Acuerdo de matrimonio ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XXXV

 

[HYUNJIN]

El conocido dolor se extendió por mi cabeza poco a poco, los párpados empezaron a pesarme y sentí cómo se me tensaban los hombros y la nuca. Miré por la ventana y vi cómo se avecinaba la tormenta mientras me preguntaba si lograría llegar a casa antes de que el dolor de cabeza se convirtiera en migraña.

Los tres golpecitos en la puerta con los que Jisung siempre llamaba sonaron como disparos en mi dolorida cabeza. Me apoyé en el cuero frío del sillón y cerré los ojos.

—Adelante. —Dije en voz todo lo alta que fui capaz.

— ¿Necesitas algo, Hyunjin?

Ni me molesté en levantar la cabeza.

— ¿Puedes cancelar lo de Board Tech?

—Ya lo he hecho.

—Genial. También te puedes tomar el resto de la tarde libre, Jisung. No voy a servir para nada.

— ¿Puedo hacer algo?

Suspiré sin abrir los ojos.

—Si no te ofende, una taza de café y unos analgésicos estarían bien. Y si puedes llamar a mi esposo y pasarme la llamada, sería genial.

Se echó a reír por lo bajo.

—Creo que me las podré apañar, Hyunjin.

—Gracias.

Se fue y yo me froté las sienes. Sabía que cuando hablara con Jeongin, me diría que dejara el coche en el trabajo y cogiera un taxi para volver a casa. También sabía que, cuando llegara, tendría preparadas compresas frías, analgésicos más fuertes y sus tiernas caricias para aliviar el dolor de cabeza. Solo tenía que llegar hasta él. El café y el paracetamol que Jisung me llevaría me ayudarían hasta conseguirlo.

Oí pasos, sentí que me ponían las pastillas en la mano y el olor a café me asaltó la nariz.

Sin embargo, no fue la voz de Jisung la que llegó a mis oídos.

—Bebe.

Tragué las pastillas, aliviado, y cogí a tientas la mano de mi esposo.

— ¿Qué haces aquí? Hoy no tenías que venir.

—Jisung me llamó esta mañana para decirme que estabas raro. Supuse que estabas incubando uno de tus dolores de cabeza, así que he venido para llevarte a casa. Me lo he encontrado cuando volvía de la sala de descanso.

Con un gemido, me incliné hacia delante y enterré la cara en el abdomen de Jeongin. La gélida temperatura de la compresa fría fue un bálsamo cuando me la puso en la nuca, antes de acariciarme el pelo con los dedos.

—Vamos a dejar que las pastillas hagan efecto y luego nos iremos a casa.

—De acuerdo.

—Deberías haber llamado antes. —Me reprendió en voz baja. —Ya sabes cómo te afectan las bajas presiones.

—Tenía que trabajar. —Protesté al tiempo que le estrechaba la cintura con más fuerza, ya que necesitaba sentirlo más cerca.

— ¿Y cuánto has conseguido hacer?

—No mucho.

—Un plan estupendo por lo que veo. —Se burló.

— “Que te follen, Hwang Hyunjin” —Mascullé, usando su frase preferida.

Se estremeció por culpa de las carcajadas que estaba conteniendo, pero siguió acariciándome con ternura.

—Gracias por venir a buscarme.

Sentí sus labios en la coronilla.

—De nada.

— ¿Nuestro chico no se siente bien, Innie? —Preguntó Jaebeom en voz baja en el silencio del despacho.

—Tiene un buen dolor de cabeza.

—Ya me parecía a mí… Esta mañana no ha estado muy fino en la reunión.

—Todo el mundo me conoce de maravilla. —Dije con sequedad, pero no levanté la cabeza. — ¿Es que no puede dolerme la cabeza sin que todo el mundo se dé cuenta?

Los dos pasaron de mí, como si no hubiera hablado.

— ¿Te lo llevas a casa?

—En cuanto pueda moverse.

Agité una mano.

—Que estoy aquí.

Jeongin me dio unas palmaditas en la cabeza.

—Siempre se pone muy gruñón cuando no se encuentra bien.

—Me he dado cuenta.

De repente, la voz de Irene se sumó a la conversación.

— ¡Ay, no!, ¿dolor de cabeza? ¡Pobre Hyunjin!

Gemí. La cosa se estaba saliendo de madre.

—Estoy bien. —Mascullé.

—Está gruñón. —Dijo Jaebeom. —No deja de llevar la contraria.

—Siempre le pasa lo mismo cuando le duele la cabeza. —Repuso Irene. —Menos mal que has venido, Innie.

— ¿Necesitas ayuda? —Preguntó Changbin, sus pasos anunciaron su llegada. —A lo mejor podemos llevarlo al coche o algo.

Se acabó. Nadie me iba a llevar a ninguna parte. Tenían que dejarme tranquilo.

Levanté la cabeza despacio, abrí los ojos con mucho esfuerzo y abrí la boca para decirles a todos que se fueran. Pero me topé con la expresión preocupada de Jeongin. Me sonrió, me tomó la cara entre las manos y enarcó una ceja. Desvié la mirada hacia las personas que había a su espalda y solo me topé con expresiones preocupadas y atentas. Jaebeom estaba apoyado en la pared, con una expresión guasona en la cara, ya que sabía lo mucho que detestaba que intentaran mimarme. El enfado se me pasó enseguida al darme cuenta de que la gente que me rodeaba lo hacía por un solo motivo: se preocupaban por mí.

—No hace falta que me lleve nadie. —Mascullé al tiempo que volvía a apoyar la cabeza en el cuerpo cálido de mi esposo. —Innie y yo podemos apañárnoslas.

—Asegúrate de que esperas el tiempo necesario para no echar hasta la primera papilla en su coche. —Aconsejó Changbin.

Su franqueza me hizo reír.

—Buen consejo.

—Llama si necesitas algo, Innie.

—Lo haré. Gracias, Jaebeom.

—Supongo que no irás a la clase de yoga de esta tarde. —dijo Changbin.

—Ya te lo confirmo, Binnie.

Oí sus pasos y cómo cerraban la puerta con suavidad.

— ¿Se han ido?

Jeongin me levantó la barbilla y me apartó el pelo de la frente.

—Sí. —Se inclinó y me besó la cara. —Se preocupan por ti, mi amor, nada más.

Me reí entre dientes al oír el apelativo cariñoso.

—Lo sé. Todavía no me acostumbro.

—Se nota la mejora. Ni siquiera les has soltado una maldición.



#5025 en Novela romántica

En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 28.07.2023

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