Adaptación de Casta

Prólogo

Los habían solicitado muy temprano. No faltaba mucho para que saliera el sol. El general estaba distraído observando un mapa que tenía como encabezado “Nuevo Territorio”. No pensó ver algo similar en su vida, sobre todo, de manera voluntaria.

«Nosotros jamás haríamos algo tan estúpido», pensó.

Se empezó a oír el distintivo sonar de unos tacones acercándose, rápidamente, por el pasillo. De inmediato, entró una mujer, con características que lo sorprendieron, que tenía una tableta en la mano. Aunque apenas se notaba, debido a que tenía puesta la bata blanca, el general podía ver su delgada complexión, pero no dudaba que ella ejercitara su cuerpo de vez en cuando.

─Pensé que ya se encontraban ambos aquí ─dijo la mujer.

─Desgraciadamente no. ─El general se levantó y le tendió la mano─. General Grayson O’Neill, mucho gusto.

─Encantada de conocerlo ─contestó, sin estrechar la mano.

A él le pareció muy extraño que no se presentara, aun cuando se encontraban en aquella oficina para compartir información.

─Hasta donde tengo entendido usted es del departamento de salud, ¿o me equivoco?

─Algo parecido ─responde mientras toma asiento a su lado.

─ ¿No hace mucho calor como para que traer puesta la bata?

─En eso tiene razón, hace bastante calor. Buena la época en la que decidimos venir a este país, aunque nada extraordinario. No es tan diferente a nuestros estados del sur.

─Pero al final es nuestro trabajo. Adaptarnos y seguir. A ustedes les ha afectado en sus… ─Hizo una pequeña pausa y continuó─. Disculpe, no sé exactamente en qué están trabajando.

Ella sonrió.

─No se preocupe no tiene por qué saberlo, así como yo tampoco tengo que saber lo que su departamento hace. Mientras lo haga, mi área también.

Cruzaron miradas. El comandante general parecía molesto por la respuesta mientras que la mujer tenía una expresión relajada.

─ ¿No se le olvide que, sin nosotros, no tendrían nada qué hacer o con qué trabajar? No se empiece a comportar arrogante.

─No se me olvida. ¿Acaso no escuchó lo que le dije? En todo caso, estamos aquí para el mismo propósito. Creo que le bastará saber que… ─ Cruza las piernas─. Estoy aquí para asegurar una mejor vida para nuestros ciudadanos.

─Pensé que eso lo hacíamos nosotros ─respondió.

─Es lo que dije, “nosotros” aseguramos una mejor vida.

Se miraron fijamente durante unos segundos hasta que una tercera persona entró a la habitación.

─Disculpen la tardanza. Como sabrán, tenemos muchos asuntos pendientes y situaciones por atender. ─La mujer y el general se ponen de pie─. General, le presento a la doctora Riley White que, con el apoyo de la Fundación Nacional de la Ciencia, se encargará del desarrollo de la salud asignado para esta etapa.

─Mucho gusto. Hasta que tengo el placer de conocerla

─El gusto es mío.

El hombre se gira hacia el general y lo señala.

─Doctora, él es…

─Ya sé quién es ─irrumpió.

─Bien. Ellos se encargarán de atender a nuestros nuevos ciudadanos.

─No me lo tome a mal pero, ¿a qué viene esto? ─preguntó O’Neill.

─Quiero que esté advertido. Les harán las pruebas pertinentes, sin excepción a todos los que entren a nuestro ejército. Las pruebas serán más que las usuales pero importantes para nosotros, así que, esperamos su cooperación.

El hombre señala a ambos con el dedo índice y medio.

─Estas áreas son de gran relevancia en esta fase y para que esta decisión valga la pena. No vamos a alimentar a más personas por caridad. Por tal razón, hagan bien su trabajo.

─ ¿Hay algo que deba saber sobre esas pruebas? No creo que me haya hecho venir hasta aquí solo para presentarme a la señorita.

─ Es solo para que entienda la importancia de ellas y que se asegure de que se las hagan. Cualquier anomalía o cambio en sus comportamientos después de que se realicen, infórmenos. ─Miró fijamente al general─. Tampoco quiero tantas preguntas.

Más segundos en silencio.

─Están a punto de dar el anuncio de manera oficial, empiecen lo antes posible. ─Se gira para ver a O’Neill ─. Despliéguense y ocupen los lugares que se le asignaron. ─Después se gira para ver a la doctora─. Ustedes pueden prepararse, de cualquier modo, mañana nos veremos para discutir unas cosas con el doctor.

─De acuerdo ─dijo la doctora─. Entonces si me disculpan, me retiro antes.

─Si no tiene nada que decirme…

El agente le hace un gesto con la mano para indicarle que se retire. En cuanto ella se marcha el hombre sigue hablando.

─Hay estados que ya están casi ganados. Sin embargo, puede que se levanten algunas resistencias, nada de importancia, pero le advierto no queremos escándalos o problemas.

─Entiendo…

─Por último, tendrá nuevos reclutas. Úselos, que sepan que el sueño americano no es gratis, usted mejor que nadie lo sabe, general O’Neill ─puntualizó.

─Tranquilos, sabemos qué hacer. Con su permiso.

El general salió mientras el hombre se quedó sentado pensando. Se preguntaba si en realidad habían hecho lo correcto o habría sido mejor compartir la investigación con los demás países. Si no lograban encontrar nada sería un desperdicio de recursos.

«¿Cómo nos desharíamos de ustedes? No son tan tontos para dejar pasar esta oportunidad».

Se miró la mano derecha. Esas venas que corrían por su mano, el color azulado de las venas generado por el efecto óptico con la piel y se dijo, «Debes ser una maravilla. Seguro no te pareces a la gente de este lugar, por lo que, no debe ser tan difícil encontrarte».

Pensó en aquellos seres que, por fin, después de tanto tiempo tratando de imitarlos, de arrastrarse entre visas, ríos y camiones de muerte, habían logrado pegarse como gomas de mascar.

─Solo por poco tiempo ─concluye, mientras mira la mesa─.

«Por qué creen que los queremos en nuestro país si ellos no pueden ni levantar el suyo».




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