuela íbamos de campamento. Nos enseñaron a encender el fuego, a montar una tienda de campaña y todo ese tipo de cosas.

— ¿La escuela ofrecía esas actividades?

Apoyé la barbilla en uno de sus hombros.

—Cuando era adolescente y me quedaba en la escuela durante las vacaciones, la oferta de actividades variaba. Ir de campamento era una de ellas. Me gustaba. Y sí, incluso me gustaban las salchichas. No soy un esnob integral.

Esperaba que me replicara con alguno de sus mordaces comentarios, pero en cambio se dio media vuelta, levantó una mano y me acarició una mejilla.

— ¿Preferías quedarte en el colegio antes que ir a casa de tus padres?

—Si me daban la opción, sí. Se libraban de la culpa de que no fuera a casa diciéndole a la gente que estaba de excursión con el colegio o algo así. A los catorce años, me las apañé para no ir a casa en todo el verano. Me apunté a una excursión y después me fui de campamento durante un mes. Fue el mejor verano de mi vida.

—Lo siento, mi amor.

—No te compadezcas de mí. —Le solté.

—Ya hemos hablado antes de esto. Me siento mal por el niño al que abandonaron. —Se puso en pie. —Y que sepa, Señor Hwang, que otra vez está siendo un maleducado.

Se alejó furioso, con el cuaderno de dibujo debajo del brazo. Me puse en pie al instante y lo alcancé con un par de zancadas. Esas piernas tan largas sí que podían dar pasos largos, pero conseguí alcanzarlo, menos mal.

Lo agarré por la cintura y lo giré mientras lo pegaba a mí.

—Otra vez he hecho el idiota. Permíteme disculparme.

Clavó la vista en mi pecho.

—Lo siento. —Le dije. —He reaccionado sin pensar. No estoy acostumbrado a hablar de mi pasado ni a contar con alguien que se preocupe por cómo me sentía entonces o ahora.

—Yo me preocupo por ti.

Levanté su hermoso rostro con una mano hasta que sus ojos toparon con los míos.

—Lo sé. Estoy intentando acostumbrarme, ¿De acuerdo? No seas tan duro conmigo. —Lo besé en una de las comisuras de los labios. —Esto de ser un chico bueno es una novedad para mí.

Su mirada se suavizó y lo besé otra vez.

— ¿Esta ha sido nuestra primera discusión? —Le pregunté.

—No sé si llamarla discusión siquiera, o si es la primera. —Sonrió.

—De todas formas, creo que es necesario un polvo de reconciliación, ¿Verdad?

Trató de ponerse serio, pero acabó esbozando una sonrisa traviesa.

Le levanté las piernas al estilo nupcial para atravesar el umbral de la casita con él en brazos.

—Vamos, señor de Hwang. Voy a compensarlo por mi grosería. Después, iremos al pueblo en busca de salchichas y nubes de azúcar.

—Y mostaza.

Lo lancé sobre la cama y me quité la camisa pasándomela por la cabeza.

Eché otro leño a la hoguera y crucé las piernas. Jeongin estaba acurrucado junto a mí, con la cabeza en mi hombro. Le di unas palmaditas en la rodilla.

— ¿Estás calentito?

Él asintió con la cabeza y se arrebujó con la manta que tenía en torno a los hombros.

—En esta época refresca por las noches.

—Estamos en otoño.

—Sí.

— ¿Cuánto tiempo más quieres quedarte?

Suspiró mientras sus dedos jugueteaban con la manta.

—Supongo que deberíamos volver.

Habían pasado tres días desde que llegué. Era la primera vez en mi vida de adulto que no tenía un lugar en el que estar. Ni en la oficina, ni en una reunión, ni nada pendiente en la agenda de trabajo. Jeongin era lo único en lo que debía concentrarme. Aparte de ir un par de veces al pueblo en busca de provisiones, no nos habíamos alejado de la playa. Paseábamos por la orilla y hacíamos buen uso de la sala de juegos donde había fracasado en mis intentos de enseñarle a jugar a las damas, y aprovechábamos el tiempo para conocernos mejor. Hablamos durante horas. Sabía más sobre mí que cualquier otra persona a lo largo de mi vida. Su forma de preguntar hacía que quisiera contarle cosas que no había compartido con nadie más.

Él también compartió recuerdos de su vida anterior a ChaeWon y episodios de su vida con ella. Algunas de las historias que me contó, de la época en la que vivió solo en la calle, hicieron que lo abrazara con fuerza y que le diera las gracias a cualquier deidad que nos estuviera escuchando por haberlo mantenido a salvo.



#2300 en Novela romántica

En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 28.07.2023

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