Adael Luna de Sangre

CAPÍTULO VII La posesión de Dánae

Capítulo VII

La posesión de Dánae

 

Unos días después todo había vuelto a la calma o eso aparentaba, Kantu y Derick se veían todos los días, ambos disfrutaban la compañía del otro, especialmente Derick, quien había encontrado en Kantu el remedio para olvidar culpas dolorosas, amar y sentirse amado. Pero Kantu, a pesar de que lo quería mucho, aún sentía que había algo más profundo que él aún no se animaba a confesar, aunque ella tampoco tenía derecho de exigirle nada ya que ella también le ocultaba el trato que había hecho con Adael. Adael… ese nombre que le causaba temblor en el cuerpo de solo pensarlo.

—¿Sabes? Mañana es el cumpleaños del abuelo, pienso prepararle una deliciosa comida, habrá mucha gente, mi abuelo es muy querido aquí, aunque él quiere una fiesta sencilla. —Ambos estaban echados en el pasto contemplando el atardecer—. Vendrás a acompañarnos, ¿verdad?

—Claro, es más, podría ayudarte a preparar la comida o puedo encargarme de las bebidas —dijo Derick muy tranquilo y educadamente como siempre.

—Gracias, aunque las chicas ayudarán con la comida nos vendría bien alguien que nos ayudara con las bebidas. —Ambos se quedaron planeando la fiesta, se veían muy contentos.

Así, al día siguiente Kantu, sus amigas y Derick se dedicaron a preparar todo. Los invitados comenzaron a llegar, ellos los atendieron tanto dentro como fuera, ya que habían armado mesas también en el patio trasero de su casa. Todo corría con normalidad hasta que empezó el anochecer, Kantu se encontraba sola lavando los platos mientras sus amigas le ayudaban a atender a los demás invitados, entró su abuelo muy contento y le dijo:

—Mira, Kantu, quiero presentarte al joven… —Kantu no terminó de secar el último plato, ya que lo soltó y terminó por romperlo de la impresión al ver a quien menos se imaginaba ver—. ¿Estás bien, Kantu? —preguntó su abuelo.

—Sí… sí… —Kantu no dejaba la sorpresa, entonces él se acercó a ella, tomó su mano y posó un suave beso en ella.

—Es un placer conocerla, señorita —dijo él con su típica sonrisa sexy, coqueta y despreocupada.

—El placer… es mío —respondió Kantu viéndolo desconfiadamente—. Cómo… ¿de dónde se conocen? —preguntó ella fingiendo no conocerlo.

—¿Recuerdas que te dije que por fin vendimos la casona del bosque? —le recordó su abuelo—. El señor Adael fue quien la compró.

—Oh, por favor, no me llames señor Adael… me hace sentir viejo y no lo soy —sonrió él—. Solo dígame Adael.

—Sí es extraño llamarlo así, en realidad parece de la edad de mi nieta —rio—. Adael, siéntete como en tu casa —dijo el abuelo cordialmente hasta que uno de sus amigos lo llamó dejando solos a Adael y Kantu.

—¡¿Qué es lo que pretendes?! —Kantu le increpó tomando un cuchillo que tenía a la mano.

—Tranquila, humana —Adael sonaba divertido—, solo fue una casualidad, yo compré la casa, tú abuelo me agrada y yo a él, así que me invitó.

—¡Mentira!, seguro lo hipnotizaste o algo parecido. ¡¿Cuáles son tus intenciones?! —Volvió a amenazarlo con el cuchillo, Adael sonrió cínicamente, tomó la mano de Kantu que portaba el cuchillo y lentamente hizo que se incrustara en su estómago. Kantu no podía con su asombro, sintió mucho miedo de lo que estaba sucediendo, quería gritar, salir corriendo pero no podía moverse, y así como se incrustó el cuchillo lo sacó sin problemas. Ella vio cómo la herida abierta se cerraba en segundos ante la risa malévola de este.

Adael se acercó a su oído diciéndole casi en susurro:

—Estaré cerca de ti y todo lo que amas por si se te ocurre traicionarme y no cumplir tu palabra —Ambos se miraron desafiantes sin quitarse la mirada de encima.

—Cumpliré mi promesa siempre y cuando no les hagas daño a los míos, no sé qué te haya sucedido en el pasado pero yo sí sé cumplir mis promesas —dijo muy segura de sus palabras.

Adael la miró serio, tomó su rostro y lo acercó cada vez más hacia él, ella quería detenerlo pero al ver sus ojos, esos ojos tan profundos y misteriosos no le permitían tal cosa, estaba a punto de besarla nuevamente cuando…

—¡Maldito desgraciado! —Derick quiso atacarlo—. ¿Qué quieres con ella?

—Tranquilo, traidor, solo estábamos hablando —dijo Adael despreocupadamente como siempre.

—¡Derick, ya basta!… Mi abuelo podría darse cuenta —Kantu intentó calmar la situación—. Adael, vete, no causes más problemas.

—No tienes por qué venir a esta casa, no eres bienvenido —le increpó Derick, en ese momento escucharon un sonido proveniente de afuera, Diana y Dánae entraron alteradas.




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